Boca está otra vez en cero
Por sus propios errores de equipo verde y con un DT sin reacción, se quedó sin su objetivo principal y está mal parado en la Copa. Lema no es el único culpable.
Riquelme no es de esos tipos que crean en los merecimientos, o que los valoren por encima de un resultado. Boca es por mandato histórico "Deportivo Ganar Siempre" y el que no entienda esa filosofía, no entiende al club. O es hincha de otro equipo y no se dio cuenta. Una declaración de principios propia: prefiero ganar sin saber cómo me llamo a perder como perdimos contra Estudiantes. Una derrota humillante. Aplastante para el ánimo. Dolorosa. Cruel. Que va a dejar secuelas.
Una
de las cosas que Estudiantes hizo mejor que Boca es no haber contratado
a Lema, por ejemplo. Es fácil caerle, pero también es inevitable. En el poco tiempo que lleva "jugando" con estos colores, nos
costó al menos cinco goles: uno de Lanús, el de San Lorenzo, uno de
Racing, el de River en el Monumental, el de esta semifinal con
Estudiantes. Ahora, cambiando levemente la sabiduría popular, la culpa no es del burro sino del que le da de comer. Lema
juega porque lo contrataron, porque los que había antes (Roncaglia,
Valdez) eran horrorosos y porque no hay mucho más. No se entiende por
qué Figal está jugando tan mal, Anselmino es un pichón de crack pero
está lesionado y a
Valentini, insólitamente, lo colgaron en pleno campeonato. Una burrada
digna de Lema, aunque en este caso de una dirigencia que ha hecho del
arte de no saber negociar una marca indeleble de gestión. A ver,
nadie dice que Valentini sea Samuel. Ni siquiera puede armar la zaga con
Rojo porque es difícil jugar con dos zurdos atrás, pero la cuestión
pasa por el fondo: colgarlo en este momento es una autoflagelación innecesaria que sufre más el plantel que el jugador.
Hasta la guasada final de Lema (penal como para cárcel, no para doble amarilla y roja), el partido era uno. Después, cambió para siempre. Pero en realidad, la jugada que terminó en el empate de Estudiantes marcó la profundización de una tendencia: ellos se habían metido en el partido y Boca defendía una ventaja exigua peligrosamente atrás. Imcomprensible, sobre todo luego de un primer tiempo en el que el equipo hasta se había quedado corto con el 1-0. Por qué Boca cambió tanto de un tiempo a otro, es un misterio. Por qué Martínez no reaccionó refrescando al equipo, es otro. Podría pensarse que no confiaba en los jugadores que tenía en el banco, pero hay al menos dos a los que utilizó con frecuencia y que en varios partidos dieron la talla: Saralegui y Langoni. Ninguno de los dos entró. No sólo eso. Apremiado, desbordado emocionalmente sobre todo luego del 1-1, el técnico terminó quedándose con tres cambios adentro.
Que a Lema lo iban a echar era algo que podía adivinarse desde la estupidez que había hecho en el primer tiempo de ir a meterse en un quilombo que no era de él, siempre para mostrar esa cara de guapo llena de cicatrices. ¿No vio venir Martínez el riesgo de tenerlo amonestado? Como sea, una vez echado el 2, entró Figal pero salió ¡Medina! Con lo que el medio quedó descompensado. Y para arreglarla, al DT no se le ocurrió mejor idea que poner a Campuzano, uno de los jugadores más inútiles de todos los que pasaron por el club en lo que va del siglo. Lo que correspondía cuando salió Medina, era que dejara la cancha Cavani, que había tenido un muy mal partido y no estaba para bancarse ser el único punta. Pero "¡hay que sacar a Cavani!", diría Demichelis. Cuando la estatura de los técnicos es inferior a la de sus jugadores, tenemos un problema. Tan pobre había sido lo del crack uruguayo que hasta entró en la provocación de un resentido como Zuqui -que fracasó en Boca y tiene que conformarse con jugar en un equipo chico. Pero volviendo a Martínez: si no se animaba a sacar a Edi y de ningún modo podía salir Merentiel, el tipo a descartar era Pol Fernández, que sigue sin explicar su presencia en el once titular.
Para ese final caliente, Boca habría necesitado de cuatro o cinco Equi Fernández (un monstruo) y tal vez así se hubieran equilibrado un poco las acciones. Porque si bien Estudiantes no peloteó a Boca, el ping pong terminó igualado en seis llegadas por lado. Y si bien la mayoría de las opciones del Pincha fueron 11 contra 10, nada las invalida. Ahora bien, ¿el ping pong es la verdad revelada, la Biblia del fútbol? No, pero sirve para entender que frente a los arcos, que es donde se definen los partidos, fue todo muy parejo.
A la salida, los hinchas tenían una calentura que volaban. Algunos preferían no hablar y otros saltaban con que "lo importante es que le ganamos a River". Es difícil lavar en público los trapos sucios. Es de esperar que esas declaraciones fueran hijas de la sangre hirviendo, porque de lo contrario marcaría lo abajo que nos vinimos. Que ganarle un clásico al rival al que le ganamos toda la vida sea lo único rescatable del semestre, habla a las claras de nuestra pobreza. Pero también marca una realidad alarmante: Boca se jugó todo a esta Copa de la Liga relegando la Sudamericana (hasta ahora puso siempre suplentes y dio pena en dos de los tres partidos) y se quedó sin nada. Ni título local, ni clasificación a la Libertadores, y en la Sudamericana habrá que pelearla: ¿quién dice que podemos ganarle un repechaje a alguien si no podemos con Estudiantes? Y una reflexión más alarmante: ¿por qué estamos tan desesperados por volver a la Libertadores? ¿Para hacer estos papelones en un mata-mata? ¿Estamos preparados o seguiremos confiando en las manos de Romero, que alguna vez, como ésta, pueden fallar?
Boca está en cero, muchachos, otra vez. Martínez perdió todo el crédito que había ganado. Hizo cosas buenas, sí: el equipo es más agradable a la vista, ganó algunos clásicos. Pero si eso no se cierra con un éxito rotundo... Esto es Boca, no Tigre, Martínez. ¿Cómo vas a decir que hicimos una buena Copa de la Liga? ¿Dónde vivís? Muy a pesar de aquellas agradables sensaciones que nos transportaban por algunas formas a los tiempos de Barros Schelotto, somos mucho menos de lo que pensamos.
El otro día recordamos, en ocasión de su cumpleaños número 75, algunas verdades de Bianchi. Una de ellas, muy conocida, dice que con jugadores apenas buenos pero inteligentes se puede ser campeón. Pero que en cambio no se gana nada con los que son muy buenos pero boludos. Él no lo dijo así porque es muy francés, pero es una traducción confiable. Este Boca está verde (evitaremos decir que es un equipo boludo para no repetir). Para un equipo lleno de bichos como Estudiantes es una masita.