¿Quién era Lewis Strauss, el gran rival de Oppenheimer?

El político se fue granjeando la confianza de las altas esferas estadounidenses hasta codearse con varios presidentes del país. Tenía una visión diferente a la de Oppenheimer.

Raúl Izquierdo
As
Oppenheimer, la película dirigida por Christopher Nolan, fue la gran ganadora de la noche de los Oscar. Aspiraba a nada menos que 13 premios y acabó llevándose siete estatuillas a casa. Entre ellas, el ‘premio gordo’ a la mejor película. El film estadounidense se centra en la historia personal y profesional de J. Robert Oppenheimer, el ‘padre’ de la bomba atómica.

Desde sus orígenes en la física teórica en la universidad, pasando por el laboratorio montado en Los Álamos hasta el ocaso de su carrera. Como contrapunto a su personaje encontramos a la figura de Lewis Strauss, interpretado por Robert Downey Jr. en la película (ganador del Oscar al Mejor Actor de Reparto). Strauss fue un funcionario que alcanzó una gran influencia en Washington en materia de energía nuclear.

Dos polos opuestos, los de Oppenheimer y Strauss, que chocan durante varios fragmentos de la película. En varios momentos podemos ver como el segundo habla al oído a los dirigentes estadounidenses, poniendo en duda los planteamientos de Oppenheimer, de quien sospecha que tiene simpatías comunistas. Durante los años que coincidieron fueron sumando divergencias profesionales y personales.

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pesar de no ir a la universidad, Lewis Strauss consiguió tener un gran poder político que le permitió codearse con las más altas esferas estadounidenses en materia de decisiones importantes para el país. Su vida era radicalmente a la de su ‘rival’ Oppenheimer: nació en el seno de una familia judía en Virginia Occidental con dificultades económicas y creció con el deseo de ser físico.

Todo lo contrario que el físico teórico, que residía en una lujosa zona de Manhattan y poseía una gran colección de arte. Cuando el joven Strauss se acercaba al momento de entrar a la universidad, los problemas económicos de su familia le llevaron a vender zapatos durante algunos años. En sus años de juventud mostró una gran admiración por Herbert Hoover, presidente de EEUU de 1929 a 1933.

Así, se ofreció de forma gratuita para ser su asistente cuando ostentaba el cargo de jefe en la Administración de Alimentos de Estados Unidos. “Estaba claro que echar una mano para alimentar a los hambrientos y vestir a los desnudos en Bélgica y el norte de Francia era echar una mano en la Historia”, decía Strauss en sus memorias. Un primer acercamiento a la alta política tras quedar Hoover impresionado con él.

Alternó su vida de la mano de Hoover con su entrada en la banca, convirtiéndose en banquero de inversiones y logrando hacerse millonario en apenas una década. Su acercamiento al entonces presidente fue tal que hizo parte de sus campañas de 1920, 1928 (las que ganó) y 1932. Una década después entró a formar parte del servicio activo del ejército, en la OFicina de Artillería. En esos años ascendió de forma rápida gracias a su inteligencia, trabajo y habilidad para encontrar aliados en las altas esferas. Entre ellos, el presidente Harry Truman.

Carrera nuclear

La muerte de sus padres, a causa del cáncer, supuso un cambio importante en su vida, dedicando su tiempo y su dinero al desarrollo de tratamientos con radio contra la enfermedad. De este modo entraba de lleno en el campo de la energía nuclear. No obstante, y a pesar de su interés, estuvo alejado del Proyecto Manhattan.

Pero después del lanzamiento de las bombas sobre Hiroshima y Nagasaki Truman le nombró como uno de los comisionados de la Comisión de Energía Atómica, un estamento creado por EEUU para trasladar la investigación atómica de las autoridades militares a las civiles. Tras constatar el primer ensayo de bomba atómica de la Unión Soviética en 1949, Strauss defendió el desarrollo de la bomba de hidrógeno, más potente que la bomba atómica.

Ahí tiene lugar uno de los primeros enfrentamientos de Strauss con Oppenheimer, uno de los creadores de la bomba atómica y, a su vez, firme opositor del desarrollo de la bomba de hidrógeno y defensor de una política de transparencia en cuanto al número de armas nucleares. Esto, para Strauss, solo beneficiaba a los soviéticos.

En realidad, Strauss sospechaba de los fines reales de Oppenheimer, que en un cuestionario reconocía no ser comunista, a pesar de haber sido miembro de muchas de las organizaciones del Frente Comunista. Finalmente prevaleció la opinión de Strauss y, en enero de 1950, Truman anunció que el proyecto seguía hacia adelante.

El enfrentamiento final

Como parte de la Comisión de Energía Atómica, creada con el ascenso de Dwight Eisenhower a la presidencia, se vivió el último capítulo de la rivalidad entre Strauss y Oppenheimer. De hecho, el primero puso como condición para aceptar el puesto que al segundo se le mantuviera al margen de cualquier información clasificada en materia nuclear. Incluso, pidió al director del FBI que vigilara los movimientos de su gran rival.

William Borden, un veterano de la Segunda Guerra Mundial que fue también director de la Comisión de Energía Atómica, envió una carta al FBI que terminó por acabar con Oppenheimer. “Lo más probable es que J. Robert Oppenheimer sea un agente de la Unión Soviética”. Una conspiración entre Borden y Strauss en el que el veterano hacía el trabajo sucio y el político le daba el acceso a la información que necesitaba.

Con ello, Oppenheimer fue sometido a una audiencia tras la que finalmente perdería su acreditación de seguridad, necesaria para seguir ejerciendo como consejero en los círculos de poder. En ella, tuvo que rendir cuentas de todos sus movimientos ante la comisión, formada por tres miembros nombrados por Strauss. Una encerrona que se completó con el abogado que llevaba el caso, también designado por Strauss.

La audiencia finalmente concluyó que Oppenheimer podía ser un riesgo para la seguridad nacional, poniendo fin a su trayectoria en materia nuclear en EEUU. Una decisión criticada por la comunidad científica y que, años después, se demostró que la audiencia había incumplido las regulaciones de la comisión.

Y el final de Strauss llegó en 1958, cuando Eisenhower le propuso como Secretario de Comercio de la Casa Blanca. Un puesto que requería ser confirmado por el Senado, pero que, en esta ocasión, no ocurrió. Después de tres meses estudiando el nombramiento, el Senado dijo ‘no’. Su gestión en la Comisión de Energía Atómica le había pasado factura, acabando con su carrera. Tras luchar contra un linfoma durante tres años, murió en 1974 a los 77 años.


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