REAL MADRID-ALMERÍA / Remontada de VAR
Tres llamadas desde la cabina a Hernández Maeso salvaron a un Madrid desaparecido en el primer tiempo y que ganó luego a su manera: con un gol de Carvajal en el descuento. Enfado descomunal de un gran Almería.
En contra de lo previsto, no hubo alineación spa en el equipo blanco. Confluyeron que visto de cerca el Almería era más de lo que mostraba en la tabla, que vienen semanas de un solo partido y que Ancelotti es de natural conservador. Así que salió el once que hubiera puesto en una final de la Champions, por llevar la cuestión al extremo, únicos dos centrales disponibles y tridente de gala, incluidos. También Kepa y Tchouameni, en calidad de investigados.
Volvió el meta y volvió el debate a los 39 segundos de partido. Un pase sin tensión de Nacho lo manejó al primer toque el Almería (Arribas-Marezi-Robertone) para colocar a Ramazani frente a Kepa. Remató mal el belga, pero al meta le pilló vencido al lado equivocado y la pelota se fue dentro tras deslizarse bajo los tacos de su pierna derecha. La alineación de Ancelotti ya tenía su porqué.
Pitos en el Bernabéu
Ese gol probablemente no estaba en los planes del Almería, pero sí una estrategia para, con suerte, salir vivo del Bernabéu: una doble barrera de cinco más cuatro y una línea defensiva adelantada para quitarle al Madrid el espacio y un acceso cómodo al área. Un zarzal en el que se enredaba una y otra vez el equipo de Ancelotti, cegado por el centro. El Almería cuidó especialmente cerrar esos corredores interiores en una tarde en la que los centrocampistas del Madrid comenzaron especialmente imprecisos, en largo y en corto. Tampoco era fácil la vida por fuera, ante la defensa de ayudas a Pubill y Akieme. Y cualquier progreso de Vinicius, el más activo, fracasaba en el corazón del área, territorio abandonado por el Madrid desde la salida de Benzema. Bellingham no tiene ahí compromiso de permanencia.
Era tal la espesura de ideas y hasta de ánimo que a los veinte minutos silbaba ya el Bernabéu en tono de advertencia. Fue tras un remate fallido de Arribas en buena posición. Al Madrid le costaba llanear después de una semana de alta montaña en Arabia y el Metropolitano.
La empanada blanca era tal que hasta el descanso no se registraba una sola intervención de Maximiano, sobreprotegido por un equipo aplicado y esforzado. Un amago de autogol de Chumi, en su intento de despeje a centro de Carvajal, fue la mejor ocasión del Madrid. El resto, tiritos desviados de Rodrygo y Kroos, fogueo para el Almería, cada vez más encerrado, pero no más amenazado. Enfrente estaba el Madrid del enero profundo, mes en que suele griparse, a veces fatalmente, y que encajaba, al borde del descanso, un segundo gol. Golazo, para ser justos con Edgar, tercer central, que regresaba de una contra rojiblanca cuando se encontró con un balón botando a veinte metros del marco blanco y tuvo la ocurrencia de mandarlo a la escuadra. Nada que reprocharle a Kepa esta vez. Detener aquel misil era un imposible. Detener la protesta del Bernabéu, también.
El plan de emergencia
La situación merecía activar el plan de inclemencias: Fran García, Brahim y Joselu de un golpe y una mutación radical del equipo. Tchouameni, como central en lugar de un Nacho señalado en los dos goles, un lateral zurdo de altísima velocidad, un paso atrás de Bellingham y un nueve con capacidad aérea en el área. Comenzaba a sonar la heroica, sinfonía de Beethoven que bien pudiera ser el himno del Madrid. Más cuando el VAR le recomendó a Hernández Maeso, en pleno acoso blanco, pitar un penalti por mano de Kaiky. Mano de reglamento, que no de sentido común, con posible falta previa de Rüdiger. En la rotación de lanzadores, le tocó tirar a Bellingham y lo metió. Y de inmediato, vuelta a la pantalla. Una contra del Almería lanzada por Ramazani y rematada por Arribas acabó en el 1-3. Un manotazo previo de Lopy a Bellingham lo invalidó a instancias de Hernández Hernández. Esta vez la acción parecía menos discutible, pero la suma de ambas desató la indignación en el banquillo almeriense. Y como la tarde seguía metida en líos, llegó el tercero: el árbitro anuló un gol de Vinicius con el hombro que a él le pareció con el brazo. A Hernández Hernández no, le llamó y la cosa acabó en el 2-2. Después le invalidaron un gol a Bellingham por fuera de juego previo de Fran García, una bala por su banda. Aquí primó la geometría sobre la interpretación.
La triple polémica interrumpió el asedio del Madrid, que fue recrudeciéndose: paradón de Maximiano a Vinicius, chilena al borde del gol de Bellingham, remate cruzado fuera del inglés, cabezazo forzado de Joselu... Hasta que bien entrado el descuento, Carvajal, héroe de héroes, remató en el segundo palo un balón colocado ahí por la cabeza de Bellingham. Fin del partido y principio de un largo debate sobre VAR, arbitraje y otros enredos.