Boric, Sudáfrica, Gaza y la justicia internacional
Curioso, llamativo e injusto al mismo tiempo, el país víctima del más siniestro atentado terrorista del siglo XXI es llevado a juicio por un país candidato a Estado fallido, apoyado entre otros, por algunos en la misma situación
En común, Sudáfrica y Boric parecen olvidar lo más importante, esta guerra la empezaron Hamas e Irán, y el motivo principal según lo declarado por Ismail Haniyeh (Hamas) fue evitar que Arabia Saudita firmara la paz con Israel. En la presentación judicial hay una total impunidad para quienes la iniciaron, con lo que se puede acercar la guerra regional que nadie dice querer. No contiene palabra alguna sobre el hecho que, según las Convenciones o Convenios de Ginebra, conjunto de los cuatro convenios internacionales que regulan la guerra y constituyen derecho internacional humanitario, la principal responsabilidad es de quien como Hamas llevó la guerra a donde viven los civiles, en este caso, palestinos que pasan a ser escudos humanos, además de mal utilizar escuelas y hospitales.
¿O esta Corte Internacional de Justicia (CIJ) de haber podido, aceptaría enjuiciar a Gran Bretaña por bombardear Alemania en la segunda guerra mundial? ¿Y la muerte de civiles? ¿Se sigue aceptando la responsabilidad de quien inició la guerra y la llevó a donde vivían sus compatriotas civiles?
Israel no empezó esta guerra, y, de hecho, había un cese del fuego el 7 de octubre. Aún más, Israel ha combatido en al menos ocho guerras y ninguna ha empezado, solo que ha derrotado a quienes lo hicieron, incluyendo Jordania y Egipto con los que hoy tiene tratados de paz. Hasta Oslo fueron guerras con otras naciones árabes, y partir de entonces lo son directamente con los palestinos, facilitado por la autonomía limitada que recibieron y el retiro de toda presencia israelí en Gaza el 2005. Ahora, es Irán el que está en guerra, solo que este utiliza a otros para atacar a Israel, incluyendo Hamas.
Mas de 100 días han transcurrido desde que Israel fuera atacado y todavía hay 129 rehenes en manos terroristas, israelíes y de otras nacionalidades. Mucha presión sobre Israel, pero no sobre Hamas para liberar a rehenes de quienes se desconoce su estado. Al respecto, el silencio de las organizaciones internacionales ha hecho un ruido atronador, toda vez que ninguna organización de Derechos Humanos o la Cruz Roja han estado a la altura de lo que ellos es esperable, tampoco han actuado como lo hacen en situaciones similares, pero no cuando es Israel es involucrado.
En estos días, Pakistán amenaza expulsar a un millón de afganos que buscaron allí refugio hace años y el silencio de esas instituciones es total, como lo fue con el medio millón de árabes y musulmanes que fueron víctimas de la guerra civil siria, o en Sudán o en Yemen, y la lista puede ser muy larga si también incorporamos a Chechenia y similares.
¿Es la vieja historia de los judíos reproducida hoy en Israel o es un sistema de instituciones internacionales que está roto en lo ético y por lo tanto no es reformable? La ONU es la cabeza y la Corte Internacional de Justicia es parte de ella.
A través de su presidente, Turquía también habla de genocidio en Gaza. Exacto, el país que nunca ha reconocido el genocidio armenio que perpetrara, el peor, después del Holocausto. Y eso que el genocidio es un delito muy específico que requiere la intención de destruir a todo un grupo humano, basado en etnia, raza o religión. Tanto es así que la presentación de Sudáfrica tiene su cuota de fake news, ya que, en la búsqueda de probar la intención, cita falsamente a ciertos políticos israelíes con frases no que no han dicho.
No olvidemos que el término “genocidio” nació legalmente en 1948 como consecuencia del intento nazi de exterminar a la población judía. De ahí, el peso moral que acarrea la presentación de Alemania ante la propia Corte, argumentando que en ningún caso podía ser aplicable a Israel en Gaza.
¿Es exagerado comparar la presentación que hizo Sudáfrica en La Haya con los libelos de sangre del medioevo? La propia intención de deslegitimar y deshumanizar a Israel con la etiqueta de “estado genocida”, es de gran violencia por aplicárseles a hijos y nietos de los sobrevivientes de los campos de concentración, muestra de la hipocresía reinante, como también una total distorsión de la historia y de la mínima decencia.
La presentación de Sudáfrica seguramente se hizo para que sirviera para atacar a Israel a través del mundo. Es también un caso de alto interés jurídico, que va a servir de precedente para futuras decisiones de la Corte por la complejidad involucrada, y donde diversos países van a querer opinar a favor y en contra. Además, legalmente el delito de genocidio es tan especifico, que, para lo general existe un ilícito de mayor amplitud como lo es el de crímenes de guerra. Al igual que en la mayoría de los juicios de esa Corte, lo más probable es que no haya sentencia en años, pero ahora hubo inmediato impacto mediático y político, debido a que se llamó a alegatos y presentaciones, siendo la razón la discusión de medidas provisionales, que podrían efectivamente llegar con rapidez, y ciertamente en perjuicio de Israel.
Lo anterior debido a la hipocresía reinante que podría castigar al país que se defiende del ataque recibido el 7 de octubre en su territorio, y al que no se le permitirá presentar pruebas tales como las grabaciones hechas por los terroristas de Hamas, y que por respeto a las familias de las víctimas no han sido difundidas en TV, sino solo por invitación a audiencias muy reducidas.
De hecho, este caso no es el único que tiene lugar en la arena internacional, ya que hay una segunda situación ante esta misma Corte, que es una Opinión Consultiva sobre las consecuencias jurídicas de las políticas de Israel, que fue solicitada por la Asamblea General de la ONU en enero 2023, y que es una forma no contenciosa, pero donde ya han presentado escritos varias naciones, incluyendo una conjunta de 14 países.
Existe además un tercero, ya que, en paralelo, la Fiscalía de la Corte Penal Internacional (CPI) tiene abierta desde marzo de 2021 una investigación que abarca a Israel, pero ojo y esto es importante, también lo hace con Hamas, porque ha habido rondas anteriores de enfrentamientos entre ambos. Algo olvidado por aquellos países que han hecho presentaciones desde entonces, sin mayor impacto, porque la investigación ya existe, y en general, solo atacan a Israel, olvidando que se está investigando a ambos, y en el caso de Hamas, se desconoce si se va a considerar su carta Fundacional, donde invita al genocidio, a una Palestina sin judíos, para después continuar en otras tierras.
En los inicios de esta columna decíamos que, si lo de Sudáfrica es malo para la justicia internacional, lo del presidente chileno es peor, y una muestra de cuan persistente es la judeofobia, ya que en su caso ese sesgo lo ha acompañado al menos desde la universidad y así se ha instalado en el palacio de La Moneda. Mas aún, las realidades de ser gobierno lo ha obligado a cambiar de opinión varias veces, salvo en un tema, Israel y los judíos, donde mantiene la misma antipatía visceral, transformándose en el primer mandatario declaradamente antisemita en la historia de Chile, el motivo probable de su distanciamiento de sus compatriotas, los judíos chilenos.
Lo de Boric es insólito para la tradición chilena, ya que lo suyo es una fobia personal y no una política de Estado, ya que, al contrario, hasta su elección, Chile siempre había tenido inmejorables relaciones con Israel, entre otras áreas, educación, tecnología, defensa, manejo de agua, otras. Por lo tanto, no reflejan la política de Chile, sino su opinión. Lo grave es que se han hecho anuncios de acudir a la justicia internacional, sin consultar a nadie.
Hasta ahora, siempre las presentaciones de este tipo habían expresado una política de Estado. Eso desde la independencia del país, y ningún mandatario se había atrevido a lo que ha hecho Boric.
Además, pone a Chile en compañía de países que son lo contrario a lo que usualmente se ha querido expresar en las alianzas internacionales. En el caso de la acusación de Sudáfrica en un lado están Alemania, Reino Unido, Estados Unidos, Austria, República Checa, y en el otro lado, está el grupo al que ahora se incorpora Chile, y donde figuran Venezuela, Irán, Afganistán, Bolivia, Yemen, similar a lo demostrado por alguien cuya animadversión a Israel es antigua, al igual que su simpatía por Irán, como Lula.
Es también alejamiento radical de lo que usualmente predominó en política exterior, en el sentido de acercarse y no alejarse de las mejores democracias. En otro campo, en lo económico, pocos países pueden exhibir la cantidad de tratados de libre comercio que tiene Chile, que incluyen Europa y EE. UU. Por esta decisión sin debate alguno, Chile se aleja de naciones con las que mucho costó tener relación privilegiada.
Ya lo dijo el cantautor y novelista canadiense Leonard Cohen, que para saber en qué lado debo estar, tan solo se debe mirar quienes están en el otro lado.
De hecho, en el primer año de su gobierno, otra demostración de ideologismo pudo haberle costado caro al país, ya que nombró a cargo de los temas de tratados de libre comercio a una persona absolutamente en contra de ellos, y felizmente su desempeño fue lo suficientemente malo para que tuviera que renunciar, ya que se intentó que Chile quedara afuera del Acuerdo TPP11 o Asociación Transpacífico, hoy el lugar de mayor dinamismo económico del mundo. Se salvó Chile, y, por poco.
La embajadora chilena ante la ONU anunció que pronto Chile presentará la remisión de la situación de Palestina a la Fiscalía de la Corte Penal Internacional para que se investiguen los ”crímenes internacionales” que Israel cometería. Esta es una muestra más de cuan peligrosa e inútil es a veces la ignorancia, ya que probablemente no va a tener ningún efecto porque tal como lo hemos indicado en esta columna, la investigación ya existe, además que abarca tanto a Israel como a Hamas, a ambos lados, mientras que la presentación de Chile será sesgada, más papista que el papa, al ser solo sobre Israel, y probablemente va a ser un copy paste de la presentación ya hecha por Sudáfrica, Bangladesh, Bolivia, Comoro y Djibouti, que hasta ahora, por las razones indicadas no ha tenido efecto. Mas aún, seguramente influyó en la propia decisión de Sudáfrica, estimulada por Irán y Qatar, de intentarlo por la vía de la acusación de genocidio ante la Corte Internacional de Justicia (la de la ONU), otro lugar y Corte, donde se unirá a Nicaragua, Cuba y otros países con los que ya debe estar en contacto.
No por una decisión de Estado sino por una fobia personal de su presidente, Chile se ha unido cual vagón de cola a países que están lejos de representar la imagen que el país anhela, además que como aquí se ha dicho este activismo judicial lleva años en ambas Cortes, tanto la CPI como en la CIJ. A diferencia del caso de genocidio patrocinado por Sudáfrica contra Israel, en el caso no contencioso, también en la CIJ, Chile ya se unió a esos 14 países y alegará en audiencia pública el 19 de febrero.
Los errores se han acumulado no solo a nivel internacional, sino que también a nivel nacional. Dentro de las muchas afirmaciones falsas que se hicieron para llegar a la presidencia, figuró la crítica a una política exterior que calificaban de “poco transparente”, y ahora, precisamente ellos están haciendo aquello que criticaban, ya que no solo no le consultaron a nadie, sino que tampoco siquiera informaron a otros poderes del Estado como el Congreso. Además, tampoco lo hicieron con un organismo consultivo especializado, creado por ley, como el Consejo de Política Exterior. Es decir, este nivel de opacidad, cuesta incluso encontrarlo en dictadura y ciertamente jamás existió en democracia, poniendo fin a una limpia trayectoria de búsqueda de consensos en política exterior.
Es llamativo que, por una fobia personal, Chile se involucre en un conflicto complejo y lejano, en forma que no lo han hecho ni siquiera los países europeos, trasladando a política interna este conflicto, afectando la convivencia entre las comunidades palestina y judía, siendo pequeña en numero la segunda (menos de 20.000), pero los cientos de miles de origen palestino la transforman en la más numerosa fuera del medio oriente.
A diferencia de otros intervinientes no hay un interés nacional chileno, además, que no tiene posibilidad alguna de influir. Al respecto, se puede recordar que como diputado Boric viajó invitado el 2018 por los palestinos, declarando que acudía nada menos que a “intentar solucionar” el problema.
En el fondo, otra vez se olvida que Chile es tanto una democracia como una república. En la primera, la opinión del presidente es importante, pero no es la única, debido a que, en política exterior, se necesitan amplios consensos. Por su parte, una república es impersonal, gobernada por leyes y no por la opinión de un presidente cual monarca. Ya una vez hubo un error similar, cuando en su primer año, se quiso cambiar el nombre a la oficina de la primera dama. Sin embargo, se hizo en forma errada, ya que el decreto respectivo olvidaba la Republica, al ponerle en forma impropia nada menos que el nombre y apellido de quien era entonces su compañera sentimental. Demás esta decir, que se han separado y dejaron de ser pareja.
Por último, acudir en representación del país a la justicia internacional, no debiera ser para contentar a su militancia más fiel, a su barra brava.
Queda pendiente saber si renunciará el canciller van Klaveren, por tratarse de una persona de prestigio, de larga experiencia en la política exterior de Chile y quien antes de incorporarse al ministerio fue académico y director del Instituto de Estudios Internacionales de la Universidad de Chile, razón adicional para aclarar su actuación en este asunto.
Como conclusión, más allá de Sudáfrica y del presidente chileno, hay un problema de fondo que es paradoja del siglo XXI, ya que la arquitectura de los organismos internacionales corresponde a otra época histórica, la de su creación posterior a la segunda guerra mundial, y no refleja al actual mundo globalizado, ni siquiera aquellas instituciones creadas a fines del siglo XX, como el Estatuto de Roma que le dio vida en 1998 a la Corte Penal Internacional, ya que obedecen a esa lógica, amen que su competencia no es reconocida por países tales como EE.UU., Rusia, China y el propio Israel.
Se carece hoy de una buena gobernanza internacional, y en gran medida se debe al tema de fondo, un sistema ineficiente y obsoleto que encabeza la ONU, que ya cumplió su función histórica, y hoy, presenta más problemas que soluciones. Además, parece haber perdido su brújula moral y/o ética, tal como lo está demostrando el sesgo antisraelí que estamos presenciando.