Haití colapsa ante las bandas criminales: “El país se encamina hacia el genocidio”

Casi 3.700 presos se han fugado de la principal prisión del país. Las pandillas controlan el 80% de la capital y amenazan con una guerra civil.

Mario Espinosa de los Monteros
As
Haití es un país que se desangra. No hay ni ley ni orden en estos momentos. En las calles reina el descontrol. El país más pobre de toda América vive una oleada de violencia e inestabilidad que no conoce precedentes: el pasado sábado se produjo la fuga de casi 3.700 reclusos del principal centro penitenciario del país, situado en Puerto Príncipe, la capital. Se estima que el 80% de la ciudad está controlada por las bandas criminales, y el Gobierno, cada vez más debilitado, declaró la noche del domingo el estado de urgencia y un toque de queda en el departamento del oeste.

Las bandas criminales siembran el terror en el país con el objetivo de derrocar al primer ministro Ariel Henry. El líder de una de estas bandas, el expolicía Jimmy Chérizier, ha asegurado que si Henry no dimite, en Haití se cometerá un “genocidio”. “Si Ariel Henry no dimite, el país se encamina directamente hacia el genocidio. Si la comunidad internacional sigue apoyando a Ariel Henry, nos dirigimos directamente a una guerra civil que acabará en genocidio”, ha señalado el expolicía, apodado como ‘Barbacue’.

La situación en el país es un caos. El primer ministro se encuentra en Puerto Rico y todavía no ha conseguido entrar en Haití. Las pandillas dominan la capital y ya han intentado, sin éxito, apoderarse del aeropuerto de Puerto Príncipe. Según la CNN, las bandas criminales se dedican a quemar comisarías de policía y a liberar a más presos. “Hemos elegido tomar nuestro destino en nuestras propias manos. La batalla que estamos librando no solo derrocará al Gobierno de Ariel. Es una batalla que cambiará todo el sistema”, ha amenazado ‘Barbacue’.

Si entra usted en los principales diarios de República Dominicana, verá que abren con un mismo tema: Haití. Los dos países comparten la misma isla, viven sobre el mismo territorio, por lo que Santo Domingo ya ha anunciado un control más exigente sobre las fronteras. El presidente de República Dominicana, Luis Abinader, explicó el lunes que cualquier prisionero haitiano que intente ingresar en el país recibirá “una respuesta drástica”. El primer ministro haitiano intentó volar a Santo Domingo para entrar a Haití desde allí, pero el Gobierno dominicano rechazó la petición.

Dajabón es una de las principales fronteras entre República Dominicana y Haití. Es el principal punto fronterizo de mayor actividad comercial entre ambos países. Según han explicado fuentes dominicanas a Diario AS, la frontera está vigilada, “como siempre, militarizada”. “Todo sucede del otro lado”, explican. Además, aseguran que el mercado binacional “funcionó con normalidad” este lunes. El presidente Abinader aseguró que los criminales no entrarán a República Dominicana porque “saben lo que les puede pasar si cruzan aquí”.

Ocho años sin elecciones

El asunto está tomando alcance internacional. El Consejo de Seguridad de la ONU se reúne este miércoles de urgencia para analizar la situación de Haití —han sido asesinadas casi 1.200 personas desde principios de 2024—. Estados Unidos ha limitado sus operaciones consulares en su embajada y ha pedido a sus ciudadanos que abandonen Haití.

Ariel Henry es neurocirujano y fue nombrado primer ministro haitiano en 2021 tras el asesinato del entonces presidente Jovene Moise a manos de un comando de mercenarios colombianos. Cuando Henry tomó el mando del país, se estimaba que las pandillas controlaban la mitad de Puerto Príncipe. El primer ministro se comprometió a celebrar elecciones lo antes posible y restablecer el orden, pero ninguna de esas promesas se han cumplido.

Las últimas elecciones de Haití se celebraron en 2016. La mayoría de los cargos políticos ya han expirado, incluyendo, claro, el de presidente. Hoy día no hay ningún miembro electo ni en el Parlamento —cuyo edificio está abandonado— ni en el Senado. Solo Henry se posiciona como figura política pública, como primer ministro y junto a una “reducísima camarilla” y con “la mayoría de la población en contra”, según El País.

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