Bellingham cumple, el Madrid no
El inglés vuelve a marcar, pero un Betis correoso le saca un trabajadísimo empate al equipo de Ancelotti gracias a un zapatazo de Ruibal. Rodrygo pidió un penalti. Lunin, titular, brilló otra vez.
Por obligación más que por convicción, Ancelotti juntó por tercera vez en la temporada a Kroos y Modric, dos jugadores de luces largas y paso corto a los que les convenía un partido con bradicardia, de pocos latidos. Las lesiones de sus centrocampistas físicos han dejado un Madrid de dos velocidades: pausado en la creación, vertiginoso en la definición con Rodrygo y Brahim, violinistas en el tejado, más Bellingham, que es lo uno y lo otro. Ancelotti procura equilibrarlo todo con el dibujo, que esta vez llevó a Brahim muy a la derecha, a Modric casi a la mediapunta y a Valverde como asistente de Kroos, su papel en la selección uruguaya.
Con ese plan fue domando al Betis, que también tenía lo suyo. La baja de Guido, su mejor futbolista bisagra, debilitó el eje. La omnipresencia del argentino da rienda suelta a lo que tiene delante, de Ayoze a Abde pasando por Isco. Sin él, el equipo de Pellegrini pierde cintura. Y, además, no acertó de salida en las ayudas para defender a Rodrygo, que hace unas semanas y tras una prolongada sequía descubrió que un gol lleva a otro.
Balón blanco
Todo ocurrió en la banda del brasileño en los inicios. Un penaltito de Ruibal, solo ante el peligro, sobre él, de los que esta semana no se pitan y la que viene vaya usted a saber, y un gol anulado a Brahim por casi inapreciable fuera de juego previo tras doble genialidad: taconazo de Bellingham, caño del propio Rodrygo. Todo sucedió en medio de una abrumadora posesión del Madrid, con más paciencia que velocidad. Una larguísima anestesia sin que nadie acabara de meter el bisturí.
En cualquier caso, era una tarde incómoda para el Betis, uno de esos equipos que se quitan el hambre con el balón. Esta vez ni lo tenía ni pasaba por Isco, siempre en manos de las musas, ni encontraban vuelo sus extremos, Ayoze y Abde, y tenía desatendido a Willian José. Todo hasta que en un minuto se le abrió el cielo. Primero al propio Willian José, cuyo remate anuló Rüdiger, y luego a Ayoze, con mejores perspectivas, que se topó con el Lunin de esta temporada. El ucraniano tiene la terquedad del buen suplente: no hay un minuto que perder, no hay un tren que dejar marchar. Ancelotti había anunciado con excesiva antelación a Kepa para este partido, pero Lunin le ha hecho sentirse seguro en las últimas semanas. La titularidad, para quien la merece.
Las contras blancas, que también las hubo, no tuvieron final feliz: falló el último pase o acertó la última instancia de un Betis que estaba mejor detrás que delante, especialmente por el centro, donde Pezzella y Chiad Riad no dejaron pasar una. Tuvieron trabajo en la parte final de la primera mitad, cuando el Madrid retomó su dominio inicial y un puntito más de sal en sus llegadas.
Dos goles en suspiro
Bellingham, el último refugio del Madrid en tantos partidos, espació mucho sus intervenciones en la primera mitad. Lo hizo bien cuando apareció, pero apareció poco. No se fíen de sus recesos, hibernaba. Nada más regresar del descanso, cuando el Madrid amenazaba con ir a menos y el Betis aspiraba a ser más, le dibujó con la mirada un desmarque de nueve a Brahim. Lo entendió el malagueño, que elevó sobre la zaga bética un pase con bota de terciopelo, y el inglés, con un toque inteligente, salvó la salida del indefenso Rui Silva. Su coreografía habitual, la imaginaria crucifixión en el aire que ya hemos visto 16 veces en lo que va de temporada, le pareció un exceso a la afición del Betis.
El equipo verdiblanco pasó entonces un mal rato. Rodrygo buscó un gol imposible por falta de ángulo y otras llegadas blancas se quedaron en el casi. Pellegrini metió a Diao, un descubrimiento. Hace cinco meses su rival era el Madrid juvenil. Y contra todo pronóstico, el Betis empató con uno de esos zapatazos que llegan sin preaviso. Ruibal se vio en tres cuartos de campo sin enemigos al acecho, nadie del Madrid le tomó en serio y, libre de obstáculos delante, metió una media folha seca tremenda, imposible para Lunin. Le brindó el gol a Guido, ídolo caído.
Quedó claro que el Madrid no contaba ya con aquello y, por momentos, se desorientó. El técnico metió a Ceballos, lo que enfadó al público, y quitó a Modric, lo que enfadó al croata. Ancelotti buscó un último empujón final con Nico Paz y Joselu, pero el Betis andaba ya ordenadísimo atrás. A partido descosido incluso pudo ganar con un cabezazo al palo de Isco en el descuento, y hasta perder, en un remate cruzado de Joselu. Es difícil verle descomponerse, especialmente en el Villamarín. Y el Madrid tampoco agitó el árbol lo suficiente en el área, donde Bellingham no puede ser nueve a jornada completa.