ATLÉTICO 2 - ALMERÍA 1 / El Atlético de las dos caras

Los del Cholo sobrevivieron al Almería tras 25 minutos de goles balsámicos (Morata y Correa) y 65 de peligrosa desconexión. Recortó distancias Baptistao. Amenazaron los de Garitano córner a córner.

Patricia Cazón
As
La lección que la hierba le deja al Atleti siempre es la misma como para no haberla aprendido ya. Concentrado es letal, sin tensión resulta vulgar. Logró su victoria 19 seguida en el Metropolitano, recortó con los de encima en la tabla en la Liga, pero volvió a ser un Atleti con, peligrosamente, dos caras. La primera, llena de efectividad y goles balsámicos, duró 25 minutos. Después se desconectó para protagonizar un esperpento con la segunda. Fueron sus peores minutos esta temporada, llenos de errores en la salida de balón y entregas groseras. Ni Mestalla. Ganó, pero sufrió lo indecible.

Se presentaba el Almería en su casa pidiendo compasión, tantas heridas en Liga (colista, cuatro puntos en quince jornadas) y en Copa (eliminado por un 2ª RFEF). Garitano, que asediado por las bajas colocaba a Pozo de extremo y a Chumi en el lateral por detrás, salía abrigado con defensa de cuatro. El Atleti, con cuatro cambios y todos los que al descanso habían cambiado la cara al equipo en Montjuïc de inicio (Azpilicueta, Lino y Correa) enseguida le desnudó. Cada llegada al área era una ocasión. El VAR anuló un gol acrobático de Griezmann a los cinco minutos y la madera se interpuso entre la red y la bota de Correa antes de que el primer tanto llegara. Fue una liberación. Y no para el Atleti cuyo dominio era tan absoluto que parecía que los dos equipos jugasen deportes distintos. O que el Almería fuese un asustado ratoncillo que correteaba por la hierba del Metropolitano y con el que el Atlético jugaba antes de darle un bocado. Los rojiblancos robaban y superaban líneas de presión, Griezmann bailaba en su jardín. Todo pasaba por su pie, como esa pelota robada que sirvió para que Morata marcara cinco partidos después. Y se liberara del come-come en su cabeza por los últimos cuatro partidos que no.

Fue un golazo, además, como si el espíritu de Ronaldo Nazario hubiera llenado su cuerpo. Hubo recorte, regate a Maximiano y disparo casi sin ángulo. Cinco minutos después, el que se liberaba era Correa, para soplarle el polvo a sus diez encuentros sin goles. 2-0. El duelo parecía visto para sentencia. El Almería, fragilísimo sin balón, era invisible con él. El Atleti había finiquitado en veinticinco minutos. Pero después de que Maximiano sacara con la uña una falta lanzada por De Paul, los rojiblancos se desconectaron y el Almería se coló en el partido de nuevo córner a córner. Lanzó seis seguidos y se instaló en área de Oblak para gritarle: “Calienta que sales” que hizo rutina en la segunda parte.

Del dominio a los nervios

Cuando el juego regresó, el Atleti lo hizo de cuerpo pero no de cabeza. Desconectado, sin tensión, se convirtió en su peor enemigo mientras Simeone iba perdiendo la voz en la banda y el Metropolitano empezaba a pitar las pérdidas groseras. Los rojiblancos comparecían dormidos, quizá por la hora, tan acostumbrados siempre a jugar por la noche. Habían llenado el estómago pronto y ahora tocaba la siesta. Incapaces de dar ni tres pases seguidos. Con Savic en un preocupante estado de forma de liga saudí, Azpilicueta lentísimo, Lino mal y un centro del campo espesísimo que solo sabía dar zurriagazos al cuero. El Almería, mientras, ahí seguía, córner a córner. Oblak evitó el 2-1 tras una jugada de Arribas que remató Embarba en plancha. Tras su inicio desastroso, los de Garitano habían dejado de ser un equipo sin alma que solo corría porque le metieran los menos goles posibles. Y tanto fue el cántaro a la fuente que terminó por aguar a Oblak: disparó primero Pozo y salvó como pudo el portero, pero el rechace le cayó a Baptistao, que empujó a la red. El dominio primigenio se hizo pesadilla. Los nervios atenazaban mientras el Almería seguía lanzando córners como en una barra libre. Oblak evitaba el empate ante Arribas. Simeone levantaba el castigo a los tres de Montjuïc para que jugaran buenos minutos, no como Saúl y Memphis, sus dos primeros cambios, ambos desastre. Solo Oblak estaba de cabeza y guantes, además de Llorente. Nadie más. Y Pozo era un puñal en la derecha, Baptistao tiraba con pólvora mientras Arribas daba una sesión de fútbol salón.

Acabó el Almería ululando en un último córner y 56.000 personas exhalando a la vez cuando el árbitro pitaba el final y el Atleti escapaba a la peor de sus versiones. Con victoria.


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