Flick, cambio de paradigma

En los últimos 20 años, salvo Martino y Setién, el Barça no había fichado un entrenador sin lazos previos con el club. Eso facilitará uno de los objetivos: aislarlo de un entorno tóxico en los últimos tiempos.

Juan Jiménez
As
Hans-Dieter Flick (24-2-1965, Heidelberg) llega al Barcelona como un paracaidista, sin más relación con el club azulgrana que el terrorífico 2-8 que le endosó como entrenador del Bayern en Lisboa en los cuartos de final de la Champions de la pandemia (2020). Un cambio de rumbo respecto a la normalidad del Barça en los últimos tiempos, y un giro radical respecto al último entrenador, Xavi, casi parte del escudo azulgrana.

Desde que el mismo Laporta incorporó a Rijkaard en el año 2003, el Barça se ha nutrido de conocedores de la casa. Algunos, con raíces tan profundas como Guardiola, Tito Vilanova o el mismo Xavi. Otros, con un bagaje evidente en Can Barça como Luis Enrique, que antes había sido jugador entre 1996 y 2004; y entrenador del filial. También iconos como Koeman; y discípulos que habían jugado a las órdenes de Cruyff, como Valverde. Salvo las extravagancias de Tata Martino (2013-14) y Setién (media temporada de la 2019-20), que no funcionaron de manera previsible, siempre había un hilo conductor que Laporta ha decidido romper en 2024.

La apuesta por Flick supone, pues, un cambio de paradigma interesante en un club devorado por su propio entorno en los últimos años. La creencia general en las dos últimas décadas, y los hechos así lo han demostrado, es que el éxito estaba emparentado con el conocimiento del club. La huella del cruyffismo ha sido fuerte y exitosa en el Barça. Y se ha mantenido hasta los últimos meses. Antes de la final de la Supercopa, en la que luego los azulgrana se estrellaron, Xavi definió así el plan de su equipo para jugar contra el Real Madrid: “Fieles al cruyffismo”.

Laporta y Deco, sin embargo, intuyen que es el momento de cambiar el paso. Sea porque los entrenadores soñados (Guardiola, Luis Enrique, Arteta) no están disponibles; o con la convicción de abrir las ventanas para que entre nuevo aire, Flick llega sin conocer profundamente el idioma ni el club. Un tiro al aire.

En el Barça creen que, vista la salud actual de la institución, y lo irrespirable por momentos de un entorno que ha terminado obsesionando y engullendo a anteriores entrenadores como Koeman o Xavi, Flick puede convertir en un búnker del vestuario y aislarse de todo lo que genera el club. Es una semana de expectación en Barcelona para conocer con qué talante aterriza la nueva esperanza en los banquillos y el penúltimo cartucho de Laporta. Falta por conocer la duración de su contrato (previsiblemente hasta 2026), su equipo de ayudantes (busca algún jugador recién retirado que hable español y alemán) y la plantilla de la que dispone.

La planificación es una incógnita. Luis Díaz es el gran sueño de Deco, y Kimmich, el de Flick, pero son fichajes difíciles. Araújo, De Jong o Raphinha podrían salir. Lewandowski seguirá y otra de las dudas es el futuro de los Joãos.


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