Los otros refugiados de Medio Oriente
Más de 800.000 judíos fueron expulsados de los países árabes y de Irán después de la creación del Estado de Israel
No es un caso único, ya que en la misma zona geográfica también hubo una “limpieza” religiosa de cristianos, incluyendo a los descendientes de los primeros seguidores de Jesús. También ha habido persecución de minorías como los kurdos, divididos hoy en varios países, a pesar de lo cual constituyen el pueblo más numeroso sin Estado. Tampoco fueron los únicos, existió una gran limpieza religiosa de otras comunidades que existían antes de la islamización o arabización, muchas de ellas, prácticamente desaparecidas.
En el caso de los cristianos estos siguen emigrando, disminuyendo su número en lugares donde estuvieron mucho antes, incluyendo territorios bajo la Autoridad Palestina, el norte de África y el Líbano, el país creado para su supuesta protección. No se sienten cómodos, prácticamente el único lugar donde su número en vez de disminuir aumenta es Israel. Eso dicen los hechos, pero hay un silencio de la gran prensa, quizás porque va en contra de la narrativa que asegura que Israel es igual al infierno en la tierra. No es el cielo, pero tampoco lo otro. En todo caso, sorpresivo es el silencio del Vaticano.
Es así como paralelamente la partición de la India entre la India hindú y la India musulmana produjo un intercambio de población entre los nuevos países en que, a falta de cifras exactas, el cálculo supera el par de millones con el dolor y consecuencias consiguientes, incluyendo varias guerras entre la India y Pakistán, además del nacimiento de un nuevo país, Bangladesh. Sin tantas víctimas, Irlanda también se dividió entre la católica República de Irlanda y la provincia protestante de Gran Bretaña conocida como Irlanda del Norte.
Esos mismos hechos demuestran que la mayor parte de la Palestina histórica no fue dividida por las Naciones Unidas, sino antes, en la década del 20 del siglo pasado, los británicos se la asignaron a aliados que habían sido expulsados como custodios de los lugares sagrados de Arabia por Ibn Saud (de ahí el nombre). En 1950 pasó a ser hasta hoy, el reino Hachemita de Jordania y mas de la mitad de su población siempre fue palestina.
Aunque poco conocido, los hechos históricos dicen lo que ocurrió con las minorías judías, donde cientos de miles llegaron a Israel, consecuencia de la persecución que sufrieron. En el caso de la expulsión o abandono de judíos de países árabes e Irán, las cifras muestran que, por ejemplo, en Marruecos en 1948 había más o menos 265.000 judíos mientras que el año 2001 solo se contabilizaban 5.230. En el caso de Egipto, con presencia documentada desde antes de Moisés y sus tiempos bíblicos, en 1948 eran 75.000, mientras que solo un par de cientos vivían a la firma del Tratado de Paz el 26 de marzo de 1979. En 1948 se atacaron los hogares judíos con alrededor de 70 muertos.
Por su parte, en 1948 el número de judíos en Túnez era más o menos 100.000, mientras que hoy se contabilizan solo 1.500. Irak, otro lugar cuya presencia existe para los creyentes de las tres principales religiones monoteístas desde el propio Abraham, la creación del Estado en 1948 contabilizaba 150.000, y hoy, se cuentan con los dedos de la mano, a pesar de que eran casi el tercio de la población de Bagdad. Solo a modo de ejemplo de lo que ocurrió como respuesta a la votación de las Naciones Unidas, se aprobaron leyes que convirtieron al sionismo en un delito y la policía allanó hogares en busca de judíos, y como consecuencia, entre 1948-1951 más de 120.000 iraquíes abandonaron el único país que conocían hacia Israel.
En Yemen, otro lugar de residencia milenaria de los judíos, más de 65.000 vivían en 1948, mientras que hoy no más de un par de cientos debieran vivir todavía, atacados por los mismos hutíes pro iranies que hoy combaten con un EE. UU. que duda de responderles en la misma forma. En la década del 50, Israel organizó la operación Alfombra Mágica para rescatar a alrededor de 50.000 quienes llegaron a Israel.
En Siria, aun antes de la creación del Estado de Israel, el barrio judío de Alepo fue quemado en 1947 asesinando a 75 personas. Eran 30.000 los judíos con nacionalidad siria, hoy, casi no hay registros. En Libia, los pogromos ya en 1945 habían matado a 130, incluyendo 36 niños asesinados, por lo que no extraña que 30.000 emigraron a Israel. Hoy no hay.
También hubo emigración de países islámicos, pero no árabes de la región, en Irán habían 150.000 y hoy se calcula que la comunidad tiene entre 15.000 y 20.000. También hubo emigración desde Turquía como sucesora del antiguo imperio otomano.
Esa idea de proteger a la población judía en peligro y aceptarla en Israel ha acompañado al país desde su creación, figurando la Ley del Retorno entre las primeras del nuevo Estado. Por ello, también ha estado presente en otros casos posteriores, como es el caso de Etiopia, donde en 1991 existió la Operación Salomón, uno de los rescates más notables de la historia moderna, cuando más de 14.000 judíos etíopes fueron trasladados en aviones de todo tipo en poco más de un día, complementando lo que se había hecho en 1984 con la Operación Moisés y en 1985 con la Operación Josué para los judíos etíopes, esas dos últimas oportunidades desde Sudán, operaciones de rescate necesarias por el peligro que sus vidas corrían, población judía heredera del encuentro histórico entre el Rey Salomón y la Reina etíope de Saba.
Siempre ha predominado la idea de si Israel que nació como el único país de mayoría judía no se preocupa de los judíos del mundo, entonces ¿Quién? Y si alguna duda había, la terrible reaparición de la judeofobia en las calles de Estados Unidos, Canadá o Europa no hace sino resaltar la urgencia de mantener esa política, que incluye crecientes números de judíos franceses, país que registra números de actos antisemitas que no se veían desde los 30s. Y para quienes se extrañan de lo que ocurre en EE. UU. la historia judía registra dos tragedias cuando muy contentos se sentían, la de España 1492 y por supuesto, la de Alemania.
Ahora, el pretexto no es ni la religión ni la raza, sino el “antisionismo”.
Regresando al caso de la expulsión de judíos de países árabes e Irán, de los aproximadamente ochocientos mil a ochocientos cincuenta mil, 600.000 de ellos se asentaron en Israel, lo que constituye la mayor emigración hacia el nuevo país, otro elemento equivocado que tenían los estudiantes de universidades de elite de EEUU cuando afirmaban que la población de Israel está casi exclusivamente constituida por inmigrantes europeos blancos, lo que sencillamente no es verdad.
De la expulsión de los judíos de países árabes se sabe poco, sobre todo, en comparación con la Nakba, palabra árabe que significa catástrofe, y que se refiere al 14-15 de mayo, la expiración del mandato británico y la creación de Israel, donde un número similar de árabes palestinos sufrieron el desarraigo, la perdida de sus viviendas, expulsión y emigración que todavía perdura.
¿Por qué existe un conocimiento y difusión tan distinta de situaciones que coincidieron en el tiempo? Creo que influyeron decisiones que se tomaron en esos mismos años, por un lado, la de Israel de recibirlos como ciudadanos del nuevo país y la conjunta de la Liga Árabe y de las Naciones Unidas, que han contribuido junto con Israel a perpetuar el sufrimiento palestino hasta hoy.
En el caso de Israel quienes llegaron, fueron recibidos en igualdad de condiciones y como todo inmigrante, debieron acostumbrarse a un lugar nuevo y a un idioma desconocido, con la mayoría debiendo partir de cero, al haber llegado con lo puesto. Además, no hubo mayor participación de organizaciones internacionales de refugiados, abordándose el tema como un problema interno de Israel, simplemente buscando una solución.
En todo caso, esta situación, ignorada por esa inmensa mayoría que opina sabiendo muy poco de una historia muy complicada, y donde no es fácil atribuir culpabilidades e inocencias, es de la suficiente entidad y gravedad, como para que vaya a ser parte de cualquier acuerdo definitivo de paz, que por cierto, debe incluir la situación de los refugiados palestinos, pero también de los judíos, ya que si hay una paz justa, el requisito es incorporar la justicia por la vía de darle a cada uno lo que le corresponde. Hablar solo en términos de buenos y malos sin introducir todo el contexto sin sesgos, es propio de quienes al opinar olvidan una historia no solo complicada, sino también milenaria.
Por ejemplo, el caso de los árabes palestinos no es igual para todos, toda vez que quienes se quedaron en Israel, desde entonces son ciudadanos integrados y participan activamente como una minoría que representa al 20% de la población, con un grupo parlamentario equivalente, siendo los partidos que los representan consistentemente la tercera o cuarta bancada más numerosa, lo que desmiente por si sola la falsa acusación de “apartheid”. Es la minoría árabe palestina, pero también árabe israelí y no incluye a la población que vive en los territorios ocupados.
Estos últimos, son quienes sufrieron no solo la nakba o catástrofe, sino que también y hasta el día de hoy, fueron afectados por la decisión de la Liga Árabe que su integración a los países árabes a donde llegaron no iba a ser en igualdad de condiciones, ya que aún hoy en varios de ellos se les prohíbe el ejercicio de algunas profesiones como también posiciones en el aparato estatal, situaciones por lo demás denunciadas por organizaciones palestinas.
También fueron perjudicados por la decisión de la ONU de tener no una sino dos instituciones dedicadas a los refugiados. Una es la ACNUR que se preocupa de todos los otros refugiados del mundo, y desde la post segunda guerra mundial logró normalizar la vida de millones en distintos lugares, y otra, la UNRWA (por sus siglas en inglés) dedicada solo a los palestinos, y cuya misión ha sido ayudarlos, pero también ha congelado su situación hasta que algún día se produzca la posibilidad de regresar a sus viejos hogares. De allí que la condición de refugiado se herede de los padres a los hijos, aun en el caso de la hija de Arafat que ha vivido siempre en Paris.
La población de refugiados hoy día se estima en cinco a seis millones y es el único o al menos la más numerosa de las catástrofes humanitarias que no ha recibido ninguna solución, salvo la mantención del estatus de refugiados.
Todo esto se agrega a las desgracias causadas directamente o al menos atribuidas a Israel, aunque se mantiene la duda de porque se sabe tanto de una y tan poco de otra.
Hay por cierto responsabilidad del propio Israel que, así como es eficiente en algunos temas no lo es en otros. No hay duda de que no se ha adaptado bien al reino de las redes sociales donde la emoción predomina sobre los hechos. Tampoco ha logrado superar los sesgos de los medios de comunicación tradicionales, pero lo que más lo perjudica en occidente, es la mentalidad woke, que, a través de lo identitario, solo ve al binomio de opresores y oprimidos, aunque muchas veces no corresponda a la verdad de los hechos o estos son lo suficientemente complicados, para que no baste verlo a la luz de solo dos colores en la versión siglo XXI del proletariado versus burguesía del pasado. Ni siquiera ha logrado que masivamente se sepa que Israel abandonó Gaza el 2005, y desde entonces no hay judíos allí, salvo cuando hay guerra.
Hay tanta historia detrás, que no es fácil opinar sin un conocimiento mínimo que la gran mayoría no posee, por lo que en general algunos o muchos activistas reaccionan emocionalmente, solo después de haber visto una imagen o leído algunas líneas en el celular.
Pero si el conflicto palestino-israelí es complicado, no lo es, sin embargo, calificar de pura maldad o maldad pura a lo que ocurrió el 7 de octubre con la matanza generalizada en Israel y la toma de rehenes. Mas aun, se está olvidando que esa invasión es el origen de toda la situación actual, que hasta ese momento había un cese del fuego (que hoy se reclama, quizás porque Israel va ganando), y que si los rehenes hubiesen sido devueltos la guerra de Gaza no se habría desarrollado igual con Hamas seleccionando sus batallas en los lugares donde más civiles viven.
Mas aun, se olvida que de las muchas guerras que ha habido desde 1948 ninguna ha sido iniciada por Israel, ninguna, solo que las ha ganado todas, por la sencilla razón que la derrota implica su desaparición. Quizás esos triunfos molestan y no se perdonan.
También hay confusión en el lenguaje de los dos estados, ya que los hechos demuestran que Israel ha aceptado siempre, y es la contraparte la que los ha rechazado. Lo hizo con los británicos, con la ONU el 48, con Israel el 67 después de la guerra de los 6 días, con la crítica a los países árabes que la han firmado, con el rechazo de Arafat a Clinton y con las intifadas posteriores. Es solo que hoy, seria inoportuno, ya que sería visto como un premio a Hamas y a Irán. Es injusta la presión actual sobre Israel, ya que lo que ha faltado es un socio palestino para la paz, con dos estados uno al lado del otro, y no uno en vez del otro como quiere Hamas junto con la desaparición de Israel.
En la guerra actual, Israel ha triunfado en la parte militar, pero ha sido derrotado en la cobertura periodística, ya que es la versión de Hamas la que ha sido adoptada masivamente por las redes sociales, y también en la prensa tradicional, aun mas en occidente que en los propios países árabes.
Hay un tema de impericia y fracaso por parte de Israel, pero también hay algo más. Es así como llama la atención que casi siempre después del nombre de Israel, se agrega el de “Estado judío” cuando la verdad es que en Israel no solo viven judíos, solo es el único país del mundo donde son mayoría, y se celebran, por lo tanto, como feriados sus fiestas religiosas (recuerdo haber sido invitado a almorzar por un cardenal en Chile, quien en su casa me comentó su viaje y la experiencia de sentirse minoría religiosa). La verdad es que también hay árabes palestinos, drusos, beduinos y otras minorías.
En lo religioso hay mucha diversidad y, por cierto, el hogar común de muchas religiones, porque la verdad es que bajo Israel se ha vivido una igualdad de condiciones que rara vez ha estado presente en esas tierras, tal como ocurrió con el trato a los lugares judíos, partiendo por el Muro de los Lamentos en la Jerusalén del Este mientras fue parte de Jordania entre 1948 y 1967.
Sin embargo, esta realidad ha sido obscurecida por todo tipo de afirmaciones sobre genocidio cuando en realidad la población palestina ha aumentado o de apartheid, cuando en realidad, quienes viven en Israel propiamente tal no sufren esa situación. Por lo demás, la versión de Israel como impulsor del “apartheid” no es nueva, sino que fue una creación de la KGB soviética que todavía perdura y se retroalimenta.
Esa característica de la persistencia, pero al mismo tiempo permanente recreación de las viejas acusaciones contra los judíos, es un ejemplo de porque sigue siendo al mismo tiempo la más antigua y la más vigente de las fobias.
En la actual cobertura de la guerra de Gaza impresiona observar algunas situaciones: las feministas apoyando al peor machismo, universidades donde se habla con desparpajo e ignorancia de hechos históricos falsificados, presidentas de universidades de renombre que se niegan a condenar la violencia contra estudiantes judíos en sus aulas en comparecencia formal ante el Congreso de EE. UU. y aún más difícil de entender como grupos LGBTIQ+ gritan en las calles a favor de quienes los cuelgan y los prohíben.
La verdad es que impresiona como el antisemitismo o judeofobia logra este tipo de situaciones que desafían a lo lógica. Como la organización de refugiados de las propias Naciones Unidas colabora con la matanza del 7 de octubre y con el uso de escuelas para fines terroristas. También que la Cruz Roja abandone su tradición de servicio y ponga en juego su inmenso prestigio, no estando disponible para hacer llegar medicamentos a los rehenes en Gaza.
No es lo único que llama la atención. Pasa también con la indiferencia a la cifra de medio millón de víctimas musulmanas en Siria entre quienes desfilan contra Israel. Tampoco al parecer hay demasiado interés en la persecución a musulmanes en Myanmar (la antigua Birmania) o los cientos de miles cuyas vidas han sido afectadas por la guerra civil provocada por los huties (si, los mismos) en Yemen.
También es difícil de entender como un festival de la canción como el de Eurovisión donde es habitual el mensaje político, le pida ahora a Israel que no hable del 7 de octubre o el desinterés de muchas ONG en darle tribuna a los grupos defensores de los derechos humanos y críticos de la Autoridad Palestina. Tampoco parece haber mucho interés en la corrupción donde los lideres cuentan con depósitos millonarios a su nombre en el extranjero como ocurre con Hamas en Qatar.
Sobre todo, la persistencia del flagelo del antisemitismo, prejuicio que no tiene lógica, ya que culpa a los judíos al mismo tiempo del comunismo que del capitalismo, el judío como bolchevique y banquero en el decir de Ernesto Sábato, al alertar por la incongruencia. En todo lugar, en lenguaje del siglo XXI se reprocesan panfletos de propaganda nazi de Joseph Goebbels o los aún más antiguos del Protocolo de los Sabios de Sion, creados por el zarismo ruso.
La fuerza de la fobia se reproduce en la figura del presidente de Chile Gabriel Boric, quien no pierde oportunidad para enfatizar su desprecio hacia Israel. Se niega a recibir las cartas credenciales del embajador, acude a la justicia internacional en contra de ese país y ordena que no se presente la industria israelí en una feria de material de defensa, poniendo en peligro la propia seguridad del país al ser Israel, un muy principal proveedor. Son gustitos personales que no puede controlar y que le causan perjuicio a Chile.
¿Qué se puede hacer cuando por razones electorales nada menos que el principal aliado, la Casa Blanca pide el cese del fuego? Por cierto, nada de eso hizo EE. UU. con Alemania o Japón en el siglo pasado o con Al Qaeda o ISIS.
¿Qué se puede hacer? Hay un tema de fondo, cuando más allá de aciertos y fracasos, Israel ocupa hoy el lugar que antes tuvo la acusación de que los judíos mataron a Jesús o después, la afirmación nazi contra la “raza” judía, es decir, el lugar de las culpas colectivas eternas.
Me lo pregunto ya que el tema hoy no es solo Gaza, sino Israel como el primer eslabón de la guerra de Irán contra occidente, su versión de la Yihad, y no puedo sino preocuparme como tanto político occidental y tanta prensa libre juzga y condena con elementos de arrogancia y también, de ignorancia o la escasa cantidad de políticas mujeres que condenan la violencia sexual de Hamas contra israelíes, a pesar del informe de la ONU, sospechosa de mucho, pero no de simpatía hacia Israel o los judíos.
Es bueno tenerlo en cuenta cuando ha existido una ofensiva de manipulación religiosa, y justo llega el mes de Ramadán a partir de este 10 de marzo, quizás por eso Ryszard Kapuscinski (1932-2007) decía que las guerras comienzan antes del primer disparo, comienzan con el cambio del vocabulario en la comunicación