CELTA 1- BARCELONA 2 / Un Barça al límite

Triunfo agónico de los de Xavi con un penalti en el añadido y suspense en la ejecución de Lewandowski. Guaita lo paró la primera vez, pero se había adelantado.

Santi Giménez
As
El Barcelona sigue enganchado al pensamiento mágico después de ganar un partido frenético en Balaídos por 1-2 que se decidió con un penalti en el minuto 93 que se tuvo que repetir después de que el VAR detectara que el portero local, Guaita, se hubiera adelantado después de atajar el disparo de Lewandowski en primera instancia. Si uno se abona al límite, se abona con todos los números y el Barça no es de medias tintas.

Esta victoria sobre el alambre con dos goles de Lewandowski, que ha regresado al sitio donde siempre estuvo Iago Aspas, que se mantiene como la peor pesadilla de Ter Stegen, hace tomar oxígeno al equipo blaugrana, pero no puede olvidar que sigue cometiendo los mismos pecados que le han llevado al pozo. Y sigue en el pozo. A pesar de ganar.

El Barcelona respondió con una agonía dolorosa al envite de Benítez, pero sigue manteniendo su distancia respecto al Atlético, que goleó a la UD. Las Palmas y está a la espera de lo que pase en el Athletic-Girona del lunes. Si lo miras en los números, la actuación culé es aceptable. Si se considera el juego, es más que cuestionable.

El Barcelona volvió a caer en los errores conocidos. Koundé fue un coladero en su banda, sin Lamine ni Lewandowski, este equipo no asustaría ni a un niño de tres años y De Jong sigue transitando por el campeonato de manera funcionarial. El holandés da la sensación de que esta temporada llega al estadio, se va a desayunar, pone un sello compulsado y luego se va a merendar. Y cuando el equipo culé quiere cambiar el tranco, sale Raphinha, que es un absoluto dislate. Pero, como diría Federico Fellini, ‘La nave va’. Hay que ser consciente de que la nave va, pero que la cosa no pinta nada bien.

El partido se jugaba en jornada de reflexión para el censo electoral gallego, pero en estado de excitación para los dos equipos. Por una parte, el Celta vivía en Balaídos un referéndum en torno a la figura de Rafa Benítez, que esta vez sí sacó al campo de inicio a Iago Aspas, la kriptonita de Ter Stegen. Otro debate que no se aclaró.

En el Barcelona, Xavi, pensando en el partido del miércoles ante el Nápoles, tan importante a nivel deportivo como económico, reservó a Gündogan, que lleva muchos minutos facturados esta temporada, y colocó a Vitor Roque de titular. El brasileño fue un huracán de desmarques, carreras y búsquedas de un espacio exterior que no existía. Todo coraje. Todo sin mucho sentido.

También, pensando en Nápoles, Xavi se guardó de inicio a Íñigo Martínez, para seguir dando carrete a Cubarsí. Nada que oponer si no fuera que el cambio de la operación suponía que Koundé siguiera en el once titular, cosa que (perdonen que relate el desenlace de la trama) resultó nefasta.

De entrada, para qué vamos a decir lo contrario, el partido fue un desastre. Un auténtico peñazo en el que ni el Celta ni el Barcelona sabían qué hacer con la pelota a excepción de cuando esta llegaba a Lamine Yamal, que fue lo más peligroso del Barcelona.

En medio de tanto tedio, de tanta mediocridad y de tanto adocenamiento, apareció la luz de Lamine Yamal que activó en el límite de la primera parte a Lewandowski, que metió un golazo en base a lo que define a un gran delantero: control orientado y zurriagazo.

El Barça volvía a estar en un territorio cómodo. El de tener el partido controlado, en ventaja y gestionar la ventaja. Y volvió a pisar la única caca de perro que había en la autopista nada mas comenzar el segundo tiempo cuando Iago Aspas cumplió con su deber ante el Barça. Esta vez ayudado por Koundé para empatar un partido que el Barça volvió a tener en la cornisa.

Pero esto del fútbol es Imprevisible y tiene finales locos. Lamine logró que le hicieran un penalti tan claro como innecesario que Lewandowski, tras hacer la de Chiquito (No puedorrr) convirtió en un tanto agónico.

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