COPA DEL REY, CUARTOS | ATLÉTICO 1 - SEVILLA 0 / La semifinal estaba en el banquillo

Un gol del holandés a pase de Correa lleva al Atleti al sorteo de este viernes en la Copa. Ambos salieron por Morata y Griezmann. El VAR corrigió a Gil Manzano que había pitado penalti de Barrios en la última jugada.

Patricia Cazón
As
Gil Manzano tenía el silbato en su mano para pitar el final, el Atleti ganaba 1-0, el Atleti estaba en la semifinal. Entonces Lamela se introducía en una última carrera desesperada en el área y Barrios le derribaba. Piii. El silbato que iba a marcar el final sonaría entonces a penalti. Si en ese momento el silencio se hubiese podido medir, en el Metropolitano hubiera pesado toneladas. Lejos, muy lejos, parecía ya ese doble cambio del Cholo que, de primeras, había sonado extrañísimo y, a la larga, había sido decisivo. El, quizá, último servicio de Correa a la rojiblanca. El gol de Memphis. El tener en la mano las semifinales.

El partido, desde el inicio, había venido con caparazón de acero, entre dos equipos más preocupados de proteger su hígado que de buscar el del contrario. En su intercambio de miradas estaba el futuro: otro trago de esta Copa se llamaba. El Sevilla comparecía con Nyland en la portería. El Atlético, con Nahuel y Saúl, pronto se atoró en el ritmo trotón del partido. El Sevilla tenía el balón. Sin riesgos y al pie, pero suyo. Claro, que en ese momento el Atleti no existía, impreciso y desacertado.

Del Sevilla fueron las primeras ocasiones casi sin querer. Un error en la salida de Giménez que casi le entrega la pelota a Ocampos. Un centro lateral que Pedrosa lanzó para el casi remate de Ramos. El Atleti sufría a balón parado y el Sevilla apagaba a De Paul y Koke con una marca por zonas que llenaba de piedras la salida de balón rojiblanco.

El reloj, cuerda que se iba tensando a los cuellos tic tac a tic tac, decía 25′ cuando Marcao zancadilleaba a Nahuel en el área y el silbato de Gil Manzano sonó por primera vez claro en la noche. Penalti. Aquí no hubo duda ni llamada de VAR. Griezmann lo depositó en el punto. Dos pasos atrás. Nyland preparado. Pero, justo, cuando su bota impactaba en la bola, el francés resbalaba como si la hierba tuviese piel de plátano. El balón voló a la cúpula. A la luna. Al Cerro del Espino. Alto, altísimo. Los cuartos seguían en el mismo lugar. De ese resbalón, sin embargo, emergió un Atleti distinto, un Atleti ya el Atleti. Y comenzó a arrinconar a un Sevilla que a partir de ese momento solo jugaría a tratar de sobrevivir.

Nada más comenzar la segunda parte, Quique quitó a Óliver, con amarilla, para introducir a Rakitic. La primera parte había sido de mostrar cartas. Ahora tocaba jugarlas. No había otra. Mandaba el reloj. Estos cuartos de los que quedaban 45 minutos sin que nada moviera aún el marcador. Ni Sevilla ni Atleti terminaban de arrancarse el corsé. Ni el propio ni el ajeno. Simeone buscaría rasgar por las bandas con Llorente y Barrios justo después de que Grizi buscase el gol con una chilena inversa. La genialidad se le fue dos dedos alta. Tocaba seguir mascando.

Pasaba el reloj de la hora cuando Simeone tomaba esa decisión extraña si no se explica desde el (agotamiento) físico: Grizi y Morata se iban al banco con sus 37 goles. En su lugar, Memphis y Correa. Una ruleta rusa. Casi un suicidio. Pero Cholo Padre sabía: en el banquillo estaba la semifinal. Y eso que Correa comenzó perdiendo balones y Memphis marcando en fuera de juego. Se estiraría el Sevilla con una volea de Marcao que le fue a Oblak a las manos y Koke se entrometió en un pase de gol de Rakitic a Ocampos casi en la línea para salvar. Oh, capitán.

Penalti y el VAR

Navas se iba tocado poco antes de que el plan del Cholo se materializara, que Simeone sabe de la guerra. Y esta era larga y pesada, pero, solo con la presión suficiente, del carbón surge el diamante. Corrió Correa como si fuese la última vez. Quiebro a Marcao y pelota rasa a Memphis, con caño a Ramos, para que éste empujara a gol. 1-0. El Atleti se abrazaba a su propia poesía para avanzar a semifinales de esta Copa ya sin Madrid ni Barça. El Cholo alzaba sus brazos en molino. La grada esperaba el final. Gil Manzano con su silbato listo para decretarlo.

Entonces, eso: Barrios derribando a Lamela en el 95′. Los jugadores rodean al árbitro. Hay tensión en medio de ese silencio de ruido insoportable. Entonces, aquello: el VAR llama. Es Hernández Hernández. El jugador del Atleti toca balón, no es penalti. Gil Manzano lo ve y se desdice. No fue. Su silbato ya solo sirve para pitar el final. Con el ambiente ahora sí medido en decibelios. Piii.Atronadora la felicidad rojiblanca.


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