REAL MADRID-ALAVÉS / Vini-Courtois, en modo Wembley
El Madrid golea al Alavés con otra actuación estelar del brasileño, autor de dos goles, y varias paradas excelentes del belga, que apunta a la final. Volvió a marcar Arda Güler.
Madrid y Alavés viven de las rentas, algo que conforta, pero no emociona. Así que el público buscó entretenimientos alternativos. Le echó un vistazo a Rafa Marín, el canterano que viene; recomendó, por sentimentalismo y por convicción, la renovación de Nacho y Kroos y el Balón de Oro para Vinicius, celebró las paradas de Courtois y curioseó a Hagi hijo. A los siete minutos intentó un gol desde el centro del campo. Se quedó muy lejos del éxito que tuvo su padre hace 22 años en un partido ante Osasuna desde la misma distancia. Gica no le ha dejado a Ianis su zurda en herencia.
En el Madrid, en ese proceso de intermitencia calculada, Ancelotti puso esta vez a los titulares. Coincidió con la ofrenda de la Liga al Bernabéu y eso dio lustre a la cita, pero el once no estaba pensado para ello. Todo en el Madrid, incluidas algunas renovaciones, gira en torno a Wembley. Solo hay un plan: que el equipo llegue a la cita en su punto exacto de cocción, ni crudo ni pasado, y si es posible, con Courtois y Militao, de nuevo titulares. Lunin y Nacho, los aspirantes, serán condecorados por sus hazañas, pero Ancelotti no se bajará nunca de sus leales.
El partido, pues, sirvió para avivar a los titulares y poco más. Estos encuentros son toreo de salón. Londres depara otro rival, otra presión y otro premio. Valen como diagnosis, pero deciden poco: el once de la final está escrito en piedra.
Bellingham, sin querer
Una buena salida del Alavés, resumida en el disparo a la aventura de Hagi y en otro remate sin ángulo de Samu, nueve con cuerpo de campeón mundial de los pesados, se vio interrumpida por esa propensión del Madrid de marcar antes de preguntar. El gol retrató bien la temporada: Kroos metió un balón en almíbar al segundo palo y, en acrobacia aérea, Bellingham lo bombeó a la red junto al poste contrario. La intención, probablemente, era regalarle el gol a Carvajal, que acudía con la puntilla, pero el inglés vive un año en que acaba dentro hasta lo que no intenta.
A partir de ahí el Madrid entró en modo campeón. Se quedó la pelota (no es el Alavés muy de discutirla), la movió con gracia ante un adversario amable en las marcas y, a ratos, dio rienda suelta a la imaginación, especialmente por parte de Vinicius, que no sabe descansar. De hecho, parece incapaz de distinguir el tamaño de los partidos, todos le parecen de máximo interés. Divirtieron sus arrancadas desde la izquierda, pero su primer gol llegó en el área pequeña, en cesión perfecta de Camavinga, otro que se ve en Wembley. Fue un remate a un toque, de oportunidad, ganándole un metro al defensa retrasándose en el momento del envío. Un gol robado a Joselu, en definitiva.
El Alavés, conseguido el notable en la Liga, venía a disfrutar, pero se veía sometido al tormento de la precisión de Kroos, la constante actividad de Camavinga y Valverde, la velocidad de Rodrygo y Vinicius y el todocampismo de Bellingham, que ya se huele que la próxima campaña su sitio estará más atrás. Vino para eso, pero las urgencias han retrasado un año la asunción del papel de interior. Resultó una excepción en ese manto blanco que cubría el partido otro remate de Hagi, este mejor orientado, detenido por Courtois. Poco más tarde y desde más cerca, estuvo más certero Valverde para cañonear sin mucho ángulo a Owono por su palo, siempre un agravante para el portero.
Güler repite
El 3-0 invitaba a una segunda mitad de baño y masaje, pero amaneció con dos entradas feas, de Duarte y Vinicius. Ese exceso de combatividad era un peligro a evitar por el Madrid. Pero pronto llegaron mejores noticias: Courtois detuvo dos remates con pólvora de Samu y Hagi. Especialmente meritorio el segundo, buscando el contrapié y a ras de suelo. Ahí radica una de las grandes virtudes del belga: la rapidez en tomar tierra desde casi dos metros de altura.
El Madrid jugaba casi para la galería. Y lo celebraba el Bernabéu: cantó como un gol un regate de Bellingham en una cuartilla al que Carvajal no dio buen fin. Luego repitió tanto Vinicius, también en maniobra de nueve, que quién sabe por dónde vendrá el futuro. Para completar el catálogo, Ancelotti le dio media hora a Arda Güler, al que pretende instruir como centrocampista puro porque por ahí tiene más posibilidades, pero de momento él se reivindica como francotirador: marcó por tercer partido consecutivo. Es el último confeti de esta fiesta.