El Alavés zarandea a un muerto

El Atleti alarga su ‘semana horrible’ en Vitoria donde perdió ante un serio Alavés que casi asegura su permanencia. Goles de Benavídez, al inicio del partido, y Rioja, al final, una potente y certera volea. Gran partido de Giuliano. El Atleti, preso de su cabeza y su falta de contundencia en las áreas.

Patricia Cazón
As
El Atleti sigue de pie pero en realidad no. En realidad está muerto, sigue en el suelo. La eliminación europea continuó en la Liga. El Simeone del futuro ahondó en la depresión del padre, en la caída de un Atleti que grita ácido láctico, con la cabeza llena de piedras. El partido comenzó a trompicones y acabó con un trompazo. El Cholo boqueando en la orilla mientras el Cholito alzaba al futuro el puño triunfal. Su titularidad y no la de Samu fue el arma con la que Luis García le dio el golpe.

El partido fue de pierna dura desde el inicio, con jugadores más tiempo por el suelo que jugando. Guridi y Javi López ya tenían amarilla antes del 5′ y el Atleti, con toda la temporada perdida ya, regresaba al verde fuera, porque quizá la culpa de los malos resultados lejos del Metropolitano no la tenga el color de la camiseta. Solo quizá. El Alavés salía a falta por jugada mientras Simeone vivía una primera vez como técnico: enfrentarse a uno de sus hijos, a Giuliano, titular por sorpresa en un Alavés sin sus extremos habituales pero con Gorosabel ejerciendo de tal. El Atleti, que sentaba a Witsel y le faltaba Morata, mostró en su área la contundencia que habitúa. Ninguna. La primera vez que el Alavés llegó ante Oblak se fue con un gol.

Se estiró el portero para tratar de atajar esa pelota que volaba en rosca hacia su portería desde la bota de Benavídez. Había golpeado el uruguayo desde la frontal. Después de que Giuliano peleara un saque de puerta que deshizo a los hombres de su padre. A Oblak se le han escapado todos los milagros de los guantes. Luis García había cogido la autopista que tantos otros para llegar fácil a sus pies: la espalda de Nahuel. El argentino solo sabe hacer dos cosas: o dársela a Savic o perderla. Casi siempre es lo segundo. Lo que resulta llamativo es cómo a unos (Reinildo) le pesan los errores más que a otros en este Atleti. El Cholito, mientras, a la suyo.

Perdonó Giuliano el segundo al rematar alta una pelota que le había regalado Savic. Le segó en la jugada siguiente, jugándose la amarilla, cuando se dirigía de nuevo hacia Oblak. El Alavés iba en moto. Conducía Giuliano. El Atleti, en muletas. La mayor diferencia sobre el verde era esa. A su alrededor se jugaba un partido pero su cabeza, quizá, seguía allá donde aún gritaba. La Champions, el martes, la eliminación. Se movían pero no. Sin ganas, sin fuerzas, sin ideas. Cuando los del Cholo cruzaban la línea del centro con la pelota ya no sabía qué hacer ante un Alavés compactado, al que no le salía una grieta.

A los pies del Cholito

Giuliano era un incordio, el mejor del Atleti sin ser del Atleti esta vez, claro, cedido en el Alavés. Rápido y vivaz, una guindilla en todas partes. El Atleti dolía a los ojos, por su incomparecencia, su nada absoluta, más sombra que equipo de fútbol. Solo Lino intentaba. Solo Giménez peleaba. Pero como un fuego fatuo que brilla antes de que la vida se esfume del todo. Y pudo ser más grande la herida al descanso. Porque Gil Manzano decretó penalti por una mano de Azpilicueta, que peleaba con Kike en el área, pero el VAR corrigió lo que otras veces no: el balón le golpeaba al navarro en el brazo de manera involuntaria tras su despeje de cabeza. Hasta Griezmann parecía un primo lejanísimo de Griezmann. Impreciso y terriblemente errático. Ni los córners era capaz de lanzar bien.

El Alavés regresó compacto y sin sufrir, solo con oficio, intensidad y esfuerzo. El Atleti, enfrente, sin ninguna de las tres cosas resultaba tan predecible que era fácil desarmarle, como cuando se le quita a un niño una pistola de agua. El partido era bronco, difícil al ojo y otra película de terror (en verde) de los rojiblancos. Qué largas se le van a hacer las seis jornadas de Liga que quedan, sin la próxima Champions aún por cerrar. Pasaba tiempo que no fútbol. Zarpazos al aire de un Atleti incapaz.

Su primera ocasión real llegó en el 77′, solo tuvo que combinar, con un buen pase final de Nahuel hacia atrás que remató Lino. Sivera atrapó pero el Atleti se había apostado ya en su área tratando de arañar el empate: había regalado una hora de partido cuando quiso ponerse a jugar. Lo buscó el Cholo con el debut de Abde y el desequilibrio de Correa. Estaban los de Luis García empotrados, sintiendo su aliento en la oreja. Pero Sivera aguantó. El Atleti, con Riquelme de carrilero derecho, Reinildo arriba y ordenado 4-4-2 jugaba escapando al bochorno, al menos digno. Pero en el área contraria su contundencia fue de nuevo agua. Y así es fácil ahogarse. De la de Oblak hacía Rioja la última foto: un remate de volea a un centro llovido de Carlos Vicente. Gol. 2-0. Por la salvación. Con el Cholo del futuro zarandeando al padre sin pulso. Y sin necesidad de que jugara Samu.


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