¿Por qué se estrelló el avión 571 de la Fuerza Aérea Uruguaya en la cordillera de Los Andes?

Este desastre, bautizado como la tragedia de los Andes, se produjo por las malas condiciones climatológicas y una lectura incorrecta de los aparatos de navegación.

Raúl González
As
13 de octubre de 1972. Una fecha en la que se produjo el accidente del vuelo 571 de la Fuerza Aérea Uruguaya, en el que viajaban 45 pasajeros: 19 jugadores del equipo de rugby Old Christians Club, sus amigos y sus familiares. El destino no era otro más que Santiago de Chile, para disputar la Copa de la Amistad.

La mayoría de los jóvenes, eufóricos porque era su primer viaje en avión, acudieron en varias ocasiones a la cabina del piloto para sacar fotos a la cordillera, blanca, completamente nevada. De repente, apareció un frente de tormenta hacia donde se dirigía el avión. Ese solo era el inicio de lo que se avecinaba.

Los hechos

Para cuando el Fairchild FH-227D, el avión de cuatro años de antigüedad pilotado por Julio César Ferradas, de la Fuerza Aérea, y Dante Héctor Lagurara, teniente coronel, pudo darse cuenta de lo sucedido, ya era demasiado tarde y estaban completamente perdidos.

Más concretamente, habían virado hacia lo que pensaron que eran las inmediaciones del aeropuerto de Curicó (Chile) -por la confusión de las nubes-, para llegar posteriormente a Santiago. En realidad fueron las montañas de la cordillera de los Andes, contra la que desgraciadamente se estrellaron. En resumen, las condiciones climatológicas adversas y ese error en la lectura incorrecta de los aparatos de navegación propició el accidente.

Supervivencia

Muchos adolescentes tenían fracturas, otros trozos de metal clavados en el cuerpo. A pesar de haberlo perdido todo, los jóvenes supervivientes se organizaron y crearon una comunidad solidaria para ayudarse entre todos, en la que estaba prohibida quejarse.

Un refugio en los restos del avión a base de equipaje y asientos, derretir la nieve para obtener agua y raquetas de nieve hechas con cojines de los asientos. Un sinfín de herramientas para las que tuvieron que usar todo su ingenio y les permitió salir adelante progresivamente.

Una historia que conmocionó a la sociedad

El tema de la alimentación fue algo más complejo. Y esto no es lo peor: una avalancha de nieve sacudió el avión donde dormían los supervivientes y mató a ocho de ellos. Esto permitió a los que quedaron vivos comer la carne de los cadáveres y poner sus propios cuerpos al servicio de los demás si cualquiera de ellos moría.

El 12 de diciembre de 1972, los jóvenes supervivientes Nando Parrado, Roberto Canessa y Antonio José emprendieron una ruta en busca de ayuda que cambiaría sus vidas. Y así fue. Gracias al arriero chileno Sergio Catalán, dieciséis hombres sobrevivieron a la peor tragedia aérea de la historia. Un verdadero milagro.

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