El Boca malo y el Boca bueno
Tuvo un primer tiempo para el cachetazo, con errores insólitos, y lo dio vuelta con carácter y jerarquía en el segundo. Un equipo inexplicable.
Este Boca de Diego Martínez es, además de una pasión inexplicable, un equipo inexplicable. Capaz de los peores pecados, de los errores más incomprensibles, como de ofrecer un segundo tiempo de cuatro golazos, muchas situaciones de gol, lujos, fútbol bien jugado y un triunfo importantísimo. Más que por el rival -otro equipo insólito que se comió siete goles en dos partidos-, por el propio Boca. Que necesitaba una recuperación urgente para seguir creyendo en este proyecto que por momentos tambalea.
¿Por qué tambalea? Por estas dos caras que en Santiago mostró en una sola noche. Este Boca que ya ha mostrado más de una vez una asombrosa capacidad de recuperación, que sabe cómo reponerse de situaciones límite, también es culpable de ponerse solito contra las cuerdas. ¿Cuál es el verdadero? Los dos. Esto de arrancar dormido no es nuevo -un gol a los dos minutos plagado de errores propios- y es muy peligroso cuando los rivales son poderosos. Pero las fallas no son exclusividad de los primeros minutos. El equipo estuvo a punto de quedar 0-2 luego de una pérdida siestera de Equi Fernández que terminó con un tiro pegado al palo a la media hora de juego y terminó afianzando su desventaja a partir de un foul evitable contra la raya de fondo que terminó con un centro en el que Pol Fernández perdió de cabeza, Romero sacó las manos suponiendo que la pelota se iba ancha y Saracchi -en otra siesta increíble- dejó que lo anticiparan en el segundo palo. En el medio, también tuvo sus posibilidades, pero entre el arquero Ingolotti y las propias deficiencias en la definición -un gran desborde con un centro atrás mal tirado, jugadores que se pasan o no llegan-, se fue al entretiempo al borde del nocaut.
¿Cómo hizo para rescatarse en seis minutos? Magia. La magia del Equi para pasar de villano a héroe, la de Zenón para tirar una pared de taco en medio del área, las apariciones a pura potencia y energía de un Merentiel indomable. Más la inocencia repetida de un Central Córdoba que es atractivo con la pelota y un desastre sin ella, achicando en línea sin marcar a los lanzadores ni a los receptores. Una enorme locura.
Para bien o para mal, el partido tuvo unos cuantos protagonistas principales en los que vale la pena poner la lupa. Equi, sin dudas un 5 con destino de Europa y de Selección, jugando de Medina mejor que el propio Medina. Llegando al área voraz y limpio, con o sin la pelota, para asistir o meterla, de zurda o de derecha. El mismo que se había dormido en el primer gol de Central Córdoba fue el responsable de rescatar a Boca del infierno que se venía si llegaba otra derrota. Merentiel, indomable, cada vez más completo, capaz de pivotar o llevarse a la rastra a una defensa entera, autor de dos goles de zurda pese a su condición de diestro. Pol Fernández, todocampista como nunca, cuidándole las espaldas a Equi y hasta jugando de 2 en una decisión rarísima de Martínez ante la salida de Advíncula. Romero, con culpa en los dos goles, lento, duro, falto de reacción, cometiendo errores conceptuales preocupantes e improbables en un arquero de su edad y trayectoria (el regalo del primer palo en el 1-0 es para explicarles a los arqueros qué es lo que no se debe hacer). Martínez, que otra vez recompuso al equipo para ese segundo tiempo casi perfecto luego del parche inédito con el que rearmó la línea de fondo tras la salida del peruano: Di Lollo-Pol-Mendia-Blanco, más Saracchi de volante por izquierda y Zenón por el otro lado. Para el segundo tiempo, retocó y puso a Saracchi de 4 (más que aceptable rendimiento, incluso con algún cierre salvador), volvió al medio a Pol y liberó a Equi, que terminó siendo la llave de la remontada.