UNION BERLIN-REAL MADRID Joselu toma Berlín
Dos cabezazos suyos permitieron una primera remontada del Madrid y Ceballos acabó rematando al Union. Abusivo dominio blanco para completar el pleno en la fase de grupos.
El Union Berlin tiene un pasado antisoviético, una afición con humor británico y un entrenador croata, pero bajo ese disfraz hay un alemán. No de los más fieros, pero alemán. Y el Madrid, que ha pasado allí muchas de las peores noches de su vida, lo olvidó en los dos primeros minutos.
El equipo berlinés salió disparado al partido. Kepa le quitó un gol a Behrens y se jugó luego la tibia para evitar otro de Jaeckel. Podría decirse que todo sucedió antes de que el público se sentara, pero no es indicativo en un club donde tres cuartas partes de su afición ve habitualmente los partidos de pie. Esa es la esencia de su estadio, al que en Europa debe renunciar por imperativo legal. “Necesitamos el Alte Försterei (el nombre de campo) como el aire que respiramos”, rezaba una pancarta de 30 metros para recordar que el Olímpico no es más que su efímero hogar de acogida.
Después de aquel amago de sueño llegó el golpe de realidad: el vicelíder de la Liga española y catorce veces campeón de Europa contra un equipo que hasta la semana pasada era colista de la Bundesliga.
El larguero, el penalti...
Ser el Madrid es un trabajo duro. Cada día hay que ganarse el buen nombre en sitios donde no hay nada que ganar salvo un buen puñado de dólares (2,8 millones de euros al cambio), que en este fútbol de inquisición financiera saben a miel. Por eso jugaron Belllingham y Rodrygo. Y es que una cosa es retirarle parte de la escolta al equipo (Rüdiger se quedó en el banquillo y se notó) y otra dejarle sin balas. Y como Ancelotti es hombre de club, pensó en el escudo y en la pasta y se contuvo en la rotación para cumplir uno de esos teoremas irrefutables del fútbol: a cada subidón de prudencia le sucede un inevitable bajón de cantera. Así que Nico Paz y Gonzalo se quedaron sin su primera titularidad cuando parecía un buen día para lanzarlos al ruedo.
Un Madrid más de veteranos (Lucas Vázquez, Nacho y Alaba en la zaga; Modric en el eje, junto a Valverde, y Joselu en el ataque) que de noveles se quedó el partido pasado el sobresalto inicial. Incluso con el duelo del Villarreal en la cabeza y midiendo mucho el gasto, quedó como único equipo con peligro en el campo. Ronnow le paró a Bellingham un remate a quemarropa después de que el inglés limpiara a la defensa alemana con medio sombrero y Joselu tocó la coronilla del larguero con un cabezazo de su catálogo. Dos buenas ocasiones, sí, pero por debajo de la abrumadora superioridad madridista, que sorteaba la primera presión del Union Berlin jugando al paso y tocaba y tocaba (483 pases en el primer tiempo, mareo exagerado de la perdiz) bajo la altísima dirección de Modric. Su gerovital es seguir queriendo ganarlo todo como si no hubiera ganado nada.
La impresión es que el Madrid se llevaría el partido con un solo pisotón de acelerador. La cuestión era si de verdad quería darlo. Bellingham, que le ha pillado gusto a cualquier pichichi, amagó con ello sin lograrlo. Joselu, también, pero su momento de gloria estaba por llegar. Y como nadie se decidía, tomó la iniciativa Diogo Leite, uno de los jugadores que ha traído el Union Berlin este verano pensando en la Champions. Cometió un penalti inexcusable, en mano de pardillo, pero Ronnow se lo paró a Modric. El lamento fue doble, porque en la siguiente jugada Nacho acudió donde no debía, Alaba abrió fuego amigo con un despeje horrible y Volland le madrugó el balón a Lucas Vázquez para llevar su equipo al descanso en ventaja. Sobraron culpables y faltaba Kroos, que entró de inmediato.
El broche de Ceballos
Lo que vino después era lo esperado. El Union Berlin defendió con todo su renta. Es su fuerte, pero es que, además, el Madrid no le daba otra opción. La pelota era abrumadoramente blanca y la presencia de los de Ancelotti en el área, cada vez mayor. Así que llegó el momento Ronnow, que desvió una volea difícil de Lucas Vázquez y evitó el empate en manotazo de portero de balonmano en un cabezazo de Rodrygo tras envío de maestro de Bellingham.
El Madrid estaba empezando a volverse irresistible cuando empató Joselu, alemán de nacimiento, por si sirve el dato y explica el tanto: Rodrygo centró templado y el ariete aprovechó su salto y su corpachón germano para merendarse a Jaeckel, con el que manoteaba, y meter un cabezazo a la red. Y aprovechando la inercia pareció rematar la faena de testarazo bien diferente, casi en plancha tras carrera y centro dulce de Fran García, que en campo contrario está muy por encima de Mendy. Todo parecía decidido, pero un trallazo de Kral provocó el empate y cierto suspense, apagado de inmediato por Ceballos, que en disparo mordido por la pierna suicida de Roussillon y tras pase con duende de Bellingham, mató la esperanza del Union Berlin, el último romántico de esta Champions.