River sufrió la falta de eficacia, extrañó los goles de Borja y le prende velas para que llegue al superclásico
Sufrió para empatar 1-1 en el final ante Banfield; pasó de la abundancia de partidos pasados a padecer falta de eficacia con la ausencia del colombiano
Miguel Borja se desgarró en Tucumán y River se quedaba sin convertir por primera vez en el año. Frente a Banfield, tuvo que insistir hasta el desmayo para vulnerar a Barovero, que con varias atajadas se asemejó al de sus mejores tiempos en River. “Fue muy especial venir al Monumental después de tantos años, agradecido por el cariño de la gente”, dijo tras el partido.
River extrañó a Borja, autor de seis goles en cinco encuentros (más uno por la Copa Argentina) y afianzado como nunca antes como el centro-delantero titular. A una semana del superclásico con Boca, su recuperación más que improbable no hace más que agrandar los lamentos en el mundo River.
Sin Borja, volvió el River de los cinco volantes. Esta vez no fue por elección, como ocurrió con el campeón del primer semestre de 2023, sino porque la ausencia del colombiano impuso un desafío, instaló una urgencia. Nacho pasó a ser el media-punta que más acompañaba a Colidio, con Mastantuono flotando sobre la derecha.
A los dos minutos, Fonseca puso como con la mano un centro bombeado para la entrada desde atrás de Mastantuono. El juvenil de 16 años, con una zurda prometedora, todavía tiene mucho que mejorar en el cabezazo; le entró a la pelota sin potencia ni dirección, como un chico de sexta división, desde donde pegó un salto fulgurante a la primera división.
Lo más destacado de River 1 - Banfield 1
La buena asistencia del uruguayo Fonseca no representó una continuidad del buen nivel que traía; empezó a fallar pases y complicarse en algunos movimientos. Una de sus equivocaciones fue salvada con un cierre al límite de Paulo Díaz sobre Rivera en la entrada al área. El chileno es un seguro de vida para River por fiereza y ubicación, el primer bombero en cada incendio, aunque a veces lo traiciona el exceso de confianza con la pelota en los pies.
El árbitro aplicaba el criterio de dejar jugar, no estaba pendiente de roces o faltas menores: iban 10 minutos y solo había cobrado un foul. River no le podía dar continuidad a su búsqueda; se trababa en imprecisiones, no encontraba al hombre libre. Cuando alguno picaba al vacío –sobre todo Herrera- no le llegaba la asistencia. El planteo cerrado y ordenado de Banfield lo ahogaba al local.
Barovero ya había recibido la plaqueta de los dirigentes de River y la ovación de los hinchas, memoriosos con su aporte vital en los comienzos del ciclo de Gallardo. El arquero, que este domingo cumplió 40 años, la seguía pasando bien ya en el partido, sin revolcarse ni pasar zozobras. La exigencia vendría más tarde y demostró estar a la altura, hasta convertirse en la figura del encuentro. Nacho Fernández y Barco eran los más activos, con Mastantuono intermitente y Colidio desconectado, sin hallarse en la función de primer delantero.
Banfield no renunciaba al contraataque, mientras se reafirmaba en su plan de contención, cada corte o bloqueo le insuflaba más confianza para persistir en el despliegue. Barco era el más vertical, en sus pies estaba el cambio de ritmo. También el remate de media distancia, con un disparo que se fue junto al palo.
Aunque River se había mostrado espeso y poco imaginativo, Demichelis no hizo cambios en el descanso. Más allá de una llegada de Mastantuono y otra de Colidio, ambas resueltas con oficio por Barovero, no cambiaba la impresión de que hacía falta alguna variante, buscar un revulsivo. Entraron los dos retornados del Preolímpico: Echeverri y Solari; con las salidas de Aliendro y Mastantuono, River quedó con dos delanteros y Fonseca como único volante de contención, ahora un poco más ayudado por Nacho Fernández.
El equipo de Demichelis seguía nublado frente al arco: Colidio y Solari definieron desviado desde posiciones favorables. Y se le empezaba a poner cara de impotencia. Nada le salía con fluidez, ni la construcción del juego ni la puntada final.
Tras un primer tiempo tranquilo, Barovero aparecía para tapar lo que atravesaba a su fornida defensa: con las manos ante remates de Echeverri y Nacho Fernández, y con un pie ante una media vuelta del juvenil Ruberto.
Era un partido indigesto para River, uno de esos en los que las virtudes no terminan de florecer y cualquier distracción se paga caro. Nacho Fernández no controló bien una pelota en campo propio y se armó un boquete en el sector derecho –Sant’Anna había reemplazado a Herrera- por el que apareció el ingresado Braian Galván, con un disparo que Armani no pudo bloquear con los brazos ni el resto del cuerpo. Hacía más de cinco partidos que Armani no recibía goles: la racha de imbatibilidad se cortó tras 542 minutos. La noche se hacía más negra, hasta que apareció el cabezazo salvador de Solari. En un partido que venía torcido, River lo enderezó con el agua al cuello rumbo a Boca.