El repugnante furor por la edad de Biden
El economista Paul Krugman explica por qué la idea de que el presidente de EEUU está demasiado grande para gobernar es una falacia
Da la casualidad de que tuve una reunión extraoficial de una hora con Biden en agosto. No puedo hablar del contenido, pero puedo asegurarles que está perfectamente lúcido y que comprende bien los acontecimientos. Y más allá de esa experiencia personal, en varias ocasiones cuando pensé que estaba cometiendo un error de cálculo grave –como su manejo de la crisis del techo de la deuda– él tenía razón y yo estaba equivocado.
Y Dios mío, considera a su oponente. Cuando escucho los discursos de Donald Trump, me encuentro pensando en mi padre, que murió en 2013 (algo más que tuve que buscar). Durante su último año, mi padre sufrió de síndrome de empeoramiento vespertino: estaba lúcido durante el día, pero a veces se volvía incoherente y agresivo después del anochecer. Si vamos a hacer diagnósticos psicológicos de aficionados a políticos ancianos, ¿no deberíamos hablar de un candidato que ha confundido a Nikki Haley con Nancy Pelosi y cuyos críticas y desvaríos a veces me recuerdan a mi padre en una mala noche?