CÁDIZ 2 - ATLÉTICO 0 / Juanmi ahonda la chirigota del Atleti fuera

El Cádiz, que llevaba seis meses sin ganar, vence a los del Cholo en otro partido desastroso. Sin ataque, sin defensa, sin orgullo. Pésima imagen rojiblanca antes del Inter.

Patricia Cazón
As
El Atleti viaja siempre como el buen samaritano. ¿Tienes un problema? Ahí está el equipo del Cholo. ¿Llevas sin ganar desde septiembre, 23 partidos, “desde que hacía caló”? El Atleti te soluciona. Llega y le vences o empatas, según qué necesites. “Nos ganamos desde que hacía caló”, que decía la grada del Nuevo Mirandilla. Desde septiembre. Pero ayer era marzo y allí estaba el Atleti. Dos disparos de Juanmi, dos goles y de nuevo victoria, cuando vuelve a asomar el ‘caló'. Porque da igual cómo se vista el equipo del Cholo. Las cábalas. De verde, de azul marino noche madrileña, una camiseta mitad blanca y mitad azul o del rojiblanco. Su problema va más allá de los colores. Es el propio Atleti cuando se aleja unos metros del Metropolitano. Pierde fiereza, colmillo y hasta tono muscular. Se hace vulgar. Sin ataque, sin defensa, si paños. Azúcar deshecho en el agua. Lágrima en la lluvia. Y son ya varias tormentas fuera ya. Siete derrotas esta Liga. Ayer en el Nuevo Mirandilla el Cádiz hizo de él un espanto.

Pronto se quedó noqueado. Y eso que salió con ganas de robar y mandar pero solo eso, robar y mandar sin áreas que es lo mismo que masticar para no tragar. Los mismos que hace una semana ganaba al Betis en casa eran los elegidos, salvo Saúl de Barrios (en casa enfermo) que lo mismo dio, porque el primero fue como si no jugara. Pellegrino esperaba con sorpresa. La primera vez de Ousou en su once, el fichaje de invierno que ni había debutado aún, para frenar las subidas de un Memphis al que siempre ganaba en físico. También cambiaba a Sobrino y Navarro de bandas, para que Sobrino fuera un candado ante Llorente, por eso de que defiende más y mejor.

Navarro estaba en la foto a los veinte minutos. Veinte minutos de no demasiado, mucha disputa en las zonas intermedias del campo pero áreas fugaces. Entonces en un balón dividido que conducía Hermoso, Navarro metió el pie y le rebañó un trozo de bota como un mordisco. Pasaba tan poco que esto era noticia. El partido seguía sin ocasiones, aunque la presión del Cádiz en el centro, siempre saltando un segundo antes, era efectiva. Kouamé era un gigante. Saúl lo único que intentaba era lo único que aún le sale, los desmarques al área, pero siempre entre ese tufo de exjugador bajo el que se mueve desde hace años. De Paul no estaba mucho mejor, son varios ya sus partidos horrendo, Koke, tampoco, muy lento. Siempre buscaban en largo. Siempre para nada. El Cádiz iba ganando metros hacia Oblak.

Cortaba Witsel un centro de Sobrino tras jugada de Navarro en la primera vez que pisaba el área. Recogía Oblak el balón de su red la segunda. Otra vez. Otra tarde. En un Día de La Marmota infinito. El único plan era dárselo a Lino y que éste avanzara metros. Un Lino que siempre está bien, agita, pero cuando llega al área le cuesta irse, lo hace ahogado, y se encalla, y tampoco se replegaba los suficiente para ayudar contra Navarro, una amenaza constante con sus conducciones. El Atleti propone arriba nada y eso le pone cara de Bill Murray dando golpes un amanecer tras otro al despertador.

Memphis y Morata tenían la amenazaba de una pistola de agua. Bueno, es que ni siquiera llegaban al área. El Cádiz a la segunda vez ya estaba por delante en el marcador. Paulista se contagiaba del defender del Atleti en una acción en la que, entre él y Hermoso le hacían pasillo a Juanmi para que cabeceara a placer. Navarro corrió, Sobrino centró, el delantero, de regreso de Arabia este invierno, marcaba a bocajarro. Mal la defensa. Peor Oblak, que se ha convertido en un portero al que ya nada saca de debajo los palos. Ni sale ni se impone. Mucho menos habitan los milagros en sus guantes. El descanso llegó después de que ni árbitro ni VAR castigaran una mano de Paulista en el área. La pelota había golpeado primero cabeza. Hacía frío y se arremolinaban las nubes grises de la Bahía de Cádiz cuando el árbitro pitó el descanso. Los Carnavales habían pasado pero el Atleti representaba una última chirigota.

Tal era el grado que Simeone en el descanso hizo tres cambios. De Paul, Saúl y Memphis, que habían sido nada, a la ducha, adentro Nahuel, Correa y Roro. Su entrada trajo otro dibujo (4-4-2): Llorente al medio y Koke y Roro, como interiores para intentar atragantar las subidas y conducciones de Navarro y Sobrino. Correa salió con brío. Una isla en medio un hastío generalizado. Quizá es que los de Pellegrino tenían muy presente su Champions, salvarse, quizá es que los del Cholo llevan tantas clasificaciones seguidas que han olvidado el frío que se pasa con tan solo un año fuera de ella.

Juanmi agrandó la herida a la hora, en un remate en el que el delantero sacó el brazo y desplazó a Paulista en el aire para impedir su despeje. No reaccionó al Atleti. Por mucho que Vermeeren jugará 20 minutos, debutara el Jebari y Ledesma sacara con milagro un cabezazo de Llorente. Pero terminaron los rojiblancos como un papel a merced del viento, del baile de fútbol de los gaditanos, como si esos que llevaban el escudo que otros hicieron tan grande no sintieran que lo tenían al pecho, desmereciéndolo hasta el Cholo y su propia obra. Entre oles, oles y oles que no eran para ellos se despidieron del partido. Y el miércoles viene el Inter. Y solo de pensarlo da miedo. Sin rabia no hay nada. Sin rabia y orgullo esos que ayer vestían la rojiblanca distaban mucho de ser el Atleti.


Entradas populares