COPA | REAL SOCIEDAD 1 (4)-MALLORCA 1 (5) / El Mallorca se pide esta Copa

Los baleares pasan a la final tras una dramática tanda de penaltis (4-5) en la que solo falló Oyarzabal, que estaba siendo el héroe después de igualar el tanto inicial de Gio.

Alfonso Herrán
As
Un partido con mil curvas, estirado con una prórroga y una dramática tanda de penaltis, llevó inesperadamente al Mallorca al último combate por la Copa. Hace el número cuatro en su historia. Peleará en La Cartuja el 6 de abril por su segundo trofeo y, en caso de subirse al trono, este grupo del ‘Vasco’ Aguirre se hará tan eterno como aquel esplendoroso que doblegó en 2003 al Recreativo de Huelva en Elche.

El equipo bermellón merece todas las loas posibles. Se mueve en el terreno épico como muy pocos en España, su defensa numantina es canela. Se trata de un equipo modesto, pero exprime sus virtudes con una fe que podría reseñarse en cualquier simposio futbolero. Ponen rumbo a Sevilla con una tanda de penaltis absolutamente impecable. Disparos certeros, llenos de fe que Remiro ni olió. No puede caber más orgullo en esa camisetas.

Los txuri-urdin vivieron una de las noches más negras de la era reciente. Se pusieron a hombros de Oyarzabal, el capitán que ejerció de héroe y villano en un puñado corto de minutos. Mikel quería ser el ‘señor Copa’, pues ha marcado en octavos, cuartos y semifinales. Su salida al campo dinamizó a un equipo momia y contagió el entusiasmo preciso. Empató e hizo creer a Anoeta, pero luego en la tanda falló el penalti que envió a sus compañeros a la cuneta. El Mallorca protagonizó un desgarro inicial con Gio, en su primer remate a puerta en la eliminatoria un partido y medio después. No habían marcado en Anoeta desde 2007. La Real estaba articulando un juego macarrónico, pero se fio del mago Oyarzabal. Este hizo el primer trabajo y falló en el momento más importante, en la estocada.

La Real arrancó con su desamparo de los últimos tiempos. Unas semanas en las tinieblas en las que, entre lesiones, ineficacia de los delanteros y dudas, se ha despojado de la etiqueta de gran equipo Champions. Casi todo lo que se veía era desesperante. Samu Costa subía su marca para poner los grilletes sobre Zubimendi y el montaje ofensivo de los locales se venía abajo como un castillo de naipes. El 4 tenía que meterse entre los centrales para coger algo de juego, ahí sí que podía trazar un plan con la pelota, pero a Brais Méndez y Merino los veía con prismáticos. Eran tres magos con garrotes en vez de varitas mágicas, jugando siempre de espaldas al marco contrario. El centro del campo bermellón imponía su táctica. El ‘Vasco’ Aguirre se frotaba las manos viendo que triunfaba su idea del bloqueo interior txuri-urdin.

Hasta Remiro se sumó a la fiesta de los despropósitos con un saque absurdo a la nada cuando intentaba iniciar el juego a partir de la banda izquierda. Estaban muy planos en ideas y cuando amagaban con ataques prometedores, se quedaban en fuegos de artificio. Solo un disparito de Zakharyan, atajado sin problemas por Greif, daba un poco de marcha a la grada, muy fría ante lo que estaba viendo. El despliegue de Galán y las conducciones de Kubo daban un poco de brío a un equipo sin ritmo. El lateral izquierdo ponía todo el corazón del mundo y cuando no hay fútbol, ese tesón es oro puro. Imanol pedía calma, cabeza, pero la semifinal pedía revolución. Además de ritmo y precisión técnica. Los últimos pases eran un dolor, y el partido más que feo resultaba monstruoso.

Ante un sistema tan trabajado, estable e infranqueable como el mallorquinista, lo suyo es pegar cambios de orientación para romper semejante estructura defensiva, sacar de punto a los peones baleares, pero no había manera. La primera gran ocasión la tuvo el Mallorca, con un buen pase filtrado por Dani Rodríguez a Abdón, que se cayó en la frontal del área y no pudo precisar bien con el disparo. Hasta acabó con la cal de la línea impregnada en su rostro.

Penalti errado

En el último suspiro del primer tiempo la Real parecía mover un poco más al rival para generar espacios. Lo que no le otorgó el juego parecía regalárselo un error de un veterano como Raíllo, que elevó el brazo en un centro de Zubimendi y tocó el esférico con la mano, justo antes del descanso, Brais, que no anda nada certero este año en la suerte de los penaltis, fue el encargado de lanzarlo y trazó el disparo de forma horrible, al medio. Pan comido para un tipo tan grande como Greif, que se tiró a su izquierda y el balón le fue a los pies. La grada aún se traumatizó más.

Becker saltó al verde en la segunda parte y en dos minutos ya hizo más que André Silva en los 45 anteriores. La Real lo agradeció porque empezó con otra chispa, la intensidad era la adecuada. Pero le llegó un mazazo en el minuto 50, con una buena trenza entre Dani Rodríguez, Larin, cuya posición fue revisada por posible fuera de juego, y Jaume Costa, que patrocinó un centro con mucha parábola. Apareció completamente solo Gio González, para cabecear de forma inapelable a la red. Al fin se celebraba un gol, tras limar 140 minutazos de eliminatoria. A partir de ahí, los baleares aún acentuaron más su estrategia de estirar el tiempo sin que pasaran cosas.

Empezaron entonces a lanzarse cambios. Muriqi dio un respiro al pichichi copero Abdón y Oyarzabal despertó a todos del letargo como falso ‘nueve’. El gran capitán volvía al fin para arreglar los desperfectos y poner rumbo a La Cartuja. Todo empezó a cambiar. La Real al fin montó en el minuto 71 una jugada veloz, vertical, con un robo alto al Mallorca. Brais filtró un gran pase a Mikel y este empató con la derecha. Era un refrendo anímico en el momento adecuado, aún con mucho partido por delante. La tropa de Imanol adquirió un punto de actividad y excitación muy superior al de su rival. A partir de ese punto de inflexión, los locales iniciaron el acoso y derribo de la meta de Greif.

Pero hubo suplemento. Al inicio de la primera parte de la prórroga, Samu ejerció de héroe sacando en la línea de meta un remate de Merino y otro, muy potente de Tierney. En el segundo hubo que poner a trabajar el VAR por si el centrocampista portugués estaba dentro de la meta. No hubo gol. Merino pidió el cambio porque estaba extenuado. No era el único. Le Normand pidió el cambio en el 112, por una contractura muscular, pero no había más y tuvo que aguantar, aunque casi ni se mantenía en pie. Entró Darder, que por poco la lía en un saque de falta ante Remiro. La vuelta de la semifinal se iba derechita hacia los penaltis.

La previa de la tanda ofreció una imagen curiosa y bastante clarificadora. Mientras la Real montaba una convención muy severa para decidir quiénes lanzaban, en el Mallorca prodigaban las sonrisas, y los saltos exultantes. Drama y fiestón. Ya empezaba con ventaja anímica el cuadro balear, pero el sorteo lo ganó Oyarzabal, quién si no, y eligió tirar contra el fondo de animación, el más ruidoso. Abrió fuego el propio Mikel, un gran especialista, y falló. Hizo su habitual ceremonia con los saltitos previos al golpeo. Entre él y Brais alimentaron el tormento desde el punto fatídico. Muriqi engañó a Remiro disparando a la izquierda del cascantino. Lo mismo hizo Turrientes, con una descarga fuerte, rasa, más centrada. Morlanes firmó el dos de dos pegando su lanzamiento al palo. Y Olasagasti, otro joven salido de Zubieta, hizo el segundo de los locales con enorme frialdad tras dos zancadas. Mascarell se adueñó del tercero de los baleares con otro penalti perfecto. El siguiente era Zubimendi, que se permitió convertir con paradinha. Radonjic puso con otro zurriagazo impecable el 3-4. Queda uno más para cada uno. Becker no falló y todo quedaba en botas de Darder para ejecutar una bala para la historia. Selló la serie perfecta. El protagonista absoluto con Greif de una noche memorable.


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