El Rojo apenas rescató un punto ante Vélez pero con una imagen positiva de los pibes del club, la única alternativa que existe.
Lautaro Androszczuk
Como cada vez que un club de fútbol se siente contra las cuerdas en el plano futbolístico, los hinchas suelen pedir a los pibes
como opción para salir de la malaria de triunfos. Pero en instituciones
como Independiente, que hoy está padeciendo en la tesorería y en la
cancha, lo de darles lugar a los juveniles no es la mejor opción, es la única.
No sabemos si Santiago López, Lautaro Millán, David Martínez o Diego Tarzia van a ser los que nos hagan festejar o hasta con posibles ventas nos ayuden a acomodar nuestras arcas. Sin embargo, confiar en ellos es un deber para todos los hinchas de Independiente.
Podría apelar al costado emotivo y contarles que de Inferiores fueron las piezas clave de los grandes equipos del Rojo. Nos dieron goles importantes como el de Ricardo Bochini en Italia contra la Juventus o hasta uno muy gritado en estos últimos años como el de Esequiel Barco en el Maracaná contra el Flamengo. También se podría dar recordar a Pablo Rotchen, Gustavo López y Sebastián Rambert en los 90, Gabriel Milito en 2002 o hasta nombrarles a leyendas cómo Raúl Bernao y Miguel Ángel Santoro en las décadas del 60 y 70.
También sé que en estos tiempos, si no se habla de dinero, no se
le llama la atención a gran parte del público futbolero, por eso puedo
comentarles que 27 millones de dólares por Sergio Agüero, los 15 por Barco o los 10 por Oscar Ustari, tres de las ventas más importantes de la historia de la institución, corresponden a pibes surgidos de la cantera. Esto no es sólo romántico, también es buen negocio.
Si
ni la nostalgia futbolera ni los millones en ventas fueron argumentos
lo suficientemente convincentes, las inhibiciones son buena causa para
tomar el camino de apostar a los nuestros. Personalmente me parece más confiable el talento de nuestras Inferiores que las maniobras económicas de los dirigentes.