Lo acusaron de un abuso que no cometió y le arruinaron la vida: una historia dura que muestra mucho de la realidad
En su novela “Expiación” el inglés Ian McEwan deja al desnudo los prejuicios de una sociedad y las barreras de clase para el amor. Este artículo es una versión del publicado en “Leer por leer”, el newsletter de Leamos.
Expiación empieza en 1935 en un gran caserón de una familia de la alta burguesía inglesa, los Tallis. Hay una madre con dolores de cabeza, un padre que porque blabla siempre llega demasiado tarde o no llega, varios hijos. La menor, Briony, ha escrito una obra de teatro —porque escribe, será escritora— y trata de que sus primos la lleven a escena.
Hay un hermano mayor que ya no vive con la familia y llegará a pasar unos días con amigos, una hermana grande, Cecilia, que viene de la universidad y un joven maravilla, Robbie, que es el hijo de una antigua criada de la familia, a la que le han regalado el bungalow en el que vive, junto a la casa grande. El señor Tallis le ha pagado los estudios a Robbie, él es brillante, apuesto, bueno. Terminó una carrera, va a empezar la segunda. Y está loco por Cecilia.
El centro de la trama está en Wikipedia así que no revelo nada, pero si no querés saber, dejá de leer acá.
Lo que va a pasar es que cuando los invitados, la familia, Robbie y Cecilia, estén en una cena habrá una situación confusa y alguien va a abusar de una prima, Lola. Y Briony, la niña de 12 años, estará segura de saber quién fue. O por lo menos dirá que está segura, se lo dirá a la familia, a la Policía, a la misma agredida. No le va a alcanzar la vida para arrepentirse. Literalmente.
¿A quién acusarán? ¿A los chicos bien, al que se está haciendo rico fabricando chocolates para el Ejército, a los amigos de LA FAMILIA o al hijo de la mucama? Cantado. Pero, ah, Cecilia también está enamorada. Algo se va a romper muy roto.
“Sin los detalles no podría haber un cuadro más amplio”, dice el narrador en algún momento y leí eso como una clave. Como si se tratara de un cuadro impresionista, punto por punto hasta lograr una imagen descifrable. Todas las cositas que tienen que pasar para que pase algo grande. Y cuantas cositas podían no haber pasado, no haber estado ahí, no sonado así y el cuadro sería distinto.
Detalles. La primera parte, la de la casa con grandes cenas y servicio doméstico y jarrones, tiene miles de detalles. Un poco por eso me resultaba difícil de escuchar.
Ella le escribe siempre lo mismo: “Te esperaré. Vuelve”
Y lo que vemos con los detalles es un mundo que se está por acabar. Los protagonistas no lo saben pero nosotros sí: falta poco para que estalle la Segunda Guerra Mundial y todo cambie. Muchos de estos jóvenes irán a la guerra, algunas mujeres terminarán curando heridas horribles y el chocolatero, bueno, se va hacer más rico todavía.
Así que mientras leemos esa primera parte ya vemos a esa familia con sus disfuncionalidades como algo del pasado. Sus grandes bibliotecas, sus enormes cocinas con varias cocineras, su clarísima noción de quiénes son “como nosotros” y quiénes, por buenos que sean, no lo son y no es posible pensar en una mayor cercanía.
Las cosas del amor y las cosas del sexo van a saltar alegremente ese puente pero una cosa es una aventura furtiva y otra salir a la calle de la mano, ni que hablar un anillo de casamiento.
Es extraordinario el corte que separa lo que pasa desde que a él se lo lleva la Policía, en noviembre de 1935, de su vida cuando sale, tres años y medio después, para pelear en la guerra.
Otra vez, detalles. Si antes fueron detalles de aquella vida elegante y de las diferencias de clase, ahora serán, hasta abrumar, los detalles de la guerra. Los dolores contados en extensión, sin ahorrar nada. Las piernas que vuelan y quedan colgadas de un árbol, las caras sin nariz, el hambre, la brutalidad, la traición. Pero yo lo digo así, como resumiendo; McEwan lo cuenta con minuciosidad.
Por ese escenario anda Robbie guiando a dos hombres y con algunas cartas de Cecilia en el bolsillo. Ella le escribe siempre lo mismo: “Te esperaré. Vuelve”. Lo que le dijo cuando corrió a besarlo frente a todos en el momento en que iba a subir al patrullero por ese abuso que no cometió.
Esos personajes van a ser parte de la retirada de Dunkerque, cuando más de trescientos mil soldados aliados escapan del implacable avance nazi en Francia y logran llegar a Francia. McEwan no ahorrará sangre, ni pus ni angustia. Y además, los enamorados, separados. Y la injusticia tremenda, como esas cosas que no tienen remedio.
En el camino, la familia Tallis se transforma. Cecilia se hará enfermera, cambiando los cielos de Cambridge por orinales y vendas. Y Briony, aquí la escritora y la culpable, va a seguir su camino años más tarde. ¿Qué queda de la gran casa inglesa?
Claro que, con un personaje que escribe, todo empezará a caer bajo sospecha: ¿las cosas podrían haberse contado de otra manera? ¿Importa?
Mis subrayados
1. “La sombra alta y fresca del bosque era un alivio, y un hechizo las convulsiones esculpidas de los troncos de los árboles. Después de traspasar la verja de los besos, dejando atrás los rododendros debajo de la cerca, cruzó el parque descubierto —que había sido vendido a un granjero local como pastizal para sus vacas— y llegó detrás de la fuente, el muro que subsistía y la reproducción a media escala del Tritón de Bernini en la Piazza Barberini de Roma”.
2. “Entró en la casa, cruzó rápidamente el vestíbulo de baldosas negras y blancas —qué familiar era el eco de sus pasos, qué molesto— e hizo una pausa en la puerta del salón para recuperar el aliento. El desaliñado ramo de iris y adelfillas castañas, con su fresco goteo sobre sus pies calzados con sandalias, le mejoró el ánimo. Contempló el jarrón que había sobre una mesa de madera de cerezo americano, junto a la puertaventana ligeramente entornada”.
3. “A ella le sorprendió que él pensara que había suscitado la cuestión del dinero. Era mezquino por parte de Robbie. El padre de Cecilia le había subvencionado la educación toda su vida. ¿Alguien había puesto reparos?”.
4. “No intercambió palabra alguna con Robbie, ni tampoco le miró. Él miraba ahora fijamente al agua, y luego también se puso en marcha, sin duda satisfecho, y dio la vuelta a la casa. De repente el escenario se quedó vacío; el espacio de suelo mojado donde Cecilia había pisado al salir de la fuente era el único indicio de que hubiese sucedido algo”.
5. “Sabía que debía atender a Lola, pero no pudo dejar de observar al hombre que ascendía la ladera rápidamente y sin esfuerzo y se perdía en la calzada. Oyó sus pasos mientras avanzaba hacia la casa. No lo dudó. Podía describirle. No había nada que no pudiese describir”.
6. “Tres años y medio de noches parecidas, sin poder dormir, pensando en otro chico desaparecido, otra vida esfumada que había sido la suya”.
7. “Estar aquí, guarecido en un granero, con un ejército en desbandada, donde una pierna de un niño en un árbol era algo de lo que los hombres normales podían no hacer caso, donde todo un país, toda una civilización estaba a punto de derrumbarse, era mejor que estar allí, en un camastro estrecho, bajo una tenue luz eléctrica, sin esperar nada”.
8. “Minutos más tarde pasaron por delante de cinco cadáveres en una cuneta, tres mujeres y dos niños. A su alrededor yacían sus maletas. Una de las muertas calzaba pantuflas, como el hombre con el traje de hilo”.
9. “Un caza causaba estragos a lo largo de la columna. La amplia andanada de fuego avanzaba por la carretera a una velocidad de trescientos kilómetros por hora, y el traqueteo estruendoso, como una tormenta de granizo, de proyectiles de cañón se estrellaba contra metal y vidrio. Nadie en el interior de los vehículos casi estacionarios había empezado a reaccionar. Los conductores no hacían más que presenciar el espectáculo a través de los parabrisas”.
10. " Sentía más bien añoranza de un hogar, aunque era un sentimiento sin origen, pues ya no existía un hogar”.
Hay mucho más, claro, vale la pena.