Un River perdido que dio pena

Nueva actuación decepcionante del equipo de Demichelis y derrota ante Argentinos. A pesar de lo que se había dicho, el equipo no pudo hablar en la cancha.

River está inundado de fastidio. A la gente no le gusta para nada lo que viene mostrando el equipo desde hace rato. Las eliminaciones recurrentes, incluida una con Boca, la triste salida de la Copa Argentina, los partidos con un poquito de complejidad en los cuales River no está a la altura. González Pirez dio a entender, al término del partido, que jugar en lugares que los alejen de cierto confort, llámese el Monumental, es algo malo para este equipo. Como que una cancha jodida o que no está en las mejores condiciones ya es un problema para estos muchachos. Fastidio. De todos.

El técnico lo hace saber, lo hizo saber, ya varias veces, mandando al frente a futbolistas post partido o incluso gritándole goles a la gente o diciendo, directamente, que se olviden de ellos. No se miden algunas cosas a veces, cuidado que pueden no tener retorno. Se nos quiso vender que hoy River daría la cara en la cancha, como si ello tapara lo sucedido en Mendoza ante Temperley. En este loop loco, de triunfos chicos y derrotas grandes, el partido con Argentinos aparecía como bálsamo. Total, después viene el débil Táchira y en nuestra casa, ganamos, fingimos demencia, siga siga. Pero ni siquiera pasó eso. Fue tan triste lo de River que no pudo siquiera dar una imagen medianamente positiva, perdió dando pena, profundizando además el malhumor social contra este entrenador.

Este River ya no tiene ni suerte. No le están apareciendo los goles de rebote, los goles sin contexto, los goles sin explicación. Esos goles que lo ayudaron a ganar una buena cantidad de partidos y que explican este ciclo. Ya ni siquiera tiene eso ahora. Podemos caerles a los jugadores, sin dudas hay muchos con un rendimiento flojísimo y otros que, tenemos claro todos, no se pueden poner más el Manto Sagrado. Pero cómo ser justos con ellos cuando no hay funcionamiento o idea de juego alguna. ¿A qué juega River? Te pregunto, lector, si tuvieras que responder, hoy, alguna cualidad de este equipo, ¿cuál dirías? Las pocas que podemos arriesgar tienen que ver con lo individual: goles de Borja, Paulo Díaz, los demás navegan en la medianía o la discreción, depende el día.

Tácticamente, no hay nada. Futbolísticamente, no hay nada. No hay novedades, no hay algo que entusiasme. Este River no te ilusiona. Gana muchos partidos por peso específico, porque es mejor que sus rivales en nombres y presupuesto o porque los rivales lo respetan mucho en el Monumental. Y ya. Uno va a la cancha a ver a River, o lo mira por TV, y no sabe con qué se va a encontrar. No hay previsibilidad alguna, no hay confiabilidad alguna, no hay nada motivante en la previa más que el ver a nuestra querida camiseta.

El entrenador, para tomar decisiones mínimamente coherentes, llámese equipos lógicos, tuvo que soportar millonadas de críticas, enojos, silbidos también. El otro día Demichelis hablaba de "energía", esta vez habló varias veces de sinergia. Estos significantes vacíos, sacados de frases pedorras de autoayuda que debe leer en instagram o grupos de whatsapp, son palabras que no explican ni dicen nada, que solo exhiben ignorancia y tilinguería sobre quienes la emiten y pronuncian, son palabras que nos alertan y que nos ayudan a que pensemos que el técnico no tiene las herramientas necesarias para hacer un buen diagnóstico de la situación.

No se vislumbra lo auspicioso, cada partido genera un universo de presunciones e incertezas, donde todo es incómodo, molesto y no tenemos idea en qué desembocará. Entonces entra a tallar el colectivo "hincha de River", como que el problema es inherente a determinada subjetividad riverplatense que quiere tal o cual cosa. Les aseguro a todos que cuando un equipo juega y no se hacen boludeces institucionales, todos vamos para el mismo lado. Lo único concreto es que Demichelis no le está encontrando la vuelta al equipo, pero tampoco se la está encontrando al discurso. Esta dialéctica sólo deja en claro que hay un entrenador acartonado, preocupado por las formas, que no dimensiona ni interpreta la situación que atraviesa. River desde hace mucho tiempo navega en un ciclo circular donde no sale por arriba y donde la crisis no es tal como para que salga por abajo. En esta desidia conformista, a la que muchos abonan -los que bancan al técnico en realidad- transita el Millo sus días en el último tiempo.

Seguramente siga todo como está. Los dirigentes no quieren tocar mucho a esta altura, el técnico confía en que puede revertir esto. Además, se viene un partido accesible, River terminará primero y cómodo en su zona. Le tocan luego, Tigre, de local y cierra con Riestra esta parte hasta el receso por la Copa América. Son todos partidos de baja intensidad, donde seguramente meta un pleno. Capeando en este pequeño temporal, la conducción futbolística hará, entendemos, un análisis que seguramente tenga como búsqueda de solución un muy buen mercado de pases. Pero, de nuevo. River tiene que salir al mercado para que vengan tres o cuatro jugadores que, enumeremos: 1) sean líderes; 2) tengan jerarquía; 3) se coman a los rivales y a los árbitros; 4) se acomoden rápido a lo que es el club y rindan de manera inmediata. ¿Cuántos jugadores hay así en el mercado? ¿Cuántos jugadores además deciden venir a tomar tanta responsabilidad? Y, lo más importante, por más buenos que sean, ¿cuántos jugadores pueden rendir en un equipo que no sabe qué carajo quiere hacer adentro de la cancha? El panorama no es alentador.

Hace un tiempo, en agosto del año pasado, Martín Demichelis reunió a varios periodistas, muchos de los cuales a los que no conocía ni había visto nunca, y les reveló una serie de sensaciones íntimas en relación a desempeños de los futbolistas del plantel. Desde aquel torpe, insólito, increíble tiro en el pie que fue ese dicho off the record, la sensación que quedó es que la relación con el plantel nunca fue no digamos óptima; digamos, al menos, normal. Se traduce en el campo que el primer equipo no está cohesionado con el cuerpo técnico, que el mensaje no se traduce en ningún aspecto, ni futbolístico ni actitudinal. Desde aquel episodio, River no está en paz. Y viene postergando algo que, se nota, no le está haciendo bien. Hasta que no haya un punto que cierre esa cicatriz que vuelve a abrirse de forma recurrente, estaremos ante estas funciones tediosas, olvidables, evitables, que brinda hoy River Plate.


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