CHAMPIONS (1/8, VUELTA) | REAL SOCIEDAD 1 - PSG 2 / Mbappé es otro nivel

Doblete de la superestrella del PSG, que dejó helada a una Real Sociedad impotente. Barrenetxea mejora la imagen al final y Merino mete el tanto del honor.

Alfonso Herrán
As
La travesía de la Real por la Champions tocó a su fin porque un monstruo vino a verle. Le pasó por encima una apisonadora con Mbappé a los mandos. Un búfalo imparable a la carrera. La aventura número 5 en el torneo más importante del continente tuvo una resolución muy amarga. Adiós a la decimonovena experiencia internacional. Son ocho partridos sin ganar en casa y eso da para inquietarse. Seis derrotas en las últimas eliminatorias internacionales, asignatura pendiente. El delantero del PSG se vistió el traje de ejecutor y cada vez que tocaba la pelota, sembraba el terror en las filas donostiarras. Ya se sabe casi todo de él, pero no deja de levantar suspiros de admiración en cada aparición. Anunció que se despega de París, todo el mundo tiene claro que camino del Madrid, y ha montado un enredo que podía turbar el ambiente en el Parque de los Príncipes. Hasta parece haber desintonizado con Luis Enrique, pero él sigue impertérrito a lo suyo, a marcar. ¿Mensaje de rebeldía esta actuación, a la que se suma la dina de la ida? Estamos empezando marzo, aún queda temporada por rumiar, y el angelito lleva 40 tantos, en 39 partidos. La meda resultante es sencilla, asegura algo de provecho cada jornada. Son 36 goles en 32 partidos en suelo extranjero. Estamos ante el gran aspirante al trono mundial en los próximos años, en precioso pulso con Haaland. Con 25 años y 76 días, Kylian es el segundo jugador más joven en alcanzar 46 goles en la UEFA Champions League (desde la fase de grupos hasta la final). El más joven con esa cifra es Lionel Messi, con 24 años y 257 días. Su zancada es abrumadora, fue un tormento absoluto para Traoré y Zubeldia.

También ya es mala pata. Hacer una fase de grupos espectacular en la vuelta al cielo de la Champions, dejando por detrás a todo un Inter, el subcampeón vigente, y toparte en octavos con el PSG, que venía de una trayectoria dubitativa, pero el invierno le ha catapultado. Al margen de eso, la Real no está para estos miuras. Hace tiempo que ha perdido esa exuberancia en su juego que exhibía en el arranque del campeonato. El equipo ha petado, como se dice ahora. En una semana se ha caído de la Copa y de la Champions y la costalada le va a provocar un daño anímico durante largo tiempo. Las dudas le asaltan ahora hasta bajo la almohada por la noche al ir a dormir.

El equipo de Imanol soñaba con eso de que torres más altas han caído, pero es que el derribo, desplome más bien, llegó en carne propia. Le cayó la fortificación encima. No completó nada de lo que había prometido en una noche gigante. Estuvo a merced de un equipo que para esta Real son palabras mayores. El balón les quemaba a los txuri-urdin, no trenzaban pases claros y parecieron fantasmas durante una hora, hasta que entró Barrenetxea y revolucionó un poco el monólogo. La idea era meter el miedo en los primeros minutos. Hasta se desplegó una pancarta gigante en un fondo recordando la batalla de Roncesvalles en la que vascones doblegaron a Carlomagno: Vascones in summi montis (Los vascones saliendo de lo más alto de los montes). Al emperador Mbappé esa llamada a la insurgencia no le hizo temblar ni un segundo.

El PSG salía muy fácil de las presiones altas locales. Además, la Real estaba muy descoordinada, un reloj marcaba las tres y cuarto, y otro las diez y media. No saltaba a la vez todo el equipo, se rompía estrepitosamente en dos y los franceses encontraban situaciones muy fáciles de transición. Luis Enrique ordenó descolgarse a Dembélé y un Mbappé que se desentendía del trabajo defensivo y tenía aún más frescura para arrancar su bólido. Lucho quería meter en el congelador ese ambientazo de Anoeta y logró el propósito al cuarto de hora. Eso atormentó a los vascos, que no han logrado hacer ni un gol hasta el minuto 179 de la eliminatoria.

Un balón profundo a Mbappé permitió a este activar su zancada de cíclope. Traoré lo vio con prismáticos y Zubeldia hacía lo que podía. De la nada, en un balón escorado, ganó ángulo y metió un golazo al palo contrario. El subidón de ‘podemos’ quedó en, ‘ha sido bonito mientras duró’. Cuando te pegan semejante bofetón es imposible creer, el 0-1 afeitó el ruido de la grada, el volumen bajó al uno sobre diez. La Real se desgastó en perseguir a los rivales, le costó muchísimo generar fútbol y se fue al descanso con un disparo de 25 metros de Kubo. Sólo un golpe de genialidad individual, porque a nivel colectivo fue una ruina. La impotencia llevó a los txuri-urdin a frenar a Kylian con faltas. Es de acero y tampoco le hacía daño.

El PSG ganaba todos los duelos. Mbappé ponía en tensión a toda la defensa. Dembélé jugaba más de centrocampista, en punta de un rombo, que en su clásico hogar en la banda. Y el 7 jugó muy amistado con la banda izquierda, casi borrando la línea de cal. En el minuto 56, Mbappé destapó otra vez el tarro de las esencias. Otro pase a la carrera, patentado por Kang-in y en una décima de segundo engañó con el cuerpo a Remiro, le amagó con el cuerpo al palo largo y le fusiló por el corto.

El PSG empezó a abanicarse en la hamaca de su 4-0 en el global de la eliminatoria. Barrenetxe salió en la segunda parte para levantar la moral de la tropa. Marcó en fura de juego a pase de Zubimendi para abrir boca. Y ofreció chispazos en una noche de llanto. Después metió un pase a Turrientes que no marcó por una parada milagrosa de Donnarumma. La Real se merecía una despedida digna y la medio tuvo. Merino metió el gol de la honra. Olasagasti también contribuyó a mejorar la imagen. Ya no se escuchará más este año la musiquilla de la Champions. Que no tarden mucho en volver esas notas que son una maravilla.


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