¿Qué ocurre físicamente en el cuerpo horas después de morir?

El cuerpo humano es objeto de varias modificaciones después de morir. Las mismas forman parte de un proceso dinámico e inician con la extinción definitiva de las funciones vitales.

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La muerte es un tema incómodo y delicado para la mayoría de las personas. Por lo general, existe una inquietud latente sobre las distintas etapas que atraviesa el cuerpo ante la misma. En este sentido, algunas personas se preguntan qué ocurre físicamente en el cuerpo horas después de morir.


El cese irreversible de las funciones vitales que permiten la vida es un fenómeno dinámico influenciado por diversos factores. Estudios afirman que después de morir se desencadenan en el cuerpo una serie de cambios estructurales, físicos y químicos conocidos como fenómenos cadavéricos.

De esta forma, el proceso de fallecimiento atraviesa varias fases. Cada una de estas modificaciones físicas ocurren en un periodo de tiempo determinado y son de utilidad para la medicina legal y forense.

El estado de muerte

La mayoría de las personas considera el estado de muerte como la falta de pulso y el cese de la respiración. No obstante, el mismo describe un proceso complejo que se extiende más allá del colapso circulatorio y pulmonar, que en algunos casos puede ser reversible mediante reanimación.

En la actualidad, estudios electrocardiográficos de pacientes fallecidos sugieren que el cerebro humano continúa funcionando hasta 10 minutos después de morir. En este sentido, el cuerpo podría mantenerse, de alguna forma, consciente de la inminencia de la muerte.

De esta forma, los profesionales de salud emplean diversos criterios para declarar el fallecimiento de una persona. Estos incluyen la falta de respuesta a los reflejos y la ausencia de contracción pupilar a la luz, así como el cese irreversible del pulso y la respiración.

En el momento que se extingue la vida, el cuerpo humano experimenta varias modificaciones resultado de los procesos bioquímicos del cadáver y de la exposición al medio ambiente que le rodea. En este sentido, es posible clasificar estas alteraciones físicas en cambios tempranos y tardíos.

Tomar el pulso.

Aunque tradicionalmente el pulso es considerado el elemento que determina la muerte, lo cierto es que diferentes parámetros se deben certificar en ese momento para la declaración del fallecimiento.

Cambios tempranos

Las modificaciones tempranas son aquellas que ocurren en el cuerpo 24 horas después de morir. Dentro de las mismas podemos encontrar las siguientes.

Livideces

Ante el cese del bombeo sanguíneo del corazón, la piel tiende a tornarse pálida dentro de los primeros minutos de la muerte. Luego, la sangre comenzará a distribuirse por gravedad a las partes del cuerpo más cercanas al suelo, formando las livideces o livor mortis. Estas no son más que manchas violáceas en las zonas de declive.

Por lo general, estas lesiones son de gran utilidad para determinar la posición del cuerpo al morir. Estas pueden modificarse al mover el cadáver dentro de las primeras 12 horas. Luego de las 24 horas de muerte no se formarán nuevas.

Enfriamiento

Un signo característico de muerte es la pérdida de la temperatura del cuerpo o algor mortis. Este enfriamiento cadavérico ocurre en las primeras 24 horas después de la muerte, hasta que el cadáver adquiera la temperatura del aire que lo rodea.

Al morir, la perdida de calor ocurre a un ritmo de 1 grado Celsius por hora, dependiendo de las condiciones atmosféricas. La frialdad suele ser más evidente de forma temprana en la cara y las manos, y más tarde en el cuello y las axilas. Las personas con sobrepeso suelen enfriarse más lento.

Rigidez

En la primera hora después de morir, toda la musculatura lisa y estriada del cuerpo comienza a relajarse en una fase conocida como flacidez primaria. Por tal motivo, las articulaciones del cuerpo se hacen flexibles, los parpados pierden su tono y la mandíbula tiende a abrirse.

Más adelante, se instaurará un estado de endurecimiento y petrificación de los músculos conocido como rigor mortis. Este inicia en los músculos más pequeños de la cara y desciende al resto del cuerpo, promoviendo la retracción discreta del mismo. El mismo alcanza su máxima intensidad entre las 12 y las 15 horas luego de la muerte.

Deshidratación

Este fenómeno es resultado de la exposición continua y pasiva de los fluidos corporales al medio ambiente. La deshidratación suele manifestarse con apergaminamiento de la piel, desecación de las mucosas y los genitales, y hundimiento de los globos oculares.

De igual forma, es común que exista acentuación de las prominencias óseas en el pecho, el tórax y las caderas. Además, en los niños pequeños se aprecia una pérdida de peso abrupta y generalizada.

Cambios tardíos

Los cambios tardíos en el cuerpo ocurren luego de las primeras 24 a 36 horas después de morir. Los mismos obedecen a la evolución natural del cadáver y conllevan la destrucción progresiva de los órganos y los tejidos. En este sentido, podremos encontrar los siguientes fenómenos.

Autolisis o autodigestión

La autodigestión inicia en el momento que el corazón deja de latir y los tejidos son privados de oxígeno. Sin embargo, los cambios físicos comienzan a hacerse evidentes varias horas más tarde. Investigaciones afirman que esta etapa es resultado de la acción de las propias enzimas del cuerpo sobre las membranas celulares.

De igual forma, el fenómeno suele comenzar con mayor intensidad en el hígado, los riñones, las glándulas suprarrenales y el estómago. Además, el cerebro está expuesto a sufrir autolisis debido a su alto contenido de agua.

Autolisis en la muerte.

La destrucción de las membranas celulares es lo que caracteriza a la autolisis.

El ecosistema cadavérico está formado por bacterias que viven dentro y sobre la superficie corporal. La microbiota intestinal, en especial la del ciego, es la principal fuente de gérmenes del cuerpo humano. No obstante, mientras la persona está viva, la mayoría de los órganos están desprovistos de microbios.

En este sentido, poco después de morir se apaga el sistema inmunitario y las bacterias pueden propagarse libremente a todos los tejidos. Este hecho condiciona al inicio de la putrefacción como resultado de la acción fermentativa de las enzimas bacterianas sobre las células.

En las primeras 24 a 48 horas aparecen manchas verdosas y negruzcas alrededor del abdomen por acción de las bacterias anaerobias sobre los vasos sanguíneos. Más adelante, el gas producido por la acción microbiana provoca la distensión del abdomen, la protrusión de los ojos y la salida de la lengua.

Este hecho da paso a la fase final de descomposición conocida como licuefacción. En esta, los tejidos se destruyen y son expulsados en forma de un líquido pardo y putrefacto. De igual forma, el cuerpo disminuye progresivamente de volumen para luego ser destruido por la acción de insectos y otros animales.

Un complejo proceso que inicia con el cese de las funciones vitales

La muerte es un estado patológico complejo que inicia con el colapso irreversible de las funciones vitales y el cese de las capacidades cerebrales. Después de morir, el cuerpo humano experimenta una serie de cambios y modificaciones físicas y bioquímicas que llevan a la descomposición de todos los órganos y tejidos.

Por lo general, estas alteraciones ocurren de forma continua en todos los cadáveres, siendo influenciadas por la causa de muerte y las variaciones ambientales. De igual forma, las mismas son el principal objeto de estudio de la medicina legal y forense.


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