COPA (SEMIFINALES, VUELTA) | ATHLETIC 3 - ATLÉTICO 0 / Los Williams despedazan al Atleti

Nico asistió e Iñaki marcó el 0-1 y, al revés Iñaki para Nico en el 0-2. Guruzeta cerró la goleada en una noche tétrica de los del Cholo que duraron solo 13 minutos.

Patricia Cazón
As
Doce minutos apenas, doce minutos y algunos segundos. Eso, tan poco, es capaz de caminar el Atleti en una noche importante sin Griezmann. En el trece, el traje negro del Cholo estaba de nuevo achicharrado bajo el fuego de dragón. En el trece, el Athletic ya se podía sentir finalista. Y lo era: si ya había puesto un pie en Sevilla con el 0-1 de la ida, en ese momento plantaba los dos. Solo necesitó Valverde que dos hermanos salieran a jugar a la pelota en su jardín y Cholo, chao. Dos disparos a puerta, pum, pum, y otra Copa será. San Mamés trituró para arrebatarle al Atleti su esencia, su orgullo, su rabia, un nivel mínimo en defensa, y dejarle en cueros bajo la lluvia en Bilbao. Bajo la lluvia en Bilbao y un frío cerviz. Y eso que en los primeros doce minutos otra historia parecía escribirse. Hasta los Williams, en ellos, parecían menos Williams.

La sorpresa del Cholo era que estaba Nahuel pero también Llorente como interior zurdo, y pegarse a Sancet como un chicle, en un 4-4-2 que el entrenador recuperaba como quien esgrime un amuleto. Pero estos no son aquellos, los futbolistas de su primer Atleti. A los de ahora les salen grietas, cuarteados como si fuesen solo cartón piedra, al primer embiste. Y eso que, anoche, con el dibujo de inicio, logró el Cholo desubicar un rato a Valverde. El Athletic salió al partido frío, sin presionar tan arriba ni poder desarrollar del todo su juego. A cada paso que daba se estrellaba en una de las dos líneas de cuatro dispuestas por Simeone. Con mejor tono los rojiblancos de Madrid, con más precisión. El Atleti dominaba el balón mientras el Athletic perseguía. Simeone creía tener el partido donde quería, pero nada más lejos. San Mamés pronto se convertiría en una pesadilla.

Los hermanos Williams solo tuvieron que correr una vez para ponerle la final de Sevilla al Atleti un gol más lejos. Los del Cholo ya nunca volverían. A partir de ese momento en el partido solo habría leones felices dando zarpazos ante futbolistas encogidos y al borde del bochorno. Todo comenzó con un contragolpe rápido como una cuchillada al corazón mortal. Nico cabalgó hasta alcanzar la línea de fondo, centrar con pincel y buscar a su hermano para que terminara la obra. Iñaki esperaba en el segundo palo con la bota cargada para disparar de volea mientras Hermoso (¿?) se agachaba. El central, por cierto, cuando acuda a pedir por su renovación no enseñará el vídeo de este partido. Fue un juguete ante el mayor de los Williams. El ratón con el que juega la fiera antes de zampárselo. Un drama de azul y blanco. Y con tarjeta desde el 29′. Desde ese momento, salvo Lino, por carreras y actitud, y más tarde Roro, en la segunda parte, con todo decidido ya, allá donde Simeone mirara solo vería desastre.

Jugadores de hombros caídos, jugadores rotos, jugadores vencidos, con una delantera que no es ni un cordón de la bota de Griezmann. Morata se había ido del partido nada más comenzar y Correa era simplemente uno menos. Dos balones tocó y los dos los estropeó. Uno, enviando a la luna un pase atrás de Morata. Otro, un control en el área a las manos de Agirrezabala tras una jugada de Lino. La pizarra de Valverde inundaba a la de Simeone. Con agua, jabón y un gol tras otro.

Desde el minuto 13 lo del Athletic fue un monólogo agarrado a esos dos Williams que disfrutaban por su jardín llenándolo de muescas y fotos a Hermoso. Atrás guardaban Vivian y Paredes, en el centro Sancet se arrancaba a Llorente y comenzaba a girar, para bailar bajo la lluvia. La segunda vez que se presentaron ante Oblak se habían intercambiado los papeles. El mayor correría, el menor dispararía. La pelota se iba fuera, a un centímetro del palo como un dedo señalando. Volveré. Y lo hicieron, claro. Volver. Antes del descanso el Atlético estaba ya a tres goles de Sevilla en una jugada en la que Iñaki volvió a servir a Nico. Tanto monta, monta tanto. El mayor de los Williams corrió, tumbó a Hermoso y al llegar al fondo, pincel y pase a su hermano, el más listo del área. Simeone, en su día de la marmota en San Mamés. Para delirio de la grada.

Cuando el partido regresó, la cholina se diluyó en lo que tardó el balón en comenzar a rodar. Una indisposición en la grada retrasó el inicio. Cuando el silbato del árbitro se escuchó, el Atleti ya no estaba. La segunda parte fue simple comparsa, ese papel a merced del viento viendo a futbolistas correr a su vera. Un despropósito, lejos, muy lejos, como la mueca de una sonrisa, de ese Atleti que había tumbado al Madrid en esta Copa. Nico acarició el tercero al inicio de esta segunda parte pero el disparo le salió centrado a las manos de Oblak. Sancet también lo intentó. El Athletic era un dragón con varias cabezas que no dejaría de lamer con su fuego los pies de Oblak. Fue Guruzeta, tras un disparo de Sancet que el esloveno dejó muerto, quien lo logró a la hora. Simeone entonces ya había hecho un triple cambio para nada: solo para que Reinildo, Barrios y Memphis pudieran más de cerca al horror. O, más bien, como se hace más grande un escudo, como se suda una camiseta. Con heroica y épica, como lo hizo ese equipo que celebraba la final y a ese entrenador, Valverde, que convirtió a los leones en dragones. Honor para el Txingurri. El hombre que regresó a Bilbao para devolverle su fiereza. Y sacar lo mejor de los Williams y todos los demás mientras instalaba al Athletic en Sevilla. Ellos serán el rival de Aguirre y su Mallorca. Mientras, el Cholo se quedaba en la cuneta. Mirando fotos antiguas. Y con ese 4-0 en el costado. Gigantesco y sangrante.


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