Lionel Messi jugó 10 minutos en la paliza de Al-Nassr a Inter Miami... un golpe no tan imprevisible
En Arabia Saudita, el equipo del rosarino recibió un duro golpe, aun con estrellas en la cancha; su bajo nivel en la MLS, los viajes y el desgaste
Casi se acababa el encuentro cuando Tata Martino, desorientado (también, durante buena parte de 2023, más allá de la conseguida Leagues Cup) y cabizbajo, pidió al crack universal que entrara y tocara la pelota durante unos minutos. Negocios son negocios. Con algunas aparentes molestias físicas, Leo entró, creó un par de fantasías y escuchó el pitazo final. Saludó como un caballero a los jugadores del Al-Nassr, el equipo de Cristiano sin Cristiano, que estaba en un palco, sonriente como un jeque árabe, ausente por una lesión. Se trataba de una paliza: 6 a 0. Y para el que no lo vio, una aclaración: pudo haber algunos goles más.
Compacto de Al-Nassr 6 vs. Inter Miami 0
No gana, y juega verdaderamente mal Inter Miami. Puede ser el desgaste, los kilómetros de pretemporada de un equipo que ya es una marca mundial del marketing. Amanece en un país, anochece en otro continente. No debe de ser nada fácil. Aun en ese contexto, a Messi no le cae bien perder ni a las bolitas, de las que habrá escuchado por sus padres. Lo fastidia la derrota en una partida de truco, en una final del mundo o en un amistoso de relativo valor: sus genes no la aceptan.
El problema es que hay caídas y derrotas. Ésta tiene un sabor amargo por donde se lo mire: la televisión mostró a pantalla partida su rostro compungido en el banco de suplentes y la dentadura reluciente del portugués en el palco con aire acondicionado. Lo que iba a ser una estación más de la batalla de todos los tiempos, sin ellos, se trató de otro asunto. El crack sin edad (cumplirá 39 este lunes) y el genio campeón del mundo (36) crearon la mejor sinfonía de opuestos de la historia reciente del fútbol, algo así como Federer vs. Nadal en el tenis. Y por más que haya un quizás futuro Djokovic dando vueltas (¿Haaland, Mbappé?), nada será igual. Leo vive en carne propia la contrariedad: debe de pensar que con este tránsito previo, en este equipo, en este contexto, alcanzar una hipotética cumbre de rendimiento en la Copa América de Estados Unidos entre junio y julio próximos se parece a una utopía. Irrealizable.
El ingreso de Messi, a falta de pocos minutos y con el resultado ya 0-6
Hay algo bueno: con Messi, todo (lo mágico) puede ocurrir.
A los 12 minutos, Inter Miami ya perdía por 3-0. Otávio (brasileño, ex de Inter, de su país, y de Porto, y ahora un talentoso perdido en Oriente), Talisca y Aymeric Laporte sellaron el partido. Lo del francés fue un homenaje al José Luis Chilavert de los años noventas: un zurdazo desde atrás de mitad de cancha que pasó por encima del arquero Drake Callender, que colaboró bastante en la goleada. Leo se agarraba la cabeza.
El golazo de Aymeric Laporte a lo Chilavert
Talisca, también brasileño, marcó otros dos tantos, incluido uno de penal. Y Mohammed Maran, el restante. Inter Miami pudo descontar en algún momento (un zurdazo tremendo de Suárez, que alcanzó a rozar David Ospina), pero fue un equipo misteriosamente frágil en todas las líneas. Jordi Alba, Sergio Busquets y Lucho Suárez resultaron una decepción, al igual que todos sus compañeros, muchos de ellos, promesas de diversos orígenes. Tomás Avilés, el argentino de 19 años (defensor, ex de Racing), tampoco hizo pie.
Era una moneda al aire el conjunto rosa antes de Messi, y lo es ahora, con mejores intérpretes, como el uruguayo, más allá de las lesiones de Facundo Farías y Benjamín Cremaschi. Consiguió el primer trofeo de su historia respaldado en los penales y en chispazos de Messi, y en poco, casi nada más. Ahora, el desgaste, el cambio de horario, de clima, de país y hasta de continente, deben de marear al más pintado. Y aun en esa situación, un 0-6 ante el equipo de Cristiano ha de ser traumático de digerir. Sobre todo para Leo.