El dengue y el COVID-19 destapan los problemas en la gestión sanitaria de Brasil
Más de cuatro años después del inicio de la pandemia decretada por la Organización Mundial de la Salud, el país suramericano registró en 2024 una media de 30 muertes diarias por coronavirus
Más de cuatro años después del inicio de la pandemia decretado por la Organización Mundial de la Salud (OMS) el 11 de marzo de 2020, Brasil, que ya no publica sus datos diarios, registró en 2024 una media de 30 muertes diarias por Covid. En las diez primeras semanas de 2024, se contabilizaron 2.066 muertes por la enfermedad, según datos del Ministerio de Salud, que se suman a las más de 700.000 muertes desde el inicio de la pandemia en 2020. Pero lo que más preocupa son los niños y adolescentes de hasta 14 años. En Brasil, una media de al menos tres mueren cada cuatro días por complicaciones de la enfermedad. Sólo este año, en las primeras nueve semanas, se registraron 48 muertes por Covid en este grupo de edad, es decir, el 32,4% del total de fallecimientos por Síndrome Respiratorio Agudo. Los datos proceden del Sistema de Vigilancia Epidemiológica de la Gripe de la Fundación Oswado Cruz (Sivep-Gripe/Fiocruz) elaborados en su boletín Observa la Infancia, que analizó como muestra las nueve primeras semanas de cada año desde 2021 hasta 2024. Los datos también evidencian la relación entre la baja tasa de cobertura de vacunación y la persistencia de la enfermedad. La cobertura de vacunación de niños y adolescentes sigue estando muy por debajo de lo esperado. Sólo el 11,4% han sido vacunados, frente al 14,9% de los adultos que han recibido cuatro dosis de la vacuna. Según Fiocruz, el grupo de edad con peor cobertura de vacunación es el de los niños de 3 a 7 años, y sólo el 7% de ellos ha completado el calendario de vacunación completo, que en su caso implica tres dosis.
En cuanto al dengue, a los más de 2 millones de casos contabilizados desde principios de año se suman más de 715 muertes confirmadas y los 1.078 óbitos que aún están siendo analizados. Es la cifra más alta registrada en toda la serie histórica, que se lleva contabilizando desde el año 2000. El récord anterior era de 2015. Durante el gobierno de la delfina de Lula, Dilma Rousseff, Brasil registró 1.649.008 casos, hasta el punto de que la crisis sanitaria pronto se convirtió en política y obligó al entonces ministro de Salud, Arthur Chioro, a dejar su cargo a Marcelo Castro. Pues bien, este año, en ni siquiera tres meses, la epidemia ha superado a la de 2015 en un 17,5%. Nueve estados ya han decretado el estado de emergencia: Minas Gerais, San Paulo, Rio de Janeiro, Acre, Goiás, Espírito Santo, Santa Catarina, Río Grande do Sul, Amapá y el Distrito Federal donde se encuentra Brasilia, que fue uno de los primeros en ver explotar los casos. De 27 estados, 14 están en situación epidémica. San Pablo es preocupante, con 74.465 casos confirmados. Es la mayor ciudad de Brasil y en sólo tres meses ha registrado 11 muertes (46 óbitos están siendo investigados), frente a las 90 de todo el estado y 220 bajo investigación. La zona más afectada es también una de las más pobres, Vila Jaguara, en la zona este de la ciudad, donde 5.240 personas por cada 100.000 habitantes han enfermado hasta ahora de dengue. Una enormidad. “Incluso niños de apenas un año están infectados”, denuncian a Infobae algunos habitantes de la zona. En una calle en particular, la calle Michel Haddad, todos los hogares han tenido casos de dengue, en algunos casos toda la familia ha enfermado. ¿Pero cómo es posible este escenario? Los habitantes apuntan al municipio, que responde a través de su Secretaría de Salud diciendo que sólo este año se realizaron 5.000 intervenciones en la región para mitigar el problema. Sin embargo, los dispensarios públicos están saturados y la gente se ve obligada a hacer cola durante horas para ser recibida.
Lo que empeora la situación, según los residentes locales, es un campo de fútbol dentro del barrio rodeado de densa vegetación y basura de todo tipo, incluso vasos llenos de agua estancada donde las larvas del mosquito del dengue, el Aedes Aegypti, encuentran el entorno ideal para proliferar. Por otro lado, también se ha emitido la alerta para los barrios lujosos, donde las piscinas de muchas casas desocupadas se han convertido en peligrosos focos de dengue. Hablamos de barrios lujosos como Alto de Pinheiros y Jardim Paulista. “Recién ahora estamos recibiendo drones para monitorear desde arriba los grandes focos”, explicó a Infobae un agente de la secretaría de Salud municipal, “pero el problema es que si las casas están deshabitadas no podemos entrar, se necesita a la policía, pero por el momento no hay sinergia de fuerzas”. Los ciudadanos también se quejan de la ausencia de una política seria de prevención y control de plagas. Sólo estos días el ayuntamiento de San Pablo anunció una inversión de 240 millones de reales, 47,7 millones de dólares, para combatir el dengue, con los que el alcalde comprará, según declaró, vehículos para fumigar. Por no hablar de los repelentes, cuyos precios de algunas marcas que contienen icaridina, mezcla que la OMS indica para proteger contra los mosquitos del dengue, se han duplicado en plena epidemia. Con la paradoja de que ahora también empiezan a agotarse, dejando a los ciudadanos con la amarga sensación de estar abandonados a su suerte. El alcalde de San Pablo, Ricardo Nunes, del Movimiento Democrático Brasileño (MDB), replica señalando con el dedo al gobierno federal y quejándose de que su ciudad no ha recibido vacunas del Ministerio de Salud. El lunes también declaró el estado de emergencia por este motivo. “Creo que la ciudad más grande de Brasil tiene el peso para demostrar que el Ministerio de Salud está equivocado y podría haber sido más ágil en el suministro de la vacuna. No podemos esperar mucho del gobierno federal en este punto. Si llega, será bienvenido”, declaró Nunes.
El Ministerio de Salud ha terminado estos días en el ojo del ciclón y no sólo por el dengue. El diario Folha de Sao Paulo lo acusó de haber divulgado datos inconsistentes en relación con la letalidad de el dengue para 2024 además de inflar los anuncios de fondos destinados a estados y municipios para gestionar emergencias sanitarias. El ministerio dijo que la mortalidad de la enfermedad este año es inferior a la de 2023, pero utilizó datos no consolidados para la comparación, dado que más de mil muertes están actualmente siendo investigadas. “La tasa de mortalidad, igual al 0,3% de los casos, es todavía menos de la mitad de la del año pasado (0,7%), a pesar de un ligero aumento respecto a la semana pasada (0,2%)”, declaró el miércoles en redes sociales la ministra de Salud Nísia Trindade y añadió que “estamos tratando mejor los casos y las personas son más conscientes de las señales de alarma”. En 2023 se habían confirmado 1.094 muertes de 1,6 millones de casos probables.
Además, el ministerio también anunció que aumentó a 1,5 mil millones de reales, 298,1 millones de dólares, el importe disponible para combatir emergencias sanitarias, incluida el dengue. El importe, sin embargo, todavía no está disponible en el presupuesto del ministerio. De hecho, como ha denunciado Folha de São Paulo sólo 60 millones de reales, 12 millones de dólares, han sido entregados y más de un mes después del anuncio de los fondos. Rio de Janeiro lidera con 16,2 millones de reales (3,22 millones de dólares), seguido por el Distrito Federal, que recibió 5,5 millones (1,1 millones de dólares).
En la reunión ministerial del lunes pasado, convocada tras la brusca caída de la popularidad que Lula registró en las últimas encuestas en las que la imagen negativa del presidente superó numericamente la positiva por primera vez desde agosto de 2022, Lula reaccionó descargando la responsabilidad en su gobierno y en los errores de comunicación de sus ministros. Entre las más atacadas ha sido precisamente la ministra de Salud Nísia Trindade, siempre muy apreciada por el presidente brasileño pero en el ojo del ciclón además de por el dengue también por una reciente denuncia de la prensa brasileña sobre la precariedad y los problemas de espera encontrados en seis hospitales federales de Rio de Janeiro. Por esto, inmediatamente después de la reunión con Lula, la ministra destituyó a Alexandre Telles, el director del Departamento de Gestión Hospitalaria de su ministerio. Pero especialmente sobre ella pesa el fracaso en la cuestión de los Yanomami y el aumento de sus muertes en comparación con la era Bolsonaro. Por último, muchos analistas políticos explican esta crisis con el apetito político del llamado « Centrão », un bloque de partidos que están en el centro. Las presiones provienen tanto del hecho de que la Salud es el tercer ministerio por presupuesto de la Unión (231 mil millones de reales, ed decir 46 mil millones de dólares), como de las quejas de los parlamentarios de que el gobierno de Nísia Trindade está gastando demasiado tiempo en la devolución de los fondos.
En cuanto a la cuestión de la Sanidad, en resumen, el problema no es el de la comunicación, como dijo Lula a sus ministros. Como escribió el diario O Globo en un editorial “es un diagnóstico que ignora el verdadero problema. No tiene sentido atribuir la caída de la popularidad a algo más que la avalancha de problemas que afligen a los brasileños. En su tercer mandato, Lula recicló los programas de los anteriores en lugar de dar respuestas en línea con los problemas actuales de Brasil. Está más interesado en aparecer en la escena internacional y en una guerra a miles de kilómetros de distancia que en las necesidades y deseos concretos de la población. Mejorar la comunicación no servirá para vaciar los ambulatorios públicos y los hospitales llenos de pacientes con dengue y carentes de cuidados adecuados”, escribe O Globo.