Arriba de todos: el sorprendente Instituto de Dabove mira a River y a Independiente desde la cima de la tabla
El equipo cordobés le ganó a Huracán y empezó la novena fecha al tope de su grupo
En Alta Córdoba, derrotó por 2-0 a un Huracán irregular, de capa caída, que tiene jugadores de buen pie, algunos pasajes interesantes de juego, pero muy tibio en ataque. De todos modos, el Globo se las arregló para convertir en figura a Manuel Roffo, el arquero local. El equipo de Walter Coyette tuvo mucho más la pelota (66 por ciento), pateó más al arco 13 contra 12, pero Instituto fue más eficaz. Desde la salida de Facundo Sava, los de Parque Patricios habían empatado con San Lorenzo y ganado ante Rosario Central, pero este lunes no pudieron extender el invicto en la gestión de Coyette.
Es posible que el local haya tenido también una pizca de suerte. Apenas iban 6 minutos de juego cuando Instituto tuvo un tiro de esquina, la pelota pasó por encima de todos y en el segundo palo sorprendió a Juan Franco; el balón dio en el muslo del paraguayo y descolocó a Galíndez para el 1-0.
Obligado, Huracán fue a buscar el empate, con un buen trabajo de Alarcón en el medio, y la habilidad de Pussetto para tratar de encontrar siempre a un compañero. Lo tuvo Mazzantti, con un remate apenas desviado, luego Pussetto asistió a Soñora, que pateó a quemarropa y encontró una gran respuesta de Roffo. El arquero de Instituto volvió a ser exigido en un zurdazo de Mazzantti que se desvió, pero voló, dio un manotazo y la pelota dio en el poste izquierdo.
A expensas de sus limitaciones, sumó méritos Huracán para conseguir algo más. Se quedó con las ganas Pussetto, con un derechazo que sacudió el caño derecho, y luego el delantero debió ser reemplazado al torcerse el tobillo derecho. Podría haber llegado al empate en una acción confusa dentro del área, cuando Garate pateó y anotó, pero previamente Mastrángelo cobró una falta en ataque que sólo él observó. Instituto, con intensidad, resistía y se encomendaba también a las manos de su arquero.
La falta de oportunismo iba a dejar sin chances a Huracán en la recta final, porque Instituto, que tenía campo para salir de contraataque, había fallado una chance en la que Galíndez salvó un mano a mano contra Puebla. Con tiempo cumplido, Ibáñez lo bajó a Santiago Rodríguez dentro del área. Penal correctamente sancionado que convirtió el propio delantero, más allá de la curiosa maniobra que intentó Galíndez, parándose cerca del palo izquierdo en lugar de hacerlo en el centro del arco. Con sus argumentos, la Gloria sumó tres puntos y se anima a soñar. Y... ¿quién dice que no tiene derecho a hacerlo?