La derrota interna: este River es menos de lo que debería ser
Una derrota cuestionable desde el VAR pero incuestionable desde el juego evidencia el problema de fondo del equipo de Demichelis, hoy inferior a Boca. Con la pretemporada de enero desaprovechada, ¿este equipo está para pelear la Copa Libertadores?
Después de muchos años, tal vez una década, Boca juega mejor que River y ésa es, lógicamente después del dolor por el resultado, la sensación más incómoda que dejó este domingo: lo que se había insinuado en algunos minutos del empate de febrero en el Monumental, quedó ratificado en la mayor parte de este clásico en Córdoba.
¿Este equipo está para ganar, o por lo menos para pelear hasta el final sin depender del azar en el fixture, su quinta Copa? ¿Tiene los jugadores de categoría internacional para hacerlo? ¿Cuenta con el técnico indicado? Y otra pregunta no menor: ¿Por qué la dirigencia dejó pasar el mercado de pases de enero? Si los campeonatos se ganan o se pierden en las pretemporadas, la de River en este verano sumó una mala detrás de otra. Puede entenderse en que eran épocas en las que el gol de Keneddy aún tenía efecto embriagador.
Quedar eliminado por Boca nunca resulta gratis pero es una posibilidad que forma parte del menú. La inquietud adicional, que se transforma en el problema de fondo, es el problema interno, puertas adentro: este River es menos de lo que debería ser. Desde ese punto, y sin quitarle mérito al actual subcampeón de la Copa Libertadores, River también está perdiendo contra River.
Por un lado, la derrota no debe borrar lo positivo que también tiene el ciclo de Martín Demichelis, incluso en este comienzo de 2023: terminó primero en el grupo (de chiripa, es cierto), ganó un título y arrancó con puntaje ideal en la Copa Libertadores. Cualquier crítica que omita esas buenas noticias pueden sonar a la elección del vaso medio vacío.
Lo mismo, también, como a veces los centímetros en el fútbol juegan como la fortuna en los lanzamientos de dados: el hombre mejor ubicado para saber si había sido gol o no el despeje involuntario de Cristian Lema, para el 2-1 a favor de River, era el árbitro asistente, que vio la pelota detrás de la línea.
Por la falta de una cámara a la altura del córner, el VAR no tuvo forma de comprobar si había sido gol o no pero igual decidió anularlo desde Ezeiza: cobró “no parece gol”. En otro caso sería un escandalete pero sería más honesto mirar la película completa en vez de la foto: hoy River debe preocuparse por un mejor River.
Es un técnico con buenas intenciones que no logra sostener tres partidos con aciertos plenos, ya sea en la formación del equipo o en los cambios. En Córdoba, Boca le volvió a ganar el mediocampo y apostó a soluciones equivocadas, como sacar al Diablito Echeverri. Hace falta un plus de convencimiento que Demichelis no entrega con la periodicidad necesaria y, tal vez, no tenga. Sin embargo, quedarse sólo con el entrenador sería una simplicidad.
Ojalá sea una observación equivocada (una más de quien escribe), pero la mayor parte de la defensa no parece ofrecer las garantías internacionales necesarias para avanzar en la Copa hasta las etapas decisivas. River necesita reforzar los laterales y el primer marcador central: sólo Paulo Díaz tiene nivel de selección. De sus compañeros de zaga de ayer no se puede decir lo mismo. La economía del país limita mucho pero el club festeja superávits.
También el mediocampo quedó desnudo. Y la falta de variantes en ofensiva, con demasiada dependencia de Miguel Borja. En la comodidad por la derrota de Boca en Río de Janeiro, la dirigencia no aprovechó –más bien desperdició- el mercado de pases de enero, como corolario de una pretemporada con partidos bajo cero, en canchas de césped sintético, entrenamientos suspendidos, varios lesionados y refuerzos que no refuerzan o a destiempo.
Hacía falta un lateral derecho pero Agustín Sant’Anna llegó tarde y pasó al ostracismo tras el primer clásico del año. Pensar en Nicolás Fonseca como el sustituto de Enzo Pérez sería inverosímil si no fuera que está delante de nuestros ojos. Y Rodrigo Villagra llegó sobre el final del mercado, a cambio de una cifra estratosférica, y amaga pero aún no termina de ser el mediocampista central que River necesita.
El Monumental hablará el 14 de mayo, tras las visitas a Paraguay y Uruguay, en el partido ante Táchira. Con el pase a los octavos de final de la Libertadores por ahora encaminado, el parate por la Copa América tras la primera fase se parecerá mucho a un momento de repensar el GPS de este River, no sólo golpeado por la eliminación, sino también con esa amarga sensación de no ser lo que debería.
Así, hoy, sin retoques, es difícil vislumbrar grandeza en lo que queda de 2024.