San Lorenzo descubrió la llave del gol y el triunfo en la figura del tercer delantero
Sin Adam Bareiro y con Diego Herazo como titular, fue Cristian Tarragona el goleador que saltó desde el banco de suplentes y marcó para la victoria 1 a 0 sobre el puntero Godoy Cruz
Un inicio con vértigo, como si las energías se hubieran liberado con furia, después de la postergación del partido, debido a la tormenta de lluvia y viento que azotó ayer a la zona del AMBA. En ese ida y vuelta, con demasiadas imprecisiones por la aceleración, San Lorenzo evidenció que la búsqueda de Diego Herazo sería un argumento para lastimar: el delantero colombiano jugó al límite, con la línea defensiva y rápidamente cayó en offside en dos oportunidades.
La respuesta de Godoy Cruz asomó con remates de media distancia y Vicente Poggi hizo revolcar al arquero Facundo Altamirano. El guardavalla fue el capitán ante la ausencia de Adam Bareiro, que acumuló la quinta amarilla y aprovechó la suspensión para sumarse a la selección de Paraguay que jugará el lunes contra Rusia en Moscú, y se limpió de amonestaciones para el clásico con Boca.
El tándem Braida-Barrios, recostado por la izquierda fue la combinación elegida para generar riesgo. Volcar el juego sobre esa franja también tuvo una necesidad: la falta de Iván Leguizamón, pieza de desequilibrio en el esquema del técnico Rubén Insua, que esperó entre los suplentes e ingresó en el segundo tiempo junto con Cristian Tarragona. El Ciclón no esquivó la responsabilidad de tomar el protagonismo, una exigencia porque la tabla de posiciones empuja a sumar de a tres puntos para esperanzarse con adueñarse de una de las cuatro plazas de la Zona B para ser parte de los playoffs.
Lo mejor del triunfo del Ciclón
Equipos con dos estilos diferentes, la intensidad de San Lorenzo y la pasividad de los mendocinos para mover el balón y avanzar con secuencia de pases, no impuso un dominador: la pelota viajó durante varios pasajes sin destino. Un tiro libre de Cristian Ferreira que detuvo Franco Petroli –ambos con pasado en River- sacudió la monotonía. El eje Irala-Insaurralde marcaba territorio en el mediocampo y López Muñoz se obligó a retroceder para convertirse en conductor, casi a la par de Juan Andrade, de generoso despliegue.
En los pasajes que el Ciclón desaceleraba, entraba en escena Ferreira para lucir su clase: con una estocada a punto estuvo de dejar a Herazo cara a cara con Petroli, el arquero con menos goles en contra en la Copa de la Liga. La pulseada entre Lukaku Herazo y Pier Barrios agitó un desarrolló que no ofrecía rispideces: choques en el juego aéreo y agarrones que el árbitro Gariano advirtió y llamó al orden a los dos pesos pesados.
“Hoy hay que ganar, hoy hay que ganar”, el grito que bajó desde la popular azulgrana, ante un equipo que se esforzaba, pero carecía de ideas o se nublaba en los metros en los que tenía que ser inteligente y lúcido para asestar el golpe que pedían los hinchas. El final del primer tiempo se cargó de nerviosismo con la reacción de Jhohan Romaña. Demasiado ímpetu y nulas situaciones de peligro para dos arqueros a los que le faltó muy poco para ser espectadores del pobre espectáculo.
Los de afuera empujaban con fervor y los de adentro en medio del desorden intentaban llevarse por delante a un rival que no se salía del libreto de hacer todo en cámara lenta. El apuro por llegar al área rival en el menor tiempo posible no era el camino, y las modificaciones tampoco le ofrecían soluciones a San Lorenzo. La pelota parada resultó la llave, después de una larga espera, porque el VAR –tras casi cinco minutos de revisión- convalidó el gol de Tarragona. El escenario no fue el mismo: los mendocinos se revolucionaron con la decisión, perdieron los estribos y en el enredo el Ciclón descubría los espacios para adueñarse de un partido que le era incómodo y terminó festejando, con cuotas de sufrimiento y por la atropellada del tercer delantero que se vistió de gigante goleador.