ATLÉTICO 3 -ATHLETIC 1 / El Atleti otea la Champions
Los del Cholo aseguran casi de manera virtual la cuarta plaza con una victoria que empañaron los gritos racistas a Nico Williams. Marcaron De Paul, Correa y Unai Simón en propia.
Salía el Cholo con todos los pasos atrás dados, que no quería fundirse otra vez esta temporada bajo el fuego de dragón. Un partido de ida y vuelta y los espacios solo podían ser gasolina para los de Valverde. Un Athletic que tomó el balón que el Atleti cedía, con los Williams centellas y Vivian a la derecha, y Lekue, a la izquierda, ante la falta de sus laterales habituales. Nahuel era el diestro del Cholo, a pesar de todas las pruebas que en la semana habían apuntado que no. La primera pelota que tocó la perdió. La segunda, también. Futbolista desde hace semanas al borde de un ataque de nervios, los pitos comenzaron a sobrevolar sus acciones, aunque la culpa más que suya es de quien insiste en ponerlo.
Fue un amigo, De Paul, un compatriota, quien los apagó antes de que fuesen a más. Con ayuda de Lekue, claro, que fue a despejar un centro de Llorente y le regaló la pelota en la frontal. Se la dejó franca para el control y el disparo. El balón rozó en Ruiz de Galarreta antes de irse adentro. El Atlético inflaba su colchón por la Champions a seis puntos ante su rival por alcanzarla, ese Athletic que tenía balón pero no peligro. No se amilanó por el golpe sin embargo. Se levantó y a seguir corriendo. Regresaba el Atleti al paso atrás mientras Sancet enviaba alto un derechazo e Iñaki, fuera un cabezazo. Entonces llegó ese córner de los vascos. Y el bochorno. Porque alguien que forma parte de esa afición capaz de lo mejor hacía también lo peor, aunque fuese uno solo, o dos.
Fue cuando Nico Williams se disponía a lanzar la pelota. De pronto se detuvo. Acababa de escuchar uno de esos gritos que deberían estar ya fuera del fútbol, un grito racista, por su color de piel. El partido se paró, se inició el protocolo: en la megafonía pedían que cesaran ese sonido que sonroja al fútbol, aunque fuese solo uno, era, y con eso bastaba, Koke, Grizi y Giménez se dirigían a la grada, pidiendo no más, aunque desde ese momento parte del público empezó a pitar al menor de los Williams solo por quejarse. A los seis minutos de regresar el partido, el propio Nico corría por la hierba celebrando el empate. El regalo ahora lo había hecho Griezmann, en un error impropio en un jugador como él.
La jugada fue un chiste, pero sin gracia. Porque por mucho que el Cholo quisiera emular de aquellos tiempos en los que alzaban hombros como los de Raul García, nada más lejos. Las grietas son constantes en su área. Los goles. 13º seguido encajando. En un minuto la pifiaron Giménez, Hermoso y Grizi. El primero por girar sin mirar el balón hasta que el público le avisó. El segundo, por un recorte sin ton. El último, por un pase atrás del terror que fue asistencia a Iñaki. El mayor de los Williams corrió para ceder a Guruzeta, asistente del menor, para que batiera a Oblak en el mano a mano. Y Nico comenzó a correr por la hierba señalándose la piel del brazo. Descanso.
Era el 52′ cuando Koke lanzaba una pelota a Correa por uno de esos pasillos que solo su bota encuentra. El argentino, hasta entonces sin trascendencia, controló y batió a Unai Simón. Antes había generado el robo y el movimiento para recibir el pase. Angelito de la guarda, en su temporada más gris, siempre solución. El Athletic esta vez no se levantó como si el solo recuerdo de la gabarra ya llenara lo que sin ella haría la Champions. Ni con el golaverage que tenía se fue: se lo igualó Lino a diez del final, con un tiro que besó el palo antes de que Unai lo introdujera en su puerta. Raúl García entraba en el partido en medio del ruido de gol, entre otro aplauso largo que ponía fin a la batalla del Atleti por la Champions a cinco partidos del final. Ya le puso su nombre, aunque sea en tiza. En el día que uno, o un par, mancharan eso aún más grande que tiene el Atleti: su bendita afición.