La lección de Griezmann
Ha llegado al final de la temporada no solo tocado (por el esguince) también hundido (físicamente), el pago de acumular demasiados minutos en el inicio.
Y la lección de Griezmann, como aquella temporada 20-21 en la que Pedri jugó 73 partidos seguidos y lo ha penado desde entonces con una ristra interminable de lesiones musculares, debe permanecer para la temporada que viene. Dosificar. Administrar. Graduar. Medir. El contraste entre los dos Griezmann de la temporada es el reverso y el anverso de una foto: un lado, donde esta la imagen, lleno de color y vida, y el otro, solo en blanco. El francés formó con Morata la mejor delantera de Europa en el primer tramo de la Liga, en el que jugaba sin cansancio y con acierto, hasta alcanzar y superar el récord histórico de goles en el Atlético de Luis (173), y, después, se desinfló, condicionado, además, por ese esguince de tobillo que le ha provocado terminar cada partido después con una bolsa de hielo gigante rodeándole la articulación y con ese caminar que es trotar.
La autogestión y las recaídas
“Antoine se autogestiona”, ha explicado durante toda la temporada su entrenador, Simeone, para referirse al francés y su estado físico, la alta cantidad de minutos de Griezmann. Una autogestión que ha terminado pinchando. El francés llegando al final de la competición sin aliento y varado en los 21 goles y ocho asistencias, en una situación que recuerda a la primera en su vuelta al Atlético, la 21-22, en la que el empeño del técnico en jugar siempre con él provocó que una recaída que le dejó sin el francés un largo periodo, casi dos meses y medio, y los peores números de su carrera. Cuando parecía ahogado y hundido. Aunque luego resurgió para volver a ser Griezmann.