El muro de Berlín

Rüdiger da puntos en defensa y con su testarazo ante el Mallorca, también en ataque. Es el jefe de la zaga blanca, aunque quite hierro a su rendimiento.

Fernando S. Tavero
As
En Neukölln puso los cimientos. Ahí creció Rambo. Duro y desenfadado. Contundente y bromista. Así definían en su pintoresco barrio a Antonio Rüdiger cuando AS se adentró en su infancia. También un poco loco. Bromeaba Lucas Vázquez antes de ganar al Union y lo reconocía, sonrisa mediante, el central blanco después de ajusticiar al Mallorca: “Es verdad, un poco sí que lo estoy, pero de manera positiva para hacer que la gente se ría. No tengo problema en reconocerlo”. Con su testarazo en el 78′, los de Ancelotti sumaron tres puntos que valían un campeonato invernal. En su celebración, con sus compañeros golpeándole como él hace en la situación contraria, se pudo ver esa cara B. Es la ambición del remate y una de las bisagras de un vestuario que rema al unísono. Rüdiger es lo uno y también lo otro. Pero indiscutiblemente es el líder de una zaga que sólo ha recibido 11 goles en la primera vuelta. El muro de Berlín del Madrid que también saca las garras en área contraria.

Con el partido de nalgas ante un Mallorca ordenadísimo, apareció Rüdiger. Modric colgó un córner, Carvajal puso un bloqueo y Antonio remató. Rajkovic sólo pudo mirar y se desató la locura. “Esta vez me tocó a mí”, asumía el MVP del partido en zona mixta referido a la efusiva manera de felicitarle que tuvieron algunos compañeros a los que él fustiga. Los bermellones son su rival fetiche (sus dos goles en Liga han sido frente a ellos y el otro, en Champions, contra el Shakhtar). No obstante, su rendimiento es una constante, tantos aparte. Carletto no entiende un once sin Rüdiger: 2.039 minutos, líder blanco. Sólo contra el Union (salió en el 89′), el Valencia (estaba sancionado) y el Athletic (primera jornada) no se puso el traje de titular. La lesión de Militao en Bilbao cambió su sino y ahora es héroe, vértebra fundamental e indiscutible aunque la enfermería se vaciase de golpe. Se lo ha ganado, aunque tire de humildad: “Creo que todos somos muy importantes. Como equipo defendemos muy bien. No me veo como el jefe o algo así. Solo hago mi trabajo e intento hacerlo perfecto”. En este primer tramo, sobresaliente.

Si hay un dato que expone su personalidad es el de bloqueos a disparos. Con 23, tiene al segundo, Nacho, a años luz de distancia (nueve). Sin miedo, Rüdiger sale a tapar chuts en la que está siendo la temporada de consagración. No es sencillo que, con Militao y Alaba fuera, la pareja de la 14, la defensa sea un cerrojo cada vez mejor engrasado. En su primera temporada tuvo un rendimiento guadianesco, alternando actuaciones de postín (su defensa a Haaland en la ida de semis contra el City) con otras menos deslumbrantes que le acabaron colocando el cartel de central de guardia.

Aprovechar la ocasión

La ausencia del brasileño está siendo su mejor trampolín. Y no por la titularidad casi obligada, sino porque comparte perfil con Éder. Zagueros físicos, rápidos cuando la maquinaria se pone en marcha, titanes por el aire (Rüdiger acumula 43 despejes de cabeza, por los 14 de Alaba, medalla de plata) y expeditivos al duelo con querencia por el perfil diestro. Cuando el 4 se recupere de la rotura de cruzado, Ancelotti deberá hacer encaje de bolillos para buscar la complementariedad y no la alternancia. Pero eso será más adelante. Ahora, Rüdiger es el muro del Madrid. Y también el clavo ardiendo al que aferrarse ahora que el balón parado tiene más importancia que nunca en el club blanco.


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