REAL SOCIEDAD-REAL MADRID / Güler se apunta a la fiesta
Un gol del turco en su primera titularidad en Liga deja al Madrid a cuatro puntos del alirón. Modric lideró a los suplentes. Los blancos ganaron al trantrán a una Real sin puntería.
El partido tuvo un prólogo lujoso. Bajo la lluvia, la Real homenajeó a David Silva, mago canario, después de nueve meses de añoranza por su retirada. Imposible no llorar una pérdida así, inevitable ovacionarle como lo hizo Anoeta. Ya era de oro y brillantes antes de que le pusieran la insignia. Luego, la Real, que hace tiempo se debe una disculpa a sí misma por la semifinal copera perdida, se fue a por el Madrid con el estado de necesidad que se le supone y ahorrándose los preliminares: primera presión ambiciosa, Kubo y Barrenetxea abanicando las bandas, Merino y Zubimendi, gente de orden, para encoger a un rival desfigurado y una defensa adelantadísima para recortar espacios. Barrenetxea abrió el fuego con un centrochut picante y un disparo desviado que se perdió entre el aguacero.
Lo importante antes que lo urgente. Ese mensaje dejó Ancelotti en una alineación con nueve cambios respecto al Clásico, el banquillazo extremo que le permite la clasificación. El Madrid tenía seis balas para hacer dos blancos y medio y el de Anoeta no le pareció ni el más oportuno ni el más sencillo. El equipo necesitaba un cierto proceso de descompresión tras escalar dos ‘ochomiles’ en media semana y su técnico puso a los improbables en lugar de los imprescindibles, a los que precisará frescos de piernas y cabeza en Múnich.
Una llegada, un gol
Según avanzaban los minutos y la lluvia, la Real se volcó sobre Kubo, un futbolista mucho mejor que el que vendió el Madrid. Siempre anduvo en la línea de gol del primer equipo sin cruzarla. El club blanco se guardó la cláusula del por si acaso (un 50% de sus derechos) porque siempre sospechó que explotaría. Ahora lo ha hecho, pero para su papel sobran jugadores en el Bernabéu. Un disparo suyo sin demasiado ángulo lo sacó junto al palo Kepa, ángel caído. Tardó en volar otra amenaza sobre su marco, pero llegó. Un zapatazo de Turrientes rozó la escuadra.
El Madrid se cobijaba en un 4-4-2, con Arda Güler en la banda derecha. De él solo se habían visto hasta ahora unas cuantas delicias turcas (gol al Celta, penalti provocado ante el Girona, ocurrencia desde 50 metros en Pamplona inconclusa por un pelo y por un palo, algún doble tirabuzón en los entrenamientos) y en el partido andaba agazapado, pero mandó a la red la primera que le llegó. Un centro raso y potente de Carvajal cruzó el área sin intercepción realista y lo empalmó el turco de izquierda para colar el balón entre las piernas de Remiro. Para entonces ya se había mudado a la posición de mediapunta, traje a su medida. El Madrid no había dejado hasta entonces ninguna huella en área realista.
El gol precedió al lío. Kubo empató tras una falta indiscutible de Barrenetxea a Tchouameni. Se la tragó el colegiado de campo y le salvó la cara el del VAR, balear de apellidos extraídos de un once del Barça: Busquets Ferrer. Anoeta, que no le guarda simpatía a Munuera, ardió de indignación sin razón. Fue una mezcla de enfado y frustración, porque una Real notablemente superior se veía por detrás en el marcador casi inexplicablemente. O no tanto viendo la capacidad del Madrid para guarecerse esta temporada.
Más titulares, mismo ritmo
La segunda mitad amaneció con un remate raso de Turrientes que sacó Kepa junto al palo. No resultó un indicio, porque el encuentro se volvió más equilibrado. Kubo perdió tracción, Barrenetxea empezó a desaparecer y Modric se metió el partido en el bolsillo. El croata camina en contra de la edad y de la lógica: su final de temporada es infinitamente mejor que el principio. Suele ocurrirles a los veteranos, cuyo motor de arranque se ralentiza. Anoeta le despidió en pie. Es un futbolista apto para todos los públicos.
El Madrid no creaba oportunidades pero ahora se protegía con la pelota, mancomunadamente, achicando a la Real. Poco a poco, Ancelotti fue metiendo a algunos de los que serán titulares en Múnich. Vinicius y Valverde, al que dejó maltrecho de un tobillo Merino (también lo pasó por alto Munuera, afónico de silbato de principio a fin), fueron los primeros. Rüdiger y Camavinga, los siguientes. La sacudida llevó a Nacho como marcador de Kubo. Fue la preparación para resistir la embestida final de la Real, que volvió a la casilla de salida, el dominio abrumador y una presencia constante en el área de Kepa, segurísimo. Rüdiger desvió milagrosamente una vaselina de Oyarzabal, Becker, otro recién llegado, soltó un latigazo que sobrevoló el larguero. Todo quedó en el casi. Lo que le falta al Madrid para ser campeón aritmético.