MALLORCA 0 - ATLÉTICO 1 / Unocerismo de Champions
El Atlético vuelve a los seis puntos de distancia con el Athletic con un gol de Riquelme que premia su primera gran parte. En la segunda, su defensa resistió los arrones de un Mallorca al que le faltó claridad.
El Mallorca había comenzado teniendo la pelota y amasándola lentamente, como si con las botas los jugadores de Aguirre gritaran: “Venid, venid”. Y, en cuanto aquellos fueran, salir en estampida para ocupar los espacios a sus espaldas, en carrera hacia Oblak. El Atleti, mientras, lo hacía con un nuevo dibujo, cinco atrás, cuatro en el centro y Correa solo arriba. No estaba Griezmann, sancionado, tampoco Morata, banquillo, como Nahuel. Si el carril derecho rojiblanco lo ocupaba Azpilicueta, el izquierdo era para un Riquelme que en ataque ensanchaba el campo como extremo, mientras Lino daba un paso hacia dentro, y se plantaba en el área de Rajkovic. Si la primera vez que el Atleti asomó por allí, Correa disparó manso, la segunda, con Riquelme, lo hizo a matar. Y con un rotulador indeleble en la puntera de la bota.
Todo nació de un mal despeje de la defensa del Mallorca. El balón le llegó a Riquelme, en la frontal, que controló de tacón entre Dani y Maffeo y se sacó un disparo raso, tan imparable, que Rajkovic solo pudo mirar mientras se colaba en su portería. Si el Atleti con tres hombres al medio había sido un naufragio en las áreas toda la temporada, sobre todo fuera, con su nuevo dibujo recuperaba toda la consistencia de antes. Azpilicueta daba templanza en la derecha y el Atleti cortaba por la izquierda. Hermoso se sumaba a Koke para dar precisión en la salida y hasta el Cholo se reconciliaba con el verde de la camiseta fuera: robaba rápido y combinaba mejor. El Mallorca, con todo espacio negado, solo ponía centros en largo a ningún lugar. Y ninguno a Muriqi.
Mientras en el área de Rajkovic, el Atleti llegaba y llegaba, y Hermoso estampaba un balón a la madera, en la de Oblak, la posesión del Mallorca solo era impotencia. Solo dos veces lograron presentarse ante el esloveno: en una, el portero despejó con los puños un disparo desde la esquina de Darder. En otra, atrapó sin problema un cabezazo de Muriqi.
La resistencia
La resistencia. Todo había sido tan perfecto, tan serio para el Atlético en la primera parte que, en el descanso, quizá Simeone pensó que el partido era idóneo para la reconciliación también de Nahuel. Porque fue regresar el fútbol y Hermoso, impecable en 45 minutos, se quedaba en el banquillo para que el argentino saltara al campo y Azpilicueta se colocara como central izquierdo. O había una lesión o un dolorcillo o, si no, no se entiende. En el banquillo de Aguirre se encendía una bombilla mientras todos sus hombres ejecutaban una orden a la vez: por la banda de Nahuel, güey. Los tres primeros balones que tocó los perdió con sus piernas de flan. El Mallorca subió sus líneas y al Atleti comenzó a costarle combinar el balón. Jugarlo. Como a Llorente golpearlo con tino en lo que pudo ser el segundo.
Porque robó Correa y Lino se la puso a la carrera para que el argentino se escapara en una contra con todo a favor, como si Son Moix se hubiera convertido en un tobogán hacia Rajkovic por el que dejarse deslizar tan solo. A su lado corría Llorente, a quien le cedió el balón con un lazo al llegar al área, pero cuando el 14 tuvo el balón en los pies, ante Rajkovic, controló horrible y disparó horripilante esa pelota que, por un momento, había gritado 0-2. En la jugada siguiente, una volea de Darder desde el frontal obligaba a Oblak a sacar una mano por bajo para palmear a córner. La posesión del Mallorca ya llevaba trazos de pólvora. El Atleti daba todos sus pasos atrás.
Simeone tardaba un mundo en hacer cambios mientras el Mallorca movía y movía el balón para rascar un hueco. El partido se encaminó a los últimos diez minutos como si fuese uno solo, larguísimo, pero sin llegar a sufrir de verdad los de verde. El primer cambio del Cholo fue en el 80′, justo después de que Larin y Morlanes le lanzasen dos granadas a Oblak. El primero, sin ángulo y el segundo, en fuera de juego. Con seguir resistiendo al Atleti le valía. Nahuel se iba lesionado en el 90′ mientras su equipo se condensaba a los pies de Oblak para defender heroicamente un último córner que intentó cabecear hasta Rajkovic. Y su plaza de Champions. Esa tinta vertida en Son Moix sobre la tiza por Riquelme. Con un indeleble y el bendito unocerismo.