Estados Unidos debe cambiar el rumbo en Gaza

Los líderes mundiales, y especialmente el gobierno de Washington, tienen que comprender que no podemos salvar vidas en Gaza en estas condiciones

Pero como dirigentes de algunas de las mayores organizaciones humanitarias del mundo, no hemos visto nada parecido al asedio de Gaza. En los más de dos meses transcurridos desde el espantoso ataque contra Israel que mató a más de 1.200 personas y dio lugar a unos 240 secuestros, unos 18.000 gazatíes -entre ellos más de 7.500 niños- han perdido la vida, según el Ministerio de Sanidad de Gaza. En este conflicto han muerto más niños que en todos los grandes conflictos mundiales juntos del año pasado.

Las atrocidades cometidas por Hamas el 7 de octubre fueron inconcebibles y depravadas, y la toma y retención de rehenes es abominable. Los llamamientos para su liberación son urgentes y están justificados. Pero el derecho a la autodefensa no exige ni puede exigir que se desate esta pesadilla humanitaria sobre millones de civiles. No es un camino hacia la rendición de cuentas, la sanación o la paz. En ninguna otra guerra de este siglo los civiles se han visto tan atrapados, sin ninguna vía ni opción de escapar para salvarse a sí mismos y a sus hijos.

La mayoría de nuestras organizaciones llevan décadas operando en Gaza. Pero no podemos hacer nada remotamente adecuado para abordar el nivel de sufrimiento allí sin un alto el fuego inmediato y completo y el fin del asedio. Los bombardeos aéreos han hecho imposible nuestro trabajo. La retención de agua, combustible, alimentos y otros bienes básicos ha creado una enorme escala de necesidades que la ayuda por sí sola no puede compensar.

Los líderes mundiales -y especialmente el gobierno de Estados Unidos- deben comprender que no podemos salvar vidas en estas condiciones. Hoy es necesario un cambio significativo en el enfoque del gobierno estadounidense para sacar a Gaza de este abismo.

Niños en zonas en escombros en Khan Younis, en el sur de Gaza (Reuters)
Niños en zonas en escombros en Khan Younis, en el sur de Gaza (Reuters)

Para empezar, el gobierno de Biden debe poner fin a su interferencia diplomática en Naciones Unidas, bloqueando los llamamientos a un alto el fuego.

Los bombardeos no son lo único que trunca vidas de forma brutal. El asedio -y los bloqueos que rodean- a Gaza han provocado una crítica escasez de alimentos, bloqueos de suministros médicos y electricidad, y falta de agua potable. Apenas hay atención médica en el enclave y pocos medicamentos. Los cirujanos trabajan a la luz de sus teléfonos móviles, sin anestesia. Utilizan trapos de cocina como vendas. El riesgo de oleadas de enfermedades infecciosas y transmitidas por el agua no hará sino aumentar en las condiciones de vida cada vez más hacinadas de los desplazados.

Uno de nuestros colegas en Gaza describió recientemente su lucha por alimentar a un bebé huérfano que había sido rescatado de entre los escombros de un ataque aéreo. El bebé llevaba días sin comer tras la muerte de su madre. Sus colegas sólo pudieron conseguir leche en polvo -no leche de fórmula, ni leche materna, ni un alimento infantil adecuado desde el punto de vista nutricional- para evitar que muriera de hambre.

Antes de la guerra, se necesitaban cientos de camiones de ayuda al día para mantener la existencia cotidiana de los habitantes de Gaza. En los dos meses transcurridos desde el comienzo de la guerra, sólo ha llegado a Gaza una pequeña parte de esa ayuda. Pero aunque se permitiera la entrada de más ayuda, nuestro trabajo en Gaza depende de que nuestros equipos puedan desplazarse con seguridad para instalar almacenes, refugios, dispensarios, escuelas e infraestructuras de agua, saneamiento e higiene.

Hoy, los miembros de nuestro personal no están seguros. Nos dicen que están tomando la decisión diaria de quedarse con sus familias en un lugar para poder morir juntos o salir a buscar agua y comida.

Entre los dirigentes de Washington se habla constantemente de prepararse para el “día después”. Pero si este bombardeo y asedio incesantes continúan, no habrá un “día después” para Gaza. Será demasiado tarde. Cientos de miles de vidas penden hoy de un hilo.

Hasta ahora, la diplomacia estadounidense en esta guerra no ha cumplido los objetivos que el presidente Biden ha transmitido: protección de civiles inocentes, cumplimiento del derecho humanitario, más entrega de ayuda. Para detener la apocalíptica caída libre de Gaza, la administración Biden debe tomar medidas tangibles, como hace en otros conflictos, para subir la apuesta con todas las partes en conflicto y los países limítrofes.

El secretario de Estado Antony Blinken dijo en una ocasión sobre la guerra en Ucrania que el hecho de no suministrar calefacción, agua y electricidad era una “brutalización del pueblo ucraniano” y una “barbaridad”. La administración Biden debería reconocer que lo mismo ocurre en Gaza. Aunque ha anunciado medidas para disuadir de la violencia contra los civiles palestinos en Cisjordania, Blinken y sus colegas deberían ejercer una presión similar para detener también la violencia contra los civiles en Gaza.

Los desgarradores acontecimientos que se están desarrollando ante nosotros están configurando una narrativa global que, si no cambia, revelará un legado de indiferencia ante un sufrimiento indecible, de parcialidad en la aplicación de las leyes del conflicto y de impunidad para los actores que violan el derecho internacional humanitario.

El gobierno de Estados Unidos debe actuar ahora y luchar por la humanidad.


Entradas populares