Independiente y Talleres se quedaron afuera después de un empate a pura locura
Igualaron 2-2 en Avellaneda y ninguno pudo clasificarse a los cuartos de final de la Copa de la Liga
Ocurre en infinidad de ocasiones: hay acciones puntuales ajenas a desarrollos o estrategias tácticas que cambian partidos, deciden trayectorias y definen destinos, y la húmeda y ventosa noche de Avellaneda tuvo un buen puñado.
La primera ocurrió en la prolongación de la primera mitad. Ganaba el Rojo 1 a 0 merced a un muy buen gol de cabeza de Adrián Spörle a los 33, cuando Miguel Navarro calculó mal un centro desde la izquierda y despegó el brazo para tapar el remate de David Martínez. Penal y segunda tarjeta amarilla para el lateral venezolano. Alexis marcó el gol y el Rojo creyó que todo estaba decidido. Se equivocaría feo.
La segunda tuvo lugar a la vuelta del vestuario. A los 4 minutos, Federico Girotti recogió la pelota volcado sobre la izquierda a unos 25 metros del arco, probó el disparo y el roce en el mismo Martínez produjo un efecto que se metió por encima de Rodrigo Rey.
El descuento impensado -Talleres no había inquietado en ningún momento durante la etapa inicial- desestabilizó a Independiente. 120 segundos más tarde, marcó muy mal el fondo local y Gastón Benavídez puso de cabeza el 2-2 que sería definitivo.
Todos los fantasmas de Independiente resurgieron entonces en un abrir y cerrar de ojos. Los últimos largos años del club, al margen de otras cuestiones conflictivas, se caracterizaron por un paradigma impensable en épocas de festejos y glorias: la inusitada frecuencia de fracasos en partidos decisivos. Salvo el oasis de la Copa Sudamericana 2017, la sucesión de fallos en días claves pueden abarcar desde el ya lejano choque contra Patronato durante el año en la B Nacional (la victoria le daba el ascenso; el empate lo empujó a una angustiosa final ante Huracán) a la más reciente derrota en Córdoba frente a Talleres en la Copa de la Liga 2023. Ahora agregó una más.
La enésima frustración desató la ira de los agotados hinchas del Rojo, que descargaron su bronca contra la comisión directiva, tal como ha sucedido con todas las anteriores desde el comienzo de este siglo.
En esta ocasión, el golpe tuvo un componente extra. Nadie, al final del primer tiempo, podía imaginar que tras 45 minutos más que aceptables del local y frente a un rival con un jugador menos cabía lugar para la reacción. En ese lapso, los jugadores del Rojo habían gestionado bien la pesada mochila de ser depositarios de más de 20 años sin títulos locales, y también su responsabilidad de llegar urgidos a esta instancia debido a su irregularidad en el juego durante las 13 fechas anteriores.
El peso pareció esta vez servirles de aliciente a los dirigidos por Carlos Tevez, que incluso había acertado con un planteo táctico diseñado para desarmar las claves del rival. El Tata Martínez, habitual suplente de Iván Marcone, fue su reemplazante en el encuentro en Banfield, cuando el capitán no pudo estar, afectado de dengue. La reaparición de Marcone le permitió al técnico juntar a ambos en la mitad del campo, y la fórmula le rindió beneficios durante toda la primera parte.
En ese tramo, Independiente le sumó a su ambición orden para recuperar la pelota en el medio y profundidad por afuera con Spörle y Mauricio Isla para lastimar al conjunto cordobés. La buena dirección de Marcone, la voluntad de Canelo y las apariciones de Lucas González llevaron el juego a las cercanías del área de Talleres, y el 2-0 parcial resultaba indiscutible.
Hasta que todo giró de golpe en el arranque de la segunda mitad y abrió las puertas de la locura. Porque los dos necesitaban ganar. A puro nervio el dueño de casa, con más cabeza la visita tuvieron sus chances. Un offside milimétrico anuló el 3-2 marcado por Girotti a los 44; dos atajadas excelentes de Guido Herrera ahogando los gritos de Joaquín Laso e Ignacio Maestro Puch en el descuento y dejaron las cosas en parda.
Sumó una decepción la T, añadió una mancha más a su historial Independiente. Las consecuencias prometen ser bien diferentes. Porque el fútbol y la vida siguen, pero las circunstancias, que no son las mismas en Avellaneda que en el Barrio Jardín de la Docta, marcarán el futuro a corto plazo una vez que baje la espuma de un partido demencial.