La sombra de Putin en la escalada de Venezuela en Guyana eleva la alerta en Brasil
La estrategia de Lula de igualar al país agredido con el agresor, utilizada tanto en el conflicto entre Ucrania y Rusia como entre Israel y Hamas, con Guyana y Venezuela puede no sólo no funcionar sino convertirse en un boomerang para el gigante sudamericano
Rusia, que desde hace tiempo utiliza el continente latinoamericano para reforzar alianzas estratégicas, eludir sanciones, vender petróleo y armas e inundarlo de espías, tiene todo el interés en que aumenten las tensiones en una región estratégica, empezando por el petróleo. Además de los yacimientos de Guyana, tan tentadores para Caracas pero también para Moscú porque su petróleo es más ligero y valioso, hay que mencionar los identificados en la zona brasileña del Margen Ecuatorial. Se trata de la zona de la desembocadura del Amazonas, en el centro de una guerra entre la ministra de Medio Ambiente, Marina Silva, y el Instituto Brasileño de Recursos Naturales Renovables y Ambientales (Ibama), por un lado, y la petrolera nacional Petrobras y Lula, por otro. El margen ecuatorial es una zona de aguas profundas del Atlántico en la que Guyana y Surinam ya descubrieron reservas con hasta 13.000 millones de barriles de crudo. Petrobras estima que el horizonte de explotación en esa zona puede rendir 14.000 millones de barriles de petróleo.
En 2021, Raphael Moura, de la Agencia Brasileña de Petróleo, Gas Natural y Biocombustibles, había declarado que “el Margen Ecuatorial de Brasil es estratégico porque tenemos un alto potencial para el descubrimiento de petróleo ligero, que tiene un mayor valor comercial, así como una posición geopolítica estratégica, cerca de los principales mercados consumidores del mundo”. No es casualidad que en noviembre de 2022 la navegación en aguas amazónicas del buque ruso Akademik Boris Petrov, ya en el centro de episodios de espionaje, haya despertado muchas sospechas. Además es importante recordar que este año el Brasil de Lula importó más petróleo ruso que la suma de las importaciones del mismo producto en los doce años anteriores. Más precisamente, el flujo de petróleo ruso a Brasil en los primeros cinco meses de 2023 fue un 48,7% más que la cantidad total importada entre 2010 y 2022.
Lula ha ordenado al Ministerio de Defensa el envío de 28 vehículos blindados, incluidos seis Guaraní y seis Cascavel, que sólo llegarán dentro de un mes, y entre 130 y 150 soldados para reforzar la Primera Brigada de Infantería de la Selva en la frontera. En el estado de Roraima hay 12 bases militares, 9 del Ejército, 2 de la Fuerza Aérea y 1 de la Marina. La mayoría están situadas cerca de la ciudad de Boa Vista, a unos 100 km de la región fronteriza con el Esequibo. En total hay unos 2000 militares brasileños defendiendo esa frontera. No es suficiente para hacer frente a Venezuela, una de las mayores fuerzas militares de América Latina, con unos 343.000 soldados y paramilitares, armas y vehículos iraníes y rusos, incluidos 173 tanques pesados y 109 ligeros. Si Venezuela atacara realmente a Guyana, podría intervenir por mar o por tierra. Pero en este último caso necesitaría a Brasil. De hecho, la frontera de Venezuela con Guyana se caracteriza por una selva impenetrable, que hace imposible el cruce simultáneo de vehículos blindados y grandes tropas. La alternativa serían las carreteras, y sólo Brasil dispone de un enlace de este tipo con Guyana, construido en el pasado por el mismo gigante sudamericano. En 2022, el gobierno de Guyana adjudicó a la empresa brasileña Construtora Queiroz Galvão SA un contrato de 190 millones de dólares para construir un nuevo tramo de carretera entre Linden y Mabura, ambas situadas al este del río Esequibo. Queiroz Galvão fue una de las constructoras implicadas en el escándalo del pago de sobornos al Partido de los Trabajadores, el PT de Lula a cambio de contratos con la petrolera estatal Petrobras.
En Globo TV, el comandante de la Marina brasileña, almirante Marcos Sampaio Olsen, afirmó que esta escalada pone “en riesgo” los intereses de Brasil y es “una amenaza” para la paz y la cooperación entre los países de la región. Los militares brasileños reprochan al gobierno de no haber desarrollado hasta ahora ninguna estrategia política para hacer frente a un escenario de guerra, de no haber declarado la “movilización nacional”, es decir, aquellos preparativos logísticos en caso de conflicto necesarios para desplazar más tropas a la frontera. Y existe la preocupación de que, aprovechando esta escalada, puedan entrar en Brasil mercenarios del Grupo Wagner, la organización paramilitar rusa, filial independiente del Ministerio de Defensa ruso y de la Dirección Principal de Inteligencia de las Fuerzas Armadas de la Federación Rusa (GRU). Según fuentes de inteligencia, 400 mercenarios de Wagner llevan tiempo operando en Venezuela, no sólo en Caracas sino también en la frontera con Colombia, donde, vistiendo uniformes de las Fuerzas de Acciones Especiales de la Policía Nacional Bolivariana (FAES), fueron vistos controlando unidades del sistema de misiles S300 en 2021.
El sitio brasileño de noticias militares Defesanet alertó hace unos días de la presencia de cuatro contingentes de Operaciones Especiales venezolanas en Paraitepuy, en la frontera con Guayana y Brasil, que suman unos 190 hombres altamente entrenados. “Están operando”, dice, “sin llevar uniformes normales, optando en su lugar por ropa civil”, posibilitando así la infiltración también de mercenarios rusos. Además, las operaciones especiales venezolanas están llevando a cabo supuestamente un entrenamiento intensivo con indígenas locales. “Esta colaboración tiene como objetivo reforzar el apoyo de las operaciones especiales, centrándose en las tácticas de guerra de resistencia, el uso de dispositivos de comunicación avanzados y la obtención de información crítica. Los indígenas están siendo entrenados para realizar funciones esenciales, incluyendo el monitoreo de los movimientos de las tropas brasileñas en la región y sus activos”, escribe Defesanet.
Cabe recordar que muchos miembros de las etnias Warao y Kariña se han refugiado en Brasil, buscando protección para evitar su extinción en la región del Arco Minero de Venezuela. En la estrategia del ejército de Maduro, por tanto, estaría el intento de cooptarlos. Los indígenas brasileños, sin embargo, tienen miedo. “Nuestra comunidad está a 800 metros de la frontera”, dijo uno de los líderes de la región, Lázaro Wapichana, al sitio de noticias brasileño G1. “Nos sentimos muy inseguros ante un posible conflicto, porque no respetarán a los indígenas ni a nadie, porque una guerra es una guerra”. En los seis municipios fronterizos con Guyana, cinco en el estado de Roraima y uno en Pará, viven 141.000 personas, 37.000 de las cuales son indígenas que viven en seis reservas. La mayor es la Raposa Serra do Sol, con 1,7 millones de hectáreas y 25.077 habitantes pertenecientes a las etnias ngarikó, macuxi, patamona, taurepang y wapichana.