San Lorenzo, Belgrano y un empate de pelota parada en Córdoba
El Ciclón y el Pirata terminaron 1 a 1; en el equipo celeste fue expulsado Esteban Rolón, que proviene de Boca
Impaciente e inconexo para atacar y retroceder, las jugadas de pelota detenida se insinuaron como el mejor argumento para lastimar. Sin un patrón futbolístico, porque perdió el sello de equipo rocoso que mantenía el arco invicto en el torneo pasado, a la fragilidad del fondo le sumó escasa claridad para diseñar situaciones de riesgo. Las virtudes de San Lorenzo son la intensidad y el desborde que le ofrece Malcom Braida, por el carril izquierdo, y la conducción de Nahuel Barrios, que inició el juego desde el banco de los suplentes entre una dolencia en el tobillo derecho y una pretemporada incompleta, por una lesión muscular. La fórmula Bareiro-Tarragona todavía carece de sintonía fina, no fue una casualidad las recriminaciones del paraguayo a su compañero de ataque, pero también al juvenil Agustín Giay o a quien avanzara y optara por el remate antes que la habilitación para el artillero.
Compacto de Belgrano 1 vs. San Lorenzo 1
La tarjeta roja a Esteban Rolón, por una acción de juego brusco sobre Braida, aclaró el escenario para el Ciclón, que estaba descompensado, con las líneas separadas y la lentitud de los colombianos Carlos Sánchez y Jhohan Romaña; Belgrano, que en un momento impensado del encuentro fijó una diferencia con su goleador Passerini –tiro de esquina en el que se desembarazó de la marca y definió con soltura-, falló en ese pasaje favorable para dar la estocada y cuando quedó en inferioridad numérica fue desequilibrado mediante… la pelota parada. San Lorenzo incorporó a Cristian Ferreira, que se adueñó de cada tiro libre o de esquina: un pegada sensible para destrabar cerrojos, aunque las torres –Gastón Campi, Gastón Hernández, Romaña, Cristian Tarragona y Adam Bareiro- se enredaban entre forcejeos y falta de puntería, como cuando Hernández le erró al arco, tras una fallida salida del arquero Nahuel Losada.
Así como las ejecuciones de Ferreira fueron la demostración de que era su punto alto, en el desorden del rival tras la expulsión de Rolón reveló ubicación para encontrar el hueco: Bareiro se filtró entre varias camisetas celestes y con un remate de cabeza y esquinado anuló la reacción del arquero. Un abrazo con Tarragona, como saldando las diferencias y otro para el entrenador Insua, que lo aguantó en medio de las crisis –incluida una posible transferencia y la renovación del vínculo- resultó un desahogo para todo San Lorenzo, que no escapa de la mediocridad que envuelve a la mayoría de los equipos argentinos en el inicio de la Copa de la Liga.