Esa es la sensación que le quedó a la gente del
Billo, y bueno, tampoco vamos a contradecirlos. Paradójicamente, están
afuera. Y el que sigue es papá Boca.
TyC
Boooca, Boooca, Boooca. Si de eso hablara el filósofo de Fuerte Apache, diría que todo volvió a la normalidad. Boca eliminó a River por tercera vez consecutiva. Lo dejó afuera. Le ganó una final, porque en definitiva todos sabemos que los partidos de mata-mata entre Boca y River no tienen mañana.
Boca sigue y River se va a casita. Es una alegría grande que nos
debíamos, ganarles en los 90, sólo para que se callen un rato. No es que
reneguemos de los penales, que es donde más grandes hay que tener los
huevos, pero ya que ellos se quejaban, ahí lo tienen.
Lo increíble de la situación es que el tipo que los sacó, en buena medida, es el mismo que los hubiera sacado en los penales: Chiquito Romero tapó un pelotón impresionante, algo que Rinus Micho definió como "una pelota parada trabajada" (me pregunto si había arreglado con Lema para que le rebotara)
y ése fue uno de los puntos de quiebre de un partido que tuvo varios.
El primero ocurrió cerca de los 25 minutos, cuando Martínez se dio
cuenta de que había demicheleado, que había pifiado el parado inicial
por el solo hecho de pensar más en ellos que en nosotros, y cambió de
lugar a Zenón, a quien había mandado a flotar por detrás de los
delanteros. Armó entonces una línea de cuatro lógica en el medio, Zenón volvió a la izquierda para juntarse con Blanco y ahí se terminó River.
Es cierto que el gol llegó por el otro lado, después de una pared entre
Advíncula y Saralegui en la que el peruano fue a fondo y la puso para
la entrada de Merentiel, pero ya River hacía agua y Boca había tomado el
control del partido para no soltarlo más. El empate, en el descuento del primer tiempo, fue un golpe de muerte para un equipo que parece frágil de espíritu. Y ese fue el segundo momento clave. Del tercero ya hablamos (la pelota que sacó Romero), y el cuarto fue el 3-1 que los liquidó.
Toda
la ruta 9, toda la 8, son una fiesta, la caravana de la alegría. En
Córdoba, el fernet riega la noche que se extiende. Los gritos se
repiten, los abrazos se prolongan, hay un indisimulable orgullo en el
pecho porque Boca ganó bien. Muy bien. Lo hizo pedazos de a poco con fútbol y sin perder la esencia combativa que se lleva en la sangre. Hay
también, alivio, una tranquilidad que hacía tiempo no se sentía. A ver,
Boca está lejos de ser imbatible, pero no se lo van a llevar puesto. Este es un Boca que impone condiciones desde la prepotencia y la agresividad bien entendidas
(no el manotazo al cuello con el que Rojo se sacó de encima al
vendehumo de Borja). En el fútbol también hay un rumbo claro que manejan
Zenón y Medina (ausente esta vez, cómo se lo extraña). Y entonces hay
un espacio para creer, porque encima cuando el grupo no responde con su trabajo, responden los nombres, como reconoció el mismo Martínez en conferencia.
En
los nombres, claro, vale la pena detenerse. En la calidad de los
nombres. Podríamos parar en todos, porque cada uno tiene lo suyo. Pero
hay algunos que son los padres de esta victoria. Romero, está dicho. Merentiel, con el que no todos estábamos de acuerdo y que jugó el partido de su vida, una Bestia descontrolada. Cavani, que se sacó la espina del gol a River:
me gustaría escuchar ahora a los boludos que se burlaban de él en el
Mudomental y que después le pedían fotos. Esto es un 9 de jerarquía. Advíncula, un animal, uno de esos tipos a los que elegirías para que cuide tus bienes más preciados:
asistió en el primer gol (calcado al de Medina en Núñez pero con
desborde desde el costado opuesto), hizo rebotar a todos los que
chocaron con él. Zenón, un 10 como hacía rato no teníamos,
alguien que había quedado en deuda en la fecha de clásicos y que pagó
la cuenta con propina y todo. Y afuera... Bueno, lo de afuera se
extrañaba, porque no
hay nada más lindo que verlos enfrente, como una postal, en silencio
atroz, con el ánimo roto. En serio, muchachos, hagan algo. No tengan
miedo, pueden cantar. Cuando van perdiendo también se puede, eh. Enséñenles
a los más pibes, hay que bancar en las buenas y en las malas. Lo de la
hinchada de Boca no fue extraordinario: fue lo de siempre, nada nos
sorprende. Volverá a pasar el lunes, contra Estudiantes, y algunos
mirarán con asombro lo que para nosotros no es otra cosa que el día a
día.
Y
bueno, para finalizar, habrá que meterse (pero sólo al final, como
verán) con lo que ellos ponen en foco para desenfocar lo que realmente
importa, que es esta dolorosa derrota. Veamos: no lo dice el Var, no lo
dicen tampoco los hinchas de Boca. Sí lo dicen los de River: ellos dicen que entró toda,
y vamos a confiarles. Nadie cree que nos estén mintiendo. Ante la falta
de instrumental acorde para medir, uno se guía por sensaciones, y ellos sabrán lo que sintieron. ¿Quiénes somos nosotros para decirles lo contrario?
La cuestión es que, paradójicamente, entró toda y están afuera. Tachales la Copa de la Liga. El gran Rinus
Micho, que no había perdido ningún clásico hasta ahora, justo fue a
perder el importante, ¿podés creer? Y si antes lo lapidaban, no puedo
esperar a ver lo que pasa ahora. Lo echamos, muchachos. Van a decir que
no, van a tomarse diez días, un mes y medio, lo que sea para que no
quede tan feo, para no admitirlo, pero lo rajamos nosotros. Es el
tiro de gracia. Esa es la nota negativa del día. Lo cerca que quedó el
DT con ínfulas arias de que le den una patada en el orgullo. Sería una
pena. Quisiera que esto dure para siempre.