El
croata volvió a la titularidad en Vallecas y demostró pundonor por
revertir su dinámica. Se ganó el halago de Ancelotti: “Ha sido el más
lúcido con el balón”.
Fernando S. Tavero
As
Luka Modric no baja los brazos. No
lo ha hecho nunca. Tampoco ahora, en la temporada más atípica, y
complicada, de su carrera. Las titularidades se han convertido en agujas
en un pajar de dudas. Pero cuando la encuentra, Luka sigue tratando de
hilvanar fútbol. Como en Vallecas. Sin ser el encuentro más brillante,
personal y colectivo, el de Zadar fue “el más lúcido con el balón”. Palabra de Ancelotti, que no escatimó en elogios para con el 10: “Ha jugado muy bien, lo ha intentado de todas las maneras. Ha intentado buscar pases, su posición en el campo fue buena”. También lo dicen los números: fue el
jugador que más ocasiones creó (tres), más centros intentó (nueve), más
regates completó (tres, empatado con Vinicius y Brahim) y el segundo
que más pases acertó en el tercio final del campo (14, por los 21 de Valverde). No se rinde.
El Rayo despertó con el penalti de Camavinga. RdT empató un duelo que se teñía de blanco y ello hizo que la Franja
latiera como antaño. Un impulso energético que complicó la vida al
Madrid. Desconectado en el tramo final de la primera parte, también
Modric sufrió la inhibición general. Pero fue especialmente en la
segunda cuando sacó a relucir su pundonor balcánico. Para revertir la
situación de su equipo, con mayor o menor éxito, y la suya propia. Ahí
comenzó a aglutinar protagonismo, tratando de dinamizar el ataque y
buscar verticalidad. De ahí el goteo constante de centros, tanto a balón
parado como a campo abierto. Los regates para romper líneas. Los envíos
filtrados en busca de petróleo cerca de Dimitrievski. Sólo Nacho (87) y Valverde (74) superaron las 72 intervenciones de Luka,
también los únicos que completaron más pases que él (74 y 60,
respectivamente, frente a 44). Vallecas resucitó la Liga y Modric,
aunque no tuvo el rédito de otras ocasiones (ninguno de sus envíos fue
decisivo), buscó con ahínco que también sea su propio desfibrilador.
No quiere regalos. “Mi
única condición para quedarme era que me trataran como un jugador
competitivo, como lo he sido hasta ahora, y no que me mantuvieran en la
plantilla basándose en méritos pasados”. Lo afirmó, contundente, en
septiembre. En un parón de selecciones, convirtiendo a Croacia en su
altavoz. Ahí empezaban a tensarse las orejas del lobo. “Después de
todo en mi carrera, en la que no estoy seguro de haber estado en el
banquillo durante tres partidos seguidos, esa sensación me resulta
especialmente extraña”. Lo que era una anomalía se ha convertido en cotidiano. Entre el derbi ante el Atleti, el partido contra el Girona y la visita a Leipzig, 36 minutos. Porque
los 87′ de Vallecas no son lo habitual. Las lesiones de Tchouameni y
Camavinga a final de 2023 dibujaron una tierra de oportunidades, pero la
normalidad expone que es el 15º jugador más utilizado de la plantilla (1.461′, para un gol y seis asistencias).
O lo que es lo mismo, sólo Alaba (lesionado en diciembre), Fran García,
Brahim (al alza), Lucas Vázquez, Ceballos y Arda Güler, amén de Militao
y Courtois, están por debajo. Y eso le hará pensar.
“Soy consciente de que tenemos mucha competencia en el mediocampo, que estos jóvenes son jugadores de primer nivel”,
decía entonces. No le falta razón. Son 38 años (39 el 9 de septiembre),
ante los 25 de Valverde, los 24 de Tchouameni, los 20 de Camavinga, los
20 de Bellingham... y los 34 de un Kroos con más carrete del que él
mismo vaticinaba (”Me sorprende más mi cabeza que mi cuerpo”). Modric entra una vez más en la zona Cesarini de
su contrato, pero la situación respecto a años anteriores, el pasado
sin ir más lejos, se antoja antónima. La decisión será suya y no del
Madrid, pero Modric quiere jugar. Lo demostró en Vallecas, que le despidió con una ovación cerrada. Si es la última o no depende de Luka... y de las oportunidades que le dé Ancelotti en las etapas de alta montaña.