La Bombonera se merece algo mejor
Boca tuvo un buen primer tiempo pero se quedó sin nafta y no tuvo respuestas. Cada vez queda más clara la diferencia entre titulares y suplentes.
Hay puntualmente un cambio, el ingreso de Janson al final, que marca claramente la situación en la que estamos. Janson nunca cambió un partido desde que llegó, no entusiasma a nadie, no hay hinchas que lo aplaudan o que se sientan esperanzados con su presencia. A veces parece que el técnico mete las variantes para que no le caiga una acusación de inacción más que por el convencimiento de que esos nombres que manda a la cancha vayan a resolver algún problema.
Lo mejor que puede pasarle a Boca es ganar su partido contra Nacional, el miércoles, tratar de no despegarse demasiado del lote de los que están más arriba y aguardar un mercado de pases a la altura de la historia del club. Tratar de conseguir más Blancos y más Zenones y no repetir experiencias como la de Briasco, Janson, Pulpo González u Orsini, por citar casos que estuvieron lejos del resultado esperado.
Puntualmente, este cumpleaños de la Bombonera sin final feliz, en el que Romero salvó al equipo con dos estiradas finales para convertirse en el hombre propio más importante del partido, dejó una muestra de los inconvenientes que acosan a Boca cuando faltan nombres de peso. Que Saracchi juegue de 4 o Taborda sea el enganche marcan nuestras limitaciones y la enorme diferencia entre ellos y los compañeros a los que reemplazan. El lateral, con la cancha dada vuelta, nos hizo extrañar horrores las subidas potentes y siempre peligrosas de Advíncula. Y la distancia entre Taborda y Zenón es enorme. Boca jugó rengo por un lado, debiendo volcar el juego por la izquierda, y allí a Blanco le faltó el compañero de fórmula, el hombre capaz de ponerlo mano a mano con ventaja o de resolver por sí solo, con precisión técnica y velocidad mental, lo que a los otros les cuesta una vida. Taborda es un chico con condiciones que seguramente crecerá, pero parece lejos del nivel que se necesita para manejar a un equipo del tamaño de Boca cuando ni siquiera pudo hacerlo en Platense. Ralentiza al equipo porque se entretiene con la pelota o simplemente porque no tiene el mapa de la cancha en la cabeza o no dispone de esa virtud que es visualizar la posición de sus compañeros antes de recibir la pelota. El equipo, entonces, pierde profundidad, y los rivales se rearman con facilidad en el tiempo que el pibe necesita para decidir. Algo que por otra parte no siempre hace bien. Por supuesto que la culpa de que Boca no haya ganado no es de Taborda, pero sirve para ilustrar la tesis tantas veces sostenida aquí mismo de que este es un plantel con 12 o 13 titulares, no más.
Si el partido dejó algo para rescatar es la valla en cero, algo que rara vez ocurre, la sintonía fina que han ajustado Pol Fernández -en su mejor momento del último año y medio- con Equi, en la solidaridad de un Medina otra vez sacrificado -esta vez puesto a jugar por izquierda- en el supuesto beneficio del equipo y en lo picantes que son Cavani y Merentiel, cada vez más afianzados como dupla aunque esta vez no hayan podido gritar (o lo hayan hecho hasta que el siempre polémico VAR les haya roto las ilusiones).
Martínez habló en la conferencia del final de "un buen semestre". Me permito disentir. Los dos objetivos eran ganar el grupo de la Sudamericana y la Copa de la Liga, y ninguna de las dos cosas ha ocurrido. Sí se vio a un Boca más protagonista, menos peleado con su historia que en años anteriores, pero al que siempre le falta algo. Viveza, suerte, malicia o simplemente ajustar la eficacia. Este Boca se parece más a Boca pero todavía no lo es. Por más que la gente le tire la cancha encima al rival de turno, las respuestas reales están en el césped. Hay que conseguirlas cuanto antes. La Bombonera se merece algo mejor.