Cuánto dinero se necesita para ser parte del 1% más rico de Estados Unidos
En un marcado incremento del 12% respecto al año anterior, la barrera de entrada a la élite financiera de Estados Unidos se eleva, alejando el sueño americano de la clase media.
El ajuste de la vara para entrar en el elitista club del 1% se ve aún más pronunciado cuando se observa el crecimiento requerido desde 2022, año en el que se necesitaba una riqueza neta de USD 4,4 millones para alcanzar este estatus.
Esta escalada en los umbrales de riqueza en Estados Unidos, la cuarta nación mundial en este aspecto, se refleja de manera similar en otros países con requisitos aún más elevados, resaltando Mónaco, Luxemburgo y Suiza en las primeras posiciones.
“Nuestros hallazgos confirman las sustanciales diferencias en la distribución de la riqueza entre países”, destacó Knight Frank en su informe. Esta situación no sólo remarca las disparidades globales, sino que también sugiere un futuro cercano donde las políticas gubernamentales podrían enfocarse más rigurosamente en la localización de la riqueza, su distribución y las estrategias para su crecimiento y tributación.
Un estudio de GOBankingRates revela cómo el poder de un salario de seis cifras está disminuyendo rápidamente, especialmente en ciudades de alto costo de vida como San Francisco, Arlington, Virginia y San José. En algunas de estas urbes, un ingreso anual de USD 150.000 es considerado incluso como “clase media baja”.
En contraste, y a pesar de las dificultades económicas que afectan a gran parte de la población, los 400 estadounidenses más ricos han visto cómo su riqueza neta se ha disparado, beneficiados por un mercado de valores en alza y un auge tecnológico impulsado por la inteligencia artificial.
Forbes reportó en diciembre que estos magnates aumentaron su fortuna colectiva en USD 500 mil millones en 2023, alcanzando así un valor total de USD 4,5 billones, el máximo desde 2021, según la lista de billonarios en tiempo real del medio.
Este panorama de creciente desigualdad económica no solo pone de relieve el dinámico y complejo tejido de la riqueza global, sino que también subraya la urgencia de abordar las repercusiones económicas y sociales que estas disparidades pueden provocar. La necesidad de políticas más equitativas y de oportunidades de crecimiento inclusivo nunca ha sido más apremiante, en un mundo donde la brecha entre el 1% más rico y el resto sigue ensanchándose.