Boca hace bien en pedir perdón
Durísima derrota del equipo de Martínez que corta los extendidos festejos por el clásico. El mix no estuvo a la altura y fallaron grandes y chicos.
Algo muy malo pasa cuando un jugador sale a pedirles perdón a los hinchas. Y mucho más si ese jugador es el capitán, una de las voces fuertes del vestuario, la experiencia de dos Mundiales y cientos de batallas sobre el lomo. Después de la durísima derrota en Brasil, Chiquito Romero salió públicamente a pedir disculpas por la penosa imagen que había dejado Boca frente a Fortaleza. El arquero no se puso colorado y aguantó la situación con entereza y asumiendo su rol de líder. Pero que no se haya puesto colorado no significa que no le haya dado un poquito de vergüenza. O más que un poquito. Claro, que te haga cuatro goles un equipo sin historia y con un presente más o menos, por más brasileño que sea y por más calor que haga, es una alarma. Porque encima no es que se nos complicó el grupo de la Libertadores. Esto es Sudamericana, por si algún distraído no lo recuerda.
Del "(no) entró toda" al "entraron todas" pasaron apenas cuatro días. Increíble, ¿no? Del triunfo más importante a la caída más severa del corto ciclo Martínez, sólo pasaron 100 horas. Boca resucita muertos con una facilidad que el mismo Cristo le envidiaría, y es una máquina de pegarse tiros en los pies. Al cuarto día se le cortó la jodita del gaste a River, otra vez el tío borracho arruinando una fiesta con sus papelones. Como era esperable después de algo así, empezó a pagar cada burla. ¿Exime esto a River de lo que le pasó? No, por supuesto. Todavía no se sabe cuál será la consecuencia final de la eliminación con Boca, pero si Demichelis era cuestionado antes de perder el Superclásico, ahora hacen cola para pegarle. Y ningún triunfo contra Libertad lo salva.
Pero es tiempo de hablar de Boca, sólo de Boca, de esta nuevo despilfarro de prestigio, de este impensado coqueteo en la cornisa que es nuestro mundo. Y es tiempo de reflexionar, y de buscar causas y culpables. Hay al menos un cortocircuito entre Martínez y Riquelme. El presidente se desvive por darle bola a esta Sudamericana, la exalta, y el técnico no hace otra cosa que mearla con sus decisiones. Van tres partidos y en ninguno puso titulares. Tal vez entendible lo de la altura de Bolivia, pero allí dejó dos puntos que hoy sufre. Se le complicó con ¡Trinidense! de local, nuevamente con el muletto. Y con Fortaleza sufrió en serio. Ahora, si cuando se conoció el sorteo la opinión unánime hablaba de un grupo difícil, Martínez demuestra con sus decisiones que esta Copa le importa poco y nada por los actores con los que la juega, y que si apuesta las fichas a la Copa de la Liga es más porque otorga pase a la Libertadores que por lo que vale en sí mismo el título local. El tema se podría complicar si Boca llega a perder con Estudiantes, como le pasó hace muy poco...
Destacado como máximo responsable Martínez, y aun asumiendo que muchos de nosotros habríamos hecho exactamente lo mismo (poner un mix), hay que indagar en las razones del 4-2, porque guardar algunos hombres no debería ser sinónimo de arrastrarse en la cancha. Por empezar, este es un palo que llega en medio de la resaca: Boca todavía está celebrando lo que ocurrió en Córdoba, las piernas pesan el doble por el estrés de lo que estuvo en juego y sobreviene cierta lógica caída de tensión. No se explica de otro modo el andar displicente del equipo en el primer cuarto de hora de cada tiempo, cuando abundaron los errores individuales y las defecciones colectivas. Y no es que fallaba Di Lollo, no. Los que fallaron y feo son Medina, Figal, Romero, Equi Fernández. Distracciones, pases comprometidos, yerros y una actitud incomprensible para alguien que viste esta camiseta.
Fortaleza ganó porque le sacó un rédito enorme a cada error antes que por ser mejor equipo. De hecho, durante el entretiempo, nos preguntábamos entre varios si el empate no era poca cosa por 10 minutos de veranito que habíamos tenido y si no había que apretar para llevarse todo de Brasil. Evidentemente, un ligero error de cálculo de tipos que "no la ven". La goleada en contra deja en evidencia, una vez más, que Boca no está ni cerca de tener dos equipos sino que tiene 13 o 14 titulares, y que la diferencia de jerarquía entre ellos y algunos sustitutos es abismal. Advíncula es un ejemplo claro de lo que se reclama cuando uno viste la azul y oro. Entró, jugó, contagió, empezó a pisotear brasileños. Si mencionamos a las principales figuras del clásico con River, seguro aparecen el peruano, Cavani, Zenón, puede meterse Blanco en la discusión. Ninguno jugó de entrada en el nordeste húmedo y caluroso donde se transpira por el solo hecho de respirar. Tampoco estuvo el verdadero capitán, Rojo, que aun con todos sus defectos es uno de esos tipos con los que uno sin dudas iría a la guerra porque contagia carácter.
Enseñanza, advertencia, llamado de atención. Todo eso es esta derrota que será difícil de olvidar, que nos pone ante la obligación de seguir adelante en el torneo local y que hace que ya no dependamos de nosotros mismos para ganar el grupo (única forma de clasificar seguro a los playoffs). Fue una imagen fea, muy fea la que dejamos en Brasil. Sobre todo porque -está dicho- tampoco Fortaleza es una potencia (por algo está jugando la Sudamericana, como nosotros). Boca es demasiado grande y respetado como para pasar este tipo de vergüenzas. Así que no está mal pedir perdón, como hizo Chiquito. Igual, con el perdón no hacemos nada. Gánenle a Estudiantes y después vemos...