Estudiantes, campeón de la Copa Argentina: venció a Defensa y Justicia y vuelve a la Copa Libertadores
En una tensa final, el Pincha se impuso al Halcón con gol de Carrillo
Un gol de Guido Carrillo fue suficiente. Después de 13 años de sequía, el León platense volvió a rugir en la noche que decían adiós dos leyendas como Mariano Andújar y Mauro Boselli, y Eduardo Domínguez se convertía en el primer ganador doble de Copa Argentina, como jugador (con Huracán) y ahora como entrenador. Como para que la fiesta fuese completa. Así, volverá en 2024 a la Copa Libertadores, que lo tuvo varias veces como gran protagonista: no por casualidad fue campeón en cuatro ocasiones.
El muy colorido espectáculo de luz, sonido y pirotecnia que antecedió al fútbol, sumado al que ofrecen nuestros hinchas cuando se les brinda la posibilidad de compartir las tribunas de un estadio, tuvo continuidad inmediata en el frenesí inicial del partido. Presionó arriba y robó la primera pelota el Pincha; respondió enseguida con la misma moneda el Halcón, al que un fuera de juego de Santiago Solari le privó de dejar mano a mano a Nicolás Fernández con Andújar.
Con una pizca más de elaboración los de Florencio Varela cuando le tocaba salir jugando desde el fondo; por lo general con menos escalas previas los dirigidos por Domínguez, las emociones iban y venían a velocidad vertiginosa. A los 5, Agustín Sant’Anna se asomó por primera vez al área de Estudiantes, tiró el centro por abajo, puso la pierna Zaid Romero y el travesaño lo salvó de un disgusto de los grandes. Dos minutos más tarde, Julián Malatini dejó pasar un largo pelotazo sin percatarse que Franco Zapiola se le filtraba a sus espaldas. El zurdo quiso levantarla por encima del arquero, pero Enrique Bologna alcanzó a manotear y evitar el tanto.
Ni siquiera las inevitables discusiones de toda final que se precie lograron frenar un ritmo que por desenfrenado también se fue llenando de errores, individuales y colectivos. Se equivocaban los volantes rojiblancos en la transición, ofreciéndole una y otra vez a su rival la opción de salir de contra; fallaban en la misma medida los delanteros verdeamarelhos en la forma de concluir los contraataques. Desatendía Solari la marca de Eros Mancuso, cuando trepaba por la izquierda; no encontraba acompañamiento el lateral por los pasillos interiores de la ofensiva Pincha.
De a poco, Defensa se fue dando cuenta que el negocio estaba en dejar que Estudiantes se creyera dueño de la mitad de la cancha para lastimarlo cada vez que le birlaba la pelota en el medio. La movilidad de Uvita Fernández, inteligente para tirarse atrás, escapar de los centrales y descubrir espacios para recibir, girar y encarar era un dolor de cabeza sin solución para los de La Plata. Una pared con Alexis Soto que no logró rematar Solari, un remate cruzado de David Barbona rechazado por Andújar (muy seguro toda la noche), y otra llegada y centro bajo de Sant’Anna que desvió Romero, en esta ocasión para evitar que Fernández o Togni empujaran el balón a dos pasos de la línea, contra una guapeada de Mancuso ante Malatini que acabó tapando Bologna, le dieron al Halcón la sensación de merecer algo más cuando se fueron al descanso.
Careció en esa primera parte Estudiantes de lo que suele denominarse “volumen de juego”. Ni Fernando Zuqui, ni mucho menos Benjamín Rollheiser supieron darle fluidez a la circulación; tampoco Leonardo Godoy por derecha o Zapiola por izquierda ofrecieron buenas cuotas de desborde por las alas, solo José Sosa mostraba criterio en los pases, pero en el mejor de los casos todo acababa con centros buscando la cabeza de Guido Carrillo, bien anulado por Tomás Cardona.
Tomó nota Domínguez de uno de esos déficits en el vestuario. Ubicó a Pablo Piatti por Zapiola en una banda, volcó a Zuqui por la otra. No le dio mayor resultado en el juego en sí mismo, pero a cambio el equipo por fin “descubrió” a Godoy. Iban 8 cuando Sosa vio la subida libre del marcador de punta: gambeta a Soto, centro atrás, manotazo corto de Bologna, media vuelta de Carrillo y 1 a 0.
Durante un buen rato, la desventaja le alteró el sistema nervioso a Defensa y Justicia, que se lanzó a buscar la igualdad como si el encuentro estuviera cerca de bajar la persiana, con mucho ímpetu pero menos cerebro del demostrado en la etapa inicial. Era el momento perfecto para que el Pincha sentenciara la final. No supo aprovecharlo, y se fue exponiendo al encierro de los últimos minutos. El técnico rojiblanco apeló a los veteranos, a los que aprendieron hace muchos años qué significa gritar campeón con la camiseta del León platense. Entró Mauro Boselli en su última función como jugador; unos minutos más tarde, Federico Fernández; y también Santiago Ascacíbar para agregar marca y fiereza para aguantar la victoria.
En realidad, apenas le hizo falta. Hacía ya un rato largo que al Halcón se le habían mojado las alas. Intrascendente y caprichoso Uvita Fernández, sin desborde Togni, sin un conductor desde la salida de Barbona, Defensa se fue entregando casi sin molestar a Andújar.
Volvió a levantar un título Estudiantes, 13 años después del último. Un trofeo más para su nutrida y selecta vitrina. Con más corazón que juego, con el oficio que parece estar bordado junto al escudo, fiel a una historia forjada a base de contundencia y efectividad. La Copa Argentina se quedó en La Plata, y no hay objeción posible.