Vallecas resucita la Liga
El Rayo se sobrepone al gol inicial de Joselu y le quita dos puntos al Madrid en un penalti de VAR transformado por De Tomás. Los de Ancelotti acabaron con diez.
Esa sensación de inmortalidad del Madrid se repitió poco después, cuando Tchouameni, imprudente y despistado, interceptó absurdamente con el brazo un centro de Álvaro García y le salvó del gilipenalti la posición de fuera de juego del rayista.
Golpes de fortuna al margen, fue abrumadora la superioridad inicial del Madrid, especialmente desde la banda izquierda, bífida por las acometidas clásicas de Vinicius y las eventuales de Fran García.
La mano de Camavinga
El Rayo presentó un once de efecto recuerdo. Lo que le funcionó a Iraola estuvo en el kilómetro cero de Íñigo Pérez, Óscar Trejo y Raúl de Tomás incluidos. Una apuesta por el talento frente al vigor. Una terapia tradicional para interrumpir la secuencia fatal en la que se encontraba el equipo: depresión-ansiedad-pánico. Otro entrenador, otra actitud y casi otro equipo.
El Rayo estaba siendo zarandeado por el líder cuando le sobrevino el empate. Fue en la jugada mejor armada de los franjirrojos, también muy vencidos a la izquierda. Progresó Espino, retrasó para Trejo y el remate de este tocó en la mano moderadamente despegada del cuerpo de Camavinga. Suficiente en este neofútbol para que el VAR hiciese sonar la campana, señalase penalti Muñiz Ruiz y lo transformase Raúl de Tomás. Era su primer gol en esta Liga. De pronto, reapareció el Rayo de los mejores días, con juego por fuera, presión, nervio y remate. El gol había provocado una indigestión inesperada a un Madrid con Modric.
Es un clásico del fútbol: no hay consenso sobre cuándo llega el final de una leyenda. El futbolista y el país aún no divisan la cuesta abajo, el club sí. Está ocurriendo con Modric, al que Ancelotti ha retirado hace tiempo de los partidos premium. Se diría incluso que si no le pone más a los postres de muchos encuentros es por no ofender su carrera y su palmarés. No estuvo por debajo del equipo, que ya es decir si se mira la clasificación. Resistirá hasta el final para no ser licenciado, aunque sea con honores.
El Madrid se marchó al descanso tratando de explicarse el súbito cambio de clima. El Rayo, celebrándolo. De hecho, tuvo Álvaro García el segundo tanto, con un disparo sin demasiado ángulo que no despistó a Lunin. Al utrerano le debe el Rayo buena parte de ese colchón que aún le separa de la zona radiactiva. A Lucas Vázquez se le hizo larga la sobremesa frente a él.
Un Rayo más solido
Las primeras tomas de la segunda mitad fueron representativas. Jaimitada corregida de Tchouameni ante Álvaro García y zapatazo de 40 metros alto de Espino sin dar explicaciones. Un Madrid distraído y un Rayo crecido.
Al equipo de Ancelotti se le había hecho pequeño el campo. Para encontrar espacios en feudo rayista habrá que esperar a ese nuevo estadio que se quiere en el palco y se rechaza en la grada. En un partido menos alegre, con menos Fran García y menos Vinicius, le costó un mundo progresar, pero poco a poco fue aculando al Rayo en su área. Dimitrievski, héroe en la ida en el Bernabéu, le quitó un gol a Joselu, que cuerpeando le había sacado ventaja a Aridane.
El Madrid retomó el mando de los primeros minutos pero desde una estrategia más penosa, ganando terreno palmo a palmo a base de combinar, a veces con un tráfico de hora punta en el centro del campo. En cierto modo, era una pelea más natural, más esperada. Los cambios de Íñigo Pérez fueron para oxigenar, pieza por pieza para ganar piernas. Lo de Ancelotti buscaron alborotar, con Kroos y Modric, últimamente incompatibles, y Rodrygo. El plan de movilidad no funcionó. El Madrid tocó mucho y creó poco. Lo mejor de la recta final fue un golpe franco lanzado por Kroos. Lo peor, la roja en el descuento a Carvajal, por un calentón. Y el Rayo, que metió dos puntas al final (Falcao y Camello), más para atorar la salida del rival que para rematar la faena, resistió sin demasiados agobios. Aquella Liga que se fue hace una semana reapareció en Vallecas.