Boca vs. River, el superclásico en modo eliminatorio: una costumbre de este siglo con un historial parejo
Será el décimo cruce de este tipo desde el 2000 y el octavo en los últimos diez años; siempre que debieron llegar a la instancia de los penales, Boca fue el dueño de la clasificación.
Seguramente, en esos 57 años de nueve duelos cruciales, el de mayor peso quedó en la retina xeneize con aquella final por el Torneo Nacional 1976 que Rubén Chapa Suñé selló en favor de Boca mediante un tiro libre tan rápido como fantástico en el Cilindro de Avellaneda. Sin embargo, como es lógico, los disputados en la era moderna son los que más frescos están a la hora de repasarlos.
Un muletazo tan subestimado como emocionante
Llenos de confianza por el primer puesto que lograron en sus respectivos grupos de la Copa Libertadores 2000 y tras haber ganado holgadamente los octavos de final (globales de 5-3 para Boca ante El Nacional, de Ecuador, y 5-0 de River frente a Cerro Porteño, de Paraguay), eran cuartofinalistas y se encontraban por primera vez en una llave eliminatoria de semejante certamen. En el Monumental se disputó la ida y se la quedó el local por los goles de Juan Pablo Ángel y Javier Saviola, que rompió la paridad de un gran tiro libre de Juan Román Riquelme.
Sin embargo, en la Bombonera apareció el show azul y oro por la anotación de Marcelo Delgado, un penal nuevamente convertido por el entonces N°10 y el “Muletazo” de Martín Palermo: tras seis meses de inactividad por una rotura de ligamento cruzado y la chicana de Américo Gallego (“Si ellos ponen a Palermo, yo pongo a Enzo [Francescoli, en ese momento ya retirado]”), Carlos Bianchi lo mandó al campo el último cuarto de hora y el ‘9′ selló la goleada (3-0) y clasificación a semifinales con un giro y zurdazo inolvidable. El “Xeneize” terminaría obteniendo el tercer título continental.
Una “Gallinita” y un “Pato”
En la edición de 2004, nuevamente quedarían punteros en la primera parte del torneo. Mientras que River necesitaría los penales para superar en los octavos a Santos Laguna, de México, y manejaría serenamente la serie de cuartos ante Deportivo Cali, de Colombia, Boca iría a la inversa: primero borró fácilmente a Sporting Cristal, de Perú, pero se impuso desde los doce pasos frente São Caetano, de Brasil. Las definiciones desde el tiro penal parecían ser un anticipo: la semifinal los reunía cuatro años después.
Con un cabezazo, Rolando Schiavi llevó a Boca a la revancha en el Monumental con la ventaja mínima de la ida. En Núñez, Luis González igualaba la serie con un bombazo, hasta que los goles agónicos le agregaron dramatismo a la historia. Un veinteañero Carlos Tevez definía de zurda a falta de dos minutos para el final, se sacaba la camiseta y hacía el festejo de la “Gallinita” que le costaría la expulsión. El enmudecido estadio millonario estallaría en la última jugada del encuentro con el gol de Cristian Nasuti. En los penales, Maximiliano López sería el único en fallar de la serie y esa atajada de Roberto Abbondanzieri pondría al Boca de Bianchi en una nueva final continental que luego perdería ante Once Caldas, de Colombia.
Una década y el comienzo de una era
Debieron pasar más de diez años para ver a River y Boca definir un mano a mano. Fue en la semifinal de la Copa Sudamericana 2014. El equipo por entonces dirigido por Marcelo Gallardo dejó en el camino con mucha autoridad a Godoy Cruz, Libertad –de Paraguay- y Estudiantes, mientras que aquellos hombres de Rodolfo Arruabarrena habían resuelto fácilmente los cruces de primera ronda con Rosario Central y el de cuartos de final ante Cerro Porteño, aunque Deportivo Capiatá (también de Paraguay) lo forzó inesperadamente hasta los penales en los octavos. Ambos con ciclos en plena formación, debían definir al finalista: tras la igualdad sin goles en La Boca, la zurda de Leonardo Pisculichi en el Monumental bajaría el martillo en favor del “Millonario” y daría el puntapié a una etapa riverplatense en la que, además de títulos importantes, impuso supremacía ante el máximo rival. Tras eliminarlo, fue campeón frente a Atlético Nacional, de Medellín.
La triste noche del gas pimienta
La Copa Libertadores aún no presentaba sorteos para definir las llaves eliminatorias cuando en 2015 se dio el contraste entre Boca y River: se cruzaban los primeros puestos de las zonas de grupos contra los segundos, enfrentando –en orden- al de mejor rendimiento contra el peor. Los de Arruabarrena habían ganado los 18 puntos ante Montevideo Wanderers (Uruguay), Palestino (Chile) y Zamora (Venezuela), siendo el mejor de todos; los de Gallardo, por su parte, acumularon apenas un triunfo en seis encuentros (Tigres –de México-, San José –de Bolivia- y Juan Aurich –de Perú-) y, con siete unidades, fueron los más flojos de los clasificados. Había superclásico.
En Núñez, el penal de Carlos Sánchez le dio la ventaja a River de cara a la vuelta. En la Bombonera todo era ajustado, el primer tiempo terminó sin goles y se esperaba mucha acción para el complemento. Hasta que sucedió lo impensado: cuando el visitante se disponía a ingresar por la manga, Adrián Napolitano (conocido como “Panadero”) les lanzó el famoso gas pimienta que hizo arder los ojos de los futbolistas de River, los ahogó y terminó con la suspensión del encuentro. Posteriormente se produjo la eliminación boquense de la competición por decisión de Conmebol e impulsó a su clásico a terminar siendo campeón de América tras 19 años.
Mendoza, parte de un 2018 riverplatense
Sin dudas, 2018 es el año imborrable para el hincha de River por lo que sucedería en diciembre. Sin embargo, varios meses antes se produciría un trailer muy especial. Aquel 14 de marzo fue motivo de exaltación: la Supercopa 2017 los juntaba en un nuevo mano a mano, pero esta vez por un título en juego. Boca se había quedado con la Superliga 2016/2017 y la “Banda” se había coronado en la Copa Argentina 2017. En condición de campeones, había que definir al mejor. En el estadio Malvinas Argentina de Mendoza, River demostró autoridad y contundencia, y lo venció por 2-0 con goles de Gonzalo Martínez, de penal, e Ignacio Scocco.
Madrid, testigo del superclásico más importante
La Copa Libertadores 2018 tuvo de todo en materia de Boca y River. Destacada, por sobre todas las cosas. Hasta la final que los juntó, los dirigidos por Guillermo Barros Schelotto habían perdido un solo encuentro de los doce disputados (ante Palmeiras, en la zona de grupos), al igual que los conducidos por Gallardo (la primera semifinal frente a Gremio). Nunca había sucedido, pero siempre hay una primera vez: la final y el título máximo del continente lo disputaban entre ellos en el último año en el que la definición se repartió en dos partidos.
El anfitrión de la ida fue el conjunto azul y oro, pero no sacó ventaja: un 2-2 atrapante por los goles de Ramón Ábila y Darío Benedetto para Boca y los de Lucas Pratto y Carlos Izquierdoz en contra para River. Todo se definía en el Monumental dos semanas después, pero aquel 24 de noviembre llovieron botellas y piedras sobre el micro boquense y, sumado a los incidentes en los ingresos, la gran final se suspendió. ¿El castigo? No se jugó en Núñez. La mejor idea de Conmebol fue trasladarla a Europa, específicamente a Madrid y el enorme Santiago Bernabéu. El mundo, más que nunca, expectante…
El 9 de diciembre es la fecha más especial de la historia de River. La noche española había iniciado mal por el gol de Benedetto, pero el gol de Pratto equilibró las cosas en el segundo tiempo. Para mayor angustia, nada mejor que un tiempo suplementario. Y ahí se desató la locura millonaria: el golazo de Juan Fernando Quintero y la corrida en solitario, sin arquero, de “Pity” Martínez. 3-1. Inolvidable.
La hegemonía, versión 2019
No hubo respiro para Boca. La trompada madrileña fue dura y, cuando el equipo ya manejado por Gustavo Alfaro se estaba intentando poner de pie gracias al apoyo sobre las cuerdas, se topó con el superclásico otra vez copero y en una instancia nuevamente sensible: la semifinal por ver quién llegaba a la final única de Lima. River sacó pecho y lució su agrande por lo sucedido meses antes para imponerse 2-0 como local por los tantos de Rafael Santos Borré y “Nacho” Fernández. El gol de Jan Hurtado en la Bombonera no le alcanzó a Boca, que quedó nuevamente mirando cómo su máximo rival se iba a Perú a disputar la final (la perdería insólitamente con Flamengo).
Nueva directiva y dos cruces marcados por los penales
En 2019 hubo un cambio de aire en Boca, mientras que en River todo seguía marchando de la misma manera. Riquelme aparecía como vicepresidente segundo de Jorge Ameal y el socio los votaba: el ex futbolista se metió en el departamento de fútbol y armó un Consejo lleno de ídolos. Tras caer en cinco duelos eliminatorios consecutivos durante el gobierno de Daniel Angelici, recién en 2021 le llegó la oportunidad a Boca, que ahora estaba dirigido por Miguel Ángel Russo. Primero, aparecieron los cuartos de final de la Copa de la Liga en un encuentro jugado en la Bombonera (por mejor ubicación en 13 fechas), sin gente (por la pandemia de coronavirus) y con futbolistas de River contagiados: fue 1-1 por los goles de Carlos Tevez y Julián Álvarez. En la tanda de penales, el triunfo fue xeneize por 4-2. Sin embargo, lo desperdició enseguida: también por esa vía cayó ante Racing, en semifinales.
Tres meses después, los octavos de final de la Copa Argentina 2021 los volvía a enfrentar, esta vez en el terreno neutral del estadio Único de La Plata. Sin goles, otra vez el duelo se debía definir desde los once metros y, como de costumbre, el “Xeneize” se hizo fuerte y se impuso por 4-1. Además, y con la curiosidad de la ida de Russo y la asunción de Sebastián Battaglia en el medio, el conjunto de la Ribera se quedaría con el certamen federal.
Boca y River protagonizarán no sólo un nuevo superclásico, sino también un nuevo capítulo en el que uno avanzará y otro sentirá la derrota como un golpe más fuerte que lo normal. El décimo del siglo, en el que los cruces eliminatorios se los reparten de manera pareja, con una leve ventaja riverplatense por el fenómeno Gallardo.