Súper Zenón al rescate de Boca

El refuerzo estrella volvió a brillar, esta vez con goles (uno bien choreado por Merentiel), y acomodó a Boca a diez días del partido con River. Ojo: hay que ayudarlo.

Menos solo que otras veces, Zenón tuvo -durante un rato- gracias a la presencia de Bullaude ese "pase más" que pedía el otro día Martínez contra Defensa, cuando los dos 9 (Benedetto y Merentiel) salían disparados hacia adelante en busca de los pases filtrados en lugar de acercarse a construir y tocar. Sin embargo, al igual que en los encuentros anteriores, a Boca le faltó continuidad. De a ratos parecía tan controlado el partido, tan falto de equivalencias, que el equipo se dedicó a jugar abierto como esos boxeadores que van con la guardia baja (el inolvidable Cassius Clay, Sugar Ray Leonard) porque saben que los puños ajenos no los dañan y que los propios sí pueden ser letales. Que tarde o temprano llegará -como llegó- el nocaut. No hizo méritos este Boca, al menos todavía, como para sentirse tan confiado. Y de hecho necesitó de un par de apariciones de Romero -no espectaculares, sí obligatorias- para que Central Córdoba no se lo empatara. Pudo haberlo hecho, aunque suene increíble.

Queda la sensación, después de estas primeras cinco fechas, que el domingo sí arranca el campeonato. Se viene Lanús, la última prueba antes del superclásico en el Changomás. Quedaron atrás rivales -todos- a los que se les debió ganar. Y sin embargo, por errores propios, por impericia, todavía el equipo está fuera de la zona de clasificación a los playoffs. Habrá que ver cómo se insertan los olímpicos Medina y Equi Fernández. Si el dibujo elegido fuera éste, claramente deberían entrar por Bullaude y Campuzano. Pero habrá que ver cómo Martínez regula las cargas para uno de los partidos más importantes de este año sin Libertadores. Si Zenón está cansado, por ejemplo, hay que guardarlo en una cajita de cristal. No cabe lo mismo para Lema -tan importante en otro rubro- porque en ese caso habría que proteger a los que chocan con él, otra vez tremendo rechazando pelotas o rivales.

Para el final, algo de lo que más temprano que tarde teníamos que hablar: los silbidos a los jugadores propios. No somos River, muchachos. No quemamos la cancha ni les pegamos -de ningún modo- a los nuestros. Una cosa es un murmullo de desaprobación, un grito de fastidio, protestar un cambio. Otra es agredir a los nuestros. Boca no hace eso por una cuestión de lealtad con la camiseta, de defendernos espalda con espalda. Y lamentablemente -la involución de los hinchas- lo sufrieron Fabra, Pol Fernández y Ramírez por causas distintas que ahora no vienen al caso. Pueden haberla pifiado los dirigentes al no considerar que había ciclos terminados, pero ahora que están defendiendo la camiseta, hay que hacerles el aguante. Por Boca. Por nuestra historia sin manchas.


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