La muerte de Navalny, una poderosa llamada de atención al mundo libre
No es solo una tragedia personal, sino un oscuro presagio
Lo que sí sabemos es que Navalny no estaba enfermo, como lo demuestran videos grabados el día anterior a su muerte repentina. Sin embargo, lo anecdótico de este final y los juicios de valor hacia la persona pasan a un segundo plano frente a las reflexiones más profundas que merece esta noticia.
Es que la muerte de Navalny constituye una poderosa llamada de atención al mundo y, sobre todo, a los líderes y profetas de la libertad en las sociedades democráticas sobre realidades conocidas pero a veces hundidas en una suerte de negacionismo ilusorio. Por eso voy a reflexionar aquí sobre estas realidades.
Reflexiones sobre la libertad y el autoritarismo
La primera reflexión es que declamar la libertad no es suficiente, hay que practicarla. Navalny ejemplificó esto cuando decidió volver a Rusia en 2021, sabiendo que su vida pendía de un hilo. Ya había sufrido varios atentados y en 2020 fue envenenado durante un vuelo doméstico en Rusia y salvado en Berlín, El agente utilizado fue Novichok un arma química neurotóxica desarrollada y fabricada en tiempos de la Unión Soviética, cuyo inventario había sido supuestamente destruido por los compromisos internacionales de Rusia, cosa que dio lugar a un escándalo internacional. Su vuelta a Rusia fue una decisión personal que implicó el ejercicio de su libertad más profunda. Lo hizo en aras de una causa mayor que trascendió su propia vida. Algunos con espíritu práctico cuestionarán esa estrategia.
También se sabe muy bien pero a menudo se olvida que, en aras de supuestas movidas “estratégicas”, algunos gobiernos se vuelven obsecuentes frente a psicópatas despiadados aunque seductores en las formas, que juegan con la vida y el destino de la gente. Así sucedió cuando el ex presidente argentino Alberto Fernández se reunió Putin, pocos días antes de la invasión a Ucrania, ofreciendo Argentina como “puerta de entrada” de Rusia en la región. No lo hizo “per se”, eran las buenas épocas en que todo el kirchnerismo avalaba esos errores garrafales que dejaron huellas imborrables en la memoria colectiva.
Del mismo modo, la corrupción mata y se la tiende a naturalizar. Navalny centró su lucha en denunciar la delincuencia subyacente en el régimen de Putin, a quien calificó de un gobierno de “estafadores y ladrones”. Autoritarismo y corrupción van de la mano ya que en los regímenes autoritarios se anula el control entre los poderes del Estado y, peor aún, el control de la opinión pública respecto de los actos de gobierno, callando así todas las voces.
La ética por encima de la política
Es por ello que la verdadera grieta es moral y no política. ¿Qué implica esto? Que aunque se pregone lo contrario, la política siempre se subordina a la ética, porque los valores están en el ADN de cada individuo, independiente de su actividad. En cuanto a la política, como en toda otra actividad, hay honestos y deshonestos. Por eso las catalogaciones, estereotipos y arbitrariedades, sobre todo viniendo desde quienes detentan el poder, son en extremo peligrosas y destructivas para cualquier sociedad. La lógica amigo-enemigo conduce a mayores desgracias.
En este mundo en que el conflicto global se agudiza, el único camino de progreso es el de las sociedades unidas en un fin superior que, a su vez rechazan la cobardía del pensamiento único impuesto con violencia verbal y física. La lucha no es contra el honesto que piensa diferente sino contra la corrupción enquistada en los gobiernos y la delincuencia. Aplica para todos los países y desde luego para Argentina que vive día a día ese flagelo.
Implicancias internacionales
Las cada vez más evidentes vacilaciones de los liderazgos del mundo libre frente a los avances de regímenes autoritarios y de fundamentalismos de toda índole, que van entretejiendo alianzas entre sí, plantea uno de los mayores peligros a futuro. Como antes sucedió con la tolerancia hacia el fundamentalismo islámico, sobre todo en algunos países europeos, fue evidente también con las muestras tempranas de radicalización de Putin y su continua obsesión por Ucrania.
En el ámbito latinoamericano, ocurrió en Venezuela cuando en 2019, con la asunción de Juan Guaidó, con respaldo de la Asamblea Nacional y de la Constitución, hubo una ventana de oportunidad de neutralizar al régimen de Nicolás Maduro con apoyo internacional y en especial de los Estados Unidos de Trump. No fue posible, la dictadura ganó por cansancio y se mantuvo en el poder, mostrando una falsa predisposición negociadora. Un principio muchas veces confirmado es que nunca las dictaduras se retiran por las buenas. Hoy la inhabilitación de María Corina Machado, la candidata a la presidencia con amplísimo apoyo popular, llega a la Corte Penal Internacional bajo la denuncia de “persecución” realizada por el ex alcalde de Caracas hoy en el exilio, Antonio Ledezma. El patrón es el mismo: Navalny también quiso presentarse como candidato a presidente en Rusia en 2018 y fue proscripto.
Reflexión final
Alexei Navalny no fue solo un líder de oposición, sino un símbolo de resistencia ante la opresión. Su valiente desafío nos recuerda que la lucha por la libertad y la justicia trasciende fronteras.
Hoy, mientras el mundo libre lamenta su muerte, el mejor homenaje que se le puede hacer es comprender su mensaje y actuar. El legado de Navalny debe convertirse en un llamado a la acción colectiva, más allá de las palabras, hacia hechos concretos.
Todos, desde nuestros respectivos roles en la sociedad, ya sea como líderes políticos, activistas, educadores, profesionales, o simplemente como ciudadanos comprometidos, debemos recoger el guante.